Separar el trigo de la cizaña

Separar el trigo de la cizaña

"La mentira se vende con facilidad. Cuando se le da apariencia de creíble, es fácilmente digerible porque no requiere esfuerzo para pensar"

Por: Nelson Germán Sánchez Pérez -Gersan-
febrero 04, 2021
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Separar el trigo de la cizaña
Foto: PxHere

Mucho se ha dicho desde la posesión de Joe Biden como presidente de los EE. UU. y su discurso y desde muchos ángulos. Pero creo, sin duda alguna, que el más importante y central por el tiempo que vivimos fue la verdad versus la mentira.

O mejor, el peligro de gobernar con la mentira porque exacerba los ánimos, las emociones políticas (como diría Martha Nussbaum), crea falsas realidades y mete a la ciencia en un terreno fangoso al tratar de desestimar sus logros, reemplazar los hechos por supuestos y las certezas por pareceres.

Porque la mentira se vende con facilidad, se le da apariencia de creíble y es fácilmente digerible porque no requiere esfuerzo para pensar, eliminando con ello la exigencia a quien la recibe mediáticamente o por la inmediatez de las redes sociales de constatarla, contrastarla o razonarla, lo que sí exige la verdad. “Nos enfrentamos a un ataque a la democracia y a la verdad”, apuntilló el nuevo inquilino de la Casa Blanca. De ahí lo peligroso que resulta no rechazar la cultura donde se fabrican o manipulan los propios hechos, como dijo Joe Biden.

En este contexto es menester recordar a Hannah Arendt, la neutralidad es casi peligrosa, porque apunta a robustecer la cosificación del ser humano, no se valora ese ser y, por tanto, se le deshumaniza a través de esa mentira reforzada con mucho entretenimiento –digo yo-; por ello lo desastroso que resulta para sociedades como la nuestra el renunciar a pensar y dejarse llevar por la comodidad de la inercia que produce un momento cargado de mentiras. Es un riesgo inminente, en un momento tan excepcional de pandemia, acostumbrarnos a la mentira como una herramienta del gobierno y poder desde la administración pública o privada, y mucho más ser cómplices silenciosos de ella renunciando a lo más mínimo: Exponerla y cuestionar su veracidad, porque está en juego la vida de cada uno, su futuro económico y social.

Dijo Biden algo muy cierto, porque fue consciente de lo cerca que estuvieron de empezar a poner todo patas arriba y mucho peor de lo que está, no solo desde las estructuras institucionales sino de los cimientos de esa sociedad: “Las últimas semanas y meses nos han enseñado una lección dolorosa. Hay verdad y hay mentiras. Mentiras contadas por motivos de poder y provecho. Y cada uno de nosotros tiene el deber y la responsabilidad como ciudadanos, como estadounidenses, y especialmente como líderes —líderes que se han comprometido a honrar nuestra constitución y a proteger nuestra nación— de defender la verdad y derrotar las mentiras”.

Por eso, una y otra vez, como la gota de agua sobre la roca, se necesita alzar la voz, confrontar discursos con realidades, separar las verdades de las mentiras, lo que se puede hacer con el simple crear expectativas. Separar el trigo de la cizaña como en la parábola de la Biblia. Es decir, a la verdad de la mentira.

La tarea no es fácil, pero no por ello imposible y más en nuestro país o en una ciudad como Ibagué con tanta necesidad y calamidad a flor de piel. Porque por sus “logros”, quienes hoy la “administran”, parecieran necesitar que se quede así. Por eso les fastidia, molesta y hacen los esfuerzos habidos y por haber —ahora— para dar una apariencia de cambio. De ello resulta la feria de los anuncios, promesas, supuestos inicios de obra y comienzos de procesos, de visitas a barrios, todo para jugar con la esperanza. Simplemente como un parapeto, una falsa fachada, muy al estilo de la Estrategia del caracol, “ahí les dejo su h... casa pintada”. Por sus hechos y realidades de 13 meses no se les puede creer, por ser apóstatas de la verdad y fabricantes de mentiras, que es el tema que hoy nos ocupa.

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