La separación de los poderes ejecutivo y legislativo es una ficción democrática que sirve para enfatizar la diferencia de sus funciones. Pero el ejecutivo para poder trabajar depende del legislativo que es el que le aprueba el marco de su trabajo. En los regímenes parlamentarios no solo no hay independencia entre los dos sino que la dependencia del ejecutivo es total: el primer ministro requiere de las mayorías parlamentarias para poder ejercer su cargo, su gobierno está formado por parlamentarios de su partido o de la coalición gobernante y debe tener además las mayorías dentro de su propio partido, que lo ha escogido como líder.
En los regímenes presidencialistas, como el nuestro, el presidente necesita de mayorías parlamentarias para aprobar las leyes que va a ejecutar, si no las tiene, requiere de una coalición de gobierno que se las garantice y como consecuencia, la composición del gobierno debe reflejar esa coalición. No se trata de hacer un acuerdo burocrático que favorezca la corrupción administrativa, idea que se ha vuelto un lugar común en la política colombiana donde se da por supuesto que una participación de un partido en el gobierno es necesariamente fruto de un acuerdo perverso para saquear al erario. Es por el contrario el hecho tozudo de que si los partidos de la coalición de gobierno se vuelven políticamente responsables de las realizaciones de ese gobierno, deben hacer parte de él. Es la naturaleza misma de la política.
Por eso es tan difícil de entender que el Presidente de la República, Iván Duque, haya nombrado un gabinete técnico que no representa la coalición de gobierno que lo eligió y menos aún, la coalición parlamentaria que se ha ido formando para apoyarlo. Tiene razón y es un paso importante en la dignificación de la política que diga que la distribución del presupuesto nacional va a ser acordada con los partidos y no al menudeo con los parlamentarios, igualmente que las partidas regionales van a ser adjudicadas de acuerdo con las necesidades sentidas de las regiones y no por cuotas contractuales. Pero si ese va a ser el tono de las relaciones con el Congreso, ¿cuál es la razón para que quienes participan de la coalición de gobierno no hagan parte de éste? ¿Tiene futuro ese arreglo?
Nadie discute que han llegado al gabinete personas con brillantes ejecutorias académicas y administrativas para las carteras que van a manejar, oficio que es más propio de los viceministerios, que para ello se crearon. Pero el gabinete es un órgano de responsabilidad política (el caso más notorio es un civil a la cabeza de la cartera de defensa), cuya función es defender sus propuestas ante el Congreso y coordinar el equipo técnico de su ministerio para que las ejecute. Y eso no funciona sino hay una relación entre la composición del gabinete y la coalición de gobierno en el Congreso. No se puede concluir por el absurdo de que como hay corrupción en la administración pública generada por los políticos, los políticos tienes que ser ajenos a la administración pública. Una muralla entre los poderes que preocuparía al mismo Montesquieu.
El vendaval helado que azotó la ceremonia inaugural
puede convertirse en un vendaval político en el Congreso,
donde el CD es minoría que actúa como si tuviera todo el control y la vocería
Con más veras cuando el título del discurso de posesión presidencial fue: “Un Pacto por Colombia”, que por definición hay que hacer con la mayor cantidad de fuerzas políticas y en un trabajo conjunto. La composición del gabinete, que es la apoteosis de los gremios, las universidades privadas bogotanas de élite y de los doctorados norteamericanos, es como si el Centro Democrático hubiera obtenido una aplastante mayoría en las elecciones presidenciales y la propia candidatura de Iván Duque no hubiera sido resultado de una coalición política. El vendaval helado que azotó la ceremonia inaugural puede convertirse en un vendaval político en el Congreso, donde el centro Democrático es una minoría, que actúa como si tuviera el control y la vocería de toda la Institución, como quedó demostrado en el discurso del presidente del Senado, lavando la ropa sucia frente a 27 delegaciones extranjeras y todo el cuerpo diplomático.
Cuando comienza un nuevo gobierno no hay sino la esperanza de que le vaya bien, de que su trabajo sea positivo para el país, que haya más bienestar y seguridad, que se corrijan los errores y se renueven los dirigentes. Es el irrefrenable poder de la esperanza en la condición humana. Ojalá le vaya bien al Presidente Duque, con su mensaje de juventud, conciliación y trabajo. Ojalá ese equipo le sirva para sentar sobre él el Pacto por Colombia. ¿Pero, que estarán pensando sus eventuales signatarios?