Recientemente se ha abierto una polémica dentro de la comunidad afrocolombiana debido al certamen Señorita Afrodescendiente 2018, el cual dio como ganadora a una mujer que no es afrodescendiente. Por eso, la cuestión gira en torno a lo que significa, exactamente, ser o no afrodescendiente.
Antes que nada se debe tener en cuenta que este es un concurso organizado por la Fundación El Alma No Tiene Color, dirigida por Belky Arizala, una reconocida modelo afrocolombiana, que creó este concurso en 2011 para premiar a las mujeres de esta comunidad, no solo por su belleza sino por su aporte social. La idea original de Belky era, en sus palabras, llamar la atención de los gobiernos del mundo para que vieran el potencial de la mujer afro más allá de las expresiones folclóricas y deportivas.
Sin embargo, con el pasar del tiempo y al parecer después de mucho luchar contra el racismo sistemático, Belky se cansó y decidió cambiar su discurso. Y por lo tanto también cambiaron los términos del concurso, el cual este año decidió abrirse para público en general, es decir, no se requería que la concursante fuera afrodescendiente. Esto despertó muchas críticas por parte de la comunidad afro, no solo en Colombia sino en Latinoamérica.
No obstante, la respuesta de la organizadora del concurso a estas críticas se basó en decir que su decisión era coherente con su frase “el alma no tiene color” y que al final de cuentas, la vida viene de África y por ende todos los seres humanos somos afrodescendientes. Este razonamiento desconoce el origen del término afrodescendiente y su contexto. Ser afrodescendiente significa mucho más, significa que provienen de los africanos que fueron secuestrados, torturados, violados y asesinados durante siglos, traídos a América para ser esclavizados y trabajar sin descanso, construyendo las bases del nuevo continente.
Simplificar el término afrodescendiente es desconocer esta historia de esclavitud, de sangre derramada, de familias separadas y toda la discriminación posterior que aún no tiene una reparación justa. Y si bien se puede ser afrodescendiente sin tener las características físicas de un negro, no podemos trivializar la situación ni llegar a la conclusión que todos son o pueden ser afrodescendientes, porque al hacerlo suceden cosas inauditas como esta: una mujer blanca, que no tiene la herencia, ni el conocimiento, ni el compromiso con la comunidad, fue escogida como señorita afrodescendiente por crear un programa social para inmigrantes venezolanos y disfrutar de la “filosofía negra” (sea lo que significa eso).
Lo que esta mujer está haciendo es una más de las apropiaciones culturales negras de la sociedad blanca, que está acostumbrada a hacerlo constantemente en la música, en la moda y muchos otros temas. La señorita Ana Paula Rueda se apropia no solo de la visibilidad, el título, lo que representa y los premios que recibió, sino de la cultura afrocolombiana, sin haber experimentado nunca el lado negativo de la discriminación y sin entender lo que significa ser una afrodescendiente.
Por lo tanto, la Señorita Afrodescendiente 2018 no representa a la comunidad afrocolombiana, ni los ideales que alguna vez defendió este certamen que de seguir así debería reevaluar su nombre y sus objetivos.
Aunque no lo parezca, la cultura negra es una cuestión aspiracional para nuestra sociedad mayoritariamente blanca, y se apropian siempre de lo positivo sin sufrir el día a día de la discriminación. Lo único que nos queda a los negros es ser negros, y ahora también nos lo quieren quitar.
Pues no, no señores. Aunque lo quieran y lo intenten, no todos pueden ser afrodescendientes.