Bastaría mencionar que en más de 76 años de historia el equipo no ha sido campeón... esa podría ser suficiente ilustración para dar a entender la magnitud de ese extraño padecimiento llamado Deportivo Pereira.
Sin embargo, también se podría recordar que, recientemente, habitaron durante ocho años la segunda división del fútbol profesional colombiano; incluso que han estado a punto de desaparecer por cuenta de procesos judiciales relacionados con reestructuración empresarial e incumplimientos de acreencias que, muchas veces, traen como consecuencia la liquidación y posterior pérdida de reconocimiento deportivo.
De hecho, dichos procedimientos le recuerdan al hincha lo que ya sabe pero decide ignorar: que los equipos de fútbol son empresas y sus dueños deben ponerlas a producir valiéndose del sentimiento y la pasión de quienes, desinteresadamente, solo quieren ir al estadio y alentar a los suyos.
Además, se podría contar que en el año 2011 adquirieron el famoso antirrécord debido a la mayor cantidad de partidos consecutivos sin conocer la victoria (treinta y cuatro en total), esto ocurrió cuando los dirigía un tal Einar Angulo (racha que se rompió con un triunfo sobre Once Caldas en el Alfonso López de Cartago). Y, finalmente, se podría agregar que su eterno rival fue campeón de la Copa Libertadores.
Pareciera un mal chiste, por lo que es difícil creer que tantas generaciones de una misma afición hayan tenido que padecer estos y otros males a lo largo de su "historia" deportiva. Absurdo pretender encontrar una explicación lógica o hasta llegar a pensar que obedece a algún tipo de superstición o cuestión metafísica a la cual adjudicarle esa interminable sucesión de fracasos que, hasta el día de hoy, parecieran perseguirlos.
Y no me refiero a las razones ya conocidas que se han traducido en crisis, pésimas campañas, desencanto de algunos “hinchas” y hasta descensos (esas razones son, de antaño, conocidas y tienen nombre propio pero se pueden resumir en el típico desdén empresarial hacia el genuino sentimiento del hincha). Hablo de esos pocos momentos en que su suerte se pudo definir en un instante, un córner, una decisión del empresario, un punto de visitante, un penal o hasta unos pocos segundos en Ditaires, y por alguna razón la balanza terminó inclinándose en contra de sus intereses, dejándolos con la eterna desilusión de haber estado muy cerca de lograrlo.
Encontrar un camino más torpedeado resultaría casi imposible. Pero paralelo a ese largo recorrido y tal vez más inverosímil se encuentra la verdadera razón por la cual cobra sentido ese profundo sentimiento representado en el rojo y amarillo, ese orgullo hasta irracional e infundado de saberse Matecaña. Un arraigo tan fuerte que trasciende lo futbolístico.
Es que el hincha matecaña, valiéndose de su profundo sentido de pertenencia, encuentra en el Deportivo Pereira la excusa perfecta para aferrarse a eso que lo representa como ciudad, eso que lo hace distinto, pujante, soñador y resiliente. Es la mejor justificación para hilar en lo más profundo de su pereiranidad. Ser hincha del Pereira es, en esencia, hacer alarde de su ciudad; es desligarse de conceptos que desvirtuán la verdadera identidad del pereirano. Ser hincha matecaña es evitar el camino fácil, anclarse a lo propio y permitirse la osadía de soñar partido tras partido, derrota tras derrota.
Y aunque esa eterna ilusión tenga siempre el mismo desenlace, se podría afirmar que su gente se enorgullece con la sola idea de saberse matecaña. Y no necesitará, jamás, una final continental para demostrar su amor eterno al grande matecaña.