Sus dos trenzas colgaban de sus hombros, y su rostro pálido y serio dejaba dudas de su temprana edad. 16 años parecían quedarse cortos ante la impaciente y temerosa fuerza de su mirada. Era Greta Thunberg, la activista adolescente que regalaba, y regala, su voz para hablar en nombre de la juventud.
"Los adultos dicen que hay que dar esperanza a los jóvenes. No quiero su esperanza, quiero que entren en pánico"
Su voz y el discurso hicieron temblar a quienes la escuchaban. Estaba en el exigente escenario del Foro Mundial de Davos en Suiza. Solo quería tener la fuerza que tuvo hacía unos años para pedirle a su familia que se convirtiera en vegana y ayudarle al planeta.
No era fácil entender que una joven estaba peleando por unos derechos básicos que al parecer no eran escuchados nunca. Thunberg sabe defender esos derechos, peleó por los suyos desde pequeña y también le peleó a la vida, y a su salud. A los 8 años fue diagnosticada con síndrome de Asperger (autismo leve), TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y un mutismo selectivo. Es decir, Greta solo habla cuando es estrictamente necesario.
Su voz retumba cuando decide usarla, hace eco e incomoda porque sabe que a nadie le gusta que le digan las verdades tal y como son. A nadie le gusta salirse de su zona de confort, en cambio ella lo hace siempre que tiene que hablar del peligro que corre este mundo y, sobre todo, la población juvenil que es el futuro.
La templanza de esta joven sueca inició en agosto del 2018 tras la ola de calor y los incendios forestales reportados en el país, una ola que se veía venir hacía tiempo y que nadie evitó. Thunberg decidió faltar a su escuela durante tres semanas para sentarse en frente del Parlamento, en la plaza Mynttoget, y empezar una huelga por ella misma. 'Huelga escolar por el clima', así se llamó su primera hazaña en contra del sistema. Exigía al Gobierno que cumpliera lo que él mismo había pactado en el Acuerdo de París, donde se comprometía a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.
Después de esas tres semanas, se convirtió en un hábito de cada viernes para Greta, era sagrado ir, sentarse frente del parlamento y denominar ese día de la semana como Fridays For Future, 'viernes para el futuro'. Pero ella no está sola, nunca lo ha estado, miles de jóvenes la acompañan y alzan con ella la voz tan fuerte, solo como ellos saben hacerlo. No le temen al poder, ni a los adultos, ni a los discursos opresores que ocultan el cambio climático. Greta Thunberg sabe hacer vibrar al mundo con su voz y su tenacidad. Sabe que incomoda y que molesta, no le tiene miedo a eso.
"La mayoría de políticos no quieren hablar con nosotros. Está bien, nosotros tampoco queremos hablar con ellos. Queremos que ustedes hablen con los científicos, que los escuchen, porque nosotros repetimos lo que ellos llevan diciendo décadas"
El tema climático se le metió en los huesos desde los 8 años, cuando vio el primer video que hablaba sobre este fenómeno. Fue tanto que bajó hasta 10 kilos, dejó de hablar y de comer. No quería saber de nadie. Tenía miedo. Le costaba. Le pesaba imaginarse el futuro que le iba a tocar por la negligencia de los "más grandes". "Ustedes le están robando el futuro a sus hijos", le dijo a 200 líderes que estaban participando de la cumbre del clima de Naciones Unidas, en diciembre del 2018, y no demoró en ser asertiva, serena y calmada, para denominarlos "inmaduros". No estaban siendo conscientes del riesgo e impacto de lo que su incoherencia estaba generándole al planeta.
Ha sido denominada como "vaga", "holgazana", "perezosa" y a los jóvenes que la acompañan y hacen de la huelga algo colectivo, también. Incluso Theresa May los calificó de vagos pues es un "desperdicio de tiempo que podría ser destinado al estudio". Thunberg, con su voraz forma de hacer llamados sociales sin necesidad de exaltarse, afirmó:
"Puede que sea cierto. Pero, de nuevo: los líderes políticos han desperdiciado 30 años con su inacción. Y eso es mucho peor".
Su denuncia se mueve a través del mundo. Rompe fronteras y no se cruza de brazos únicamente en un discurso. Greta no viaja en avión, le apuesta a sus palabras con hechos porque sabe que quienes más daño le hacen al planeta son quienes se mueven en la incoherencia. Esta jovencita de noveno grado le ha apostado tanto al mundo que ahora el mundo le retribuye su labor con esta causa: tal vez sea quien acoja el Premio Nobel de Paz.
Y cómo no, si este mundo lo que necesita es personas que no teman alzar la voz, incluso cuando creen que se las han oprimido por no tener "autoridad". El mundo necesita repensarse ya.