Si una cosa sabía hacer bien Otoniel era burlar todos los cercos que las Fuerzas Armadas le tendían desde que se convirtió, a finales del 2012, en el hombre más buscado de Colombia. El presidente Juan Manuel Santos movilizó tropas y creó una operación, Agamenon, para dar con su captura, pero en los ocho años que duró su mandato fue imposible lograrlo. En ese lapso Otoniel vio como uno a uno caían todos sus lugartenientes, Inglaterra, Marihuano, su hermano, sus familiares, pero él parecía cruzado, invisible a sus enemigos más encarnizados. Todo terminó en octubre del 2021 cuando, en la selva de Urabá, el ejército pudo hacerlo morder el polvo.
En los meses que compareció en la JEP el general de la Policía Fernando Murillo fue el hombre que tuvo la responsabilidad de cuidar al hombre más peligroso del país. Para llegar a la Dijín donde permanecía encerrado había que pasar tres anillos de seguridad. Francotiradores estratégicamente ubicados y los mejores policías del GOES y el grupo Jungla vigilaban todos los movimientos alrededor de la sede policial en el occidente de Bogotá. En su improvisada celda, más de 20 cámaras de seguridad monitoreaba todos sus movimientos. Y aún así había miedo, tensión. El Clan del Golfo amenazaba con hacer hasta lo imposible por impedir que se llevaran para Estados Unidos, en donde era requerido por delitos relacionados con el narcotráfico, a su jefe máximo.
La tensión terminó este 4 de marzo cuando de manera sorpresiva tres tanquetas y un monumental operativo sirvieron para llevarse a Otoniel a una cárcel en Estados Unidos. Horas antes de que esto sucediera el periodista Diego Fajardo estuvo en la DIJIN hablando con el general Murillo sobre la tensión que generaba custodiar a uno de los criminales más sanguinarios del mundo.