A propósito del comentario de la señorita Colombia Valeria Morales sobre la participación de personas transgénero en certámenes de belleza.
Ya hace varios días se realizó sin pena ni gloria el reencauchado y mandado a recoger Concurso Nacional de Belleza. En su versión 2018 resultó elegida la concursante del departamento del Valle del Cauca, Valeria Morales, quien, como muy bien se sabe, tendrá la oportunidad de representar al país en el también concurso sin sentido de Miss Universo.
Digo inicialmente sin pena ni gloria porque a pesar de que se nos quiera etiquetar como el país de los reinados, la audiencia de estos cada vez más está de capa caída en comparación con anteriores versiones. Por ejemplo, si lo medimos con indicadores de audiencia, la pasada transmisión del concurso en el canal que ostenta estos derechos (RCN) quedó con tan solo 6.6 de rating, según el portal Rating Colombia, mientras que otros programas de ese mismo horario y del canal competidor le sobrepasaron de manera abismal.
Sin embargo, y a pesar de que me gustaría hablar de la pertinencia de los reinados de belleza en Colombia, este artículo no está destinado a ello, ya que el propósito es poner de manifiesto mi punto de vista e inconformismo frente a la controversia y polémica que suscitaron los comentarios de la elegida Señorita Colombia en relación a la elección en el concurso de Miss España de una transgénero. Ella manifestó textualmente: "Miss universo es un concurso para mujeres que nacieron mujeres, sería hasta una desventaja para ella. Respeto pero no comparto". Además, hizo otro comentario ratificando sus palabras en otro medio de comunicación: "nosotras tenemos nuestro concurso y ellas tienen el suyo, pero si Miss Universo la recibe la aceptaré con todo mi cariño y el respeto que se merece".
Partiendo de estas palabras textuales, cabe inicialmente poner de manifiesto que obviamente se debe respetar el derecho a la libre expresión y opinión de las personas, no todos podemos pensar igual. Sin embargo, lo que sí puedo cuestionar es el contenido profundo de la opinión, que a mi modo hace y deja ver uno de los fenómenos y enfermedades sociales que nosotros los colombianos padecemos: la falta de prudencia, la vergonzante y descarada "sutileza" para obviar, discriminar, excluir o apartar por medio de las palabras u opiniones a los demás.
Es por ello que a mi modo ver la Señorita Colombia, como buena embajadora de la "belleza" de nuestro país, el próximo 17 de diciembre en Tailandia, en donde se realizará miss universo, pasará a la historia también como la embajadora de eso que nosotros los colombianos carecemos, la prudencia, ese valor que según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) tiene que ver con actuar con moderación y cautela. Lamentablemente los colombianos poco o nada tenemos de eso, algo que nuestra nueva embajadora nos hizo recordar.
No obstante, lo más preocupante es que le hizo recordar al mundo nuestra forma "sutil" e imprudente de manifestar descontento, discriminación y exclusión con aquellas personas que por ser "minoría" deben aceptar la negación de esa mayoría, que usando las artimañas del derecho a la libre expresión y opinión desbaratan los derechos y la integridad de aquellas personas que no tienen "embajadores" como sí lo tiene esa imprudente mayoría.
Muchos se preguntarán por qué relaciono la imprudencia con las palabras de la Señorita Colombia, si a la final ella estaba dando uso a su libre e inalienable derecho a opinar, y más porque tiene la "autoridad" de hablar del tema por el trabajo que hoy posee. De una u otra manera, como muy bien dije en uno de los apartes del texto, todos tenemos el derecho de opinar y hablar frente a una situación o tema, pero lo único que sí creo es que más allá de que podamos o no tener ese digno derecho, cabe replantearnos hasta qué momento podemos hablar, hasta qué momento nuestra opinión debe parar y, sobre todo, hasta dónde es prudente o no hablar de un tema, por más conocedor o autoridad que se sea. Al saber mucho de algún tema, ese saber debe ser la verdad o la estricta razón de lo que debería ser "correcto", "lógico" o "loable", y aún más cuando se habla de temas tan sensibles, delicados y de mayor complejidad, como lo son los de índole socio-cultural, ya que ante estos por más expertos que se considere en opinar, las variables son muchas y las consecuencias aún más.
Por lo tanto, por más experta o autoridad que hubiese creído tener la Señorita Colombia para dar su opinión sobre el tema de la inclusión de la comunidad LGBTI, y por ende la participación de una transgénero en el certamen de Miss Universo, esta no debió opinar. O en su defecto, de hacerlo, debió dar un pizca de aquello que como bien decía anteriormente nosotros los colombianos no tenemos, prudencia. Nos hemos creído expertos y autoridad en hablar de todo, así no sepamos de qué se habla, así no hayamos leído o investigado del tema o así no sea parte de nuestra posición o rol en la sociedad.
Nos creemos libres porque opinamos de todo, vociferamos de todo o de nada, criticamos lo incriticable y nos creemos autoridad en el mundo para dar palabras, cuando lo único que ha dado Colombia, sin ser traidor de la patria, es solo problemas.
Es por lo anterior que relaciono a la Señorita Colombia con la imprudencia, ya que si esta hubiese sido un poco más cautelosa y moderada, es decir, prudente, se hubiese abstenido de hablar del tema, de ser más diplomática y sobre todo de seguir el ejemplo de sus otras compañeras mises del resto del mundo, que a pesar de que pudieron conocer del tema, ser autoridad o expertas por el rol que poseen, ninguna expresó o ha expresado opinión o comentario alguno sobre este "polémico" tema, ya sea por "simple humanidad", la cultura de cada país o el hecho de que todos merecemos respeto.
Finalmente, y a modo de conclusión, le envío todo los buenos deseos a la Señorita Colombia en el concurso universal. Espero que sus palabras no se conviertan en una arma de doble filo o en un mal presagio para su competición, ya que más allá de que se esté o no de acuerdo con lo que sucede en la vida y las personas, lo que cuenta es que cada concursante y participante tendrá que mostrar sus cualidades, sus fortalezas o sus capacidades (belleza). Allí no valdrá su inalienable derecho a la libre expresión y opinión, pero de pronto o quién sabe si valdrá el derecho legítimo a ser prudente, a ser algo que a Colombia como siempre, y como muy bien lo han sabido en varias ocasiones las virreinas universales de belleza, le ha faltado.