"Señores de las FARC, Señor Presidente: hagan lo que resulte necesario"

"Señores de las FARC, Señor Presidente: hagan lo que resulte necesario"

Una Cumbre de Poderes puede abrir  la senda que impida el retorno a una guerra que ningún colombiano quiere

Por: Andres Gil
octubre 21, 2016
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Contra todos los pronósticos el 02 de octubre pasado las campañas del NO por el plebiscito obtuvieron una pírrica victoria. Un shock electrizante cruzó el alma nacional, las esperanzas e ilusiones de un país listo para enfrentar el desafío de construir la paz estable y duradera que merecen las futuras generaciones, dio paso a la confusión, el dolor, el desconcierto, la incertidumbre. El sentimiento predominante era de duelo nacional, un sentimiento de vacío y desconcierto. El presidente Juan Manuel Santos, reconoció el resultado electoral, llamó al diálogo a los señores del NO y mantuvo la decisión del Cese de fuego definitivo. Las FARC reconocieron el resultado, reafirmaron su compromiso con el proceso de paz y sostuvieron la decisión del Cese de Fuego definitivo. La sociedad colombiana respiro tranquila, el Acuerdo Final suscrito el 26 de septiembre en Cartagena entre el gobierno nacional y las FARC, estaba pasando una difícil prueba, pero al país y al mundo le fue confirmada la claridad, firmeza y el talante democrático del gobierno y de las Farc para enfrentar la situación. Es inevitable preguntarse: si el resultado hubiese sido el contrario, si el SI hubiese ganado por una pequeña diferencia ¿Habrían respetado los señores del No el resultado? ¿Habrían asumido el talante democrático que hoy muestran al mundo y al país, las FARC y el gobierno nacional? Averígüelo Vargas.

El 06 de octubre se conoció el lado perverso del triunfo de los señores del NO. El gerente de esa campaña reconoció, en una confusa exhibición de cinismo y arrogancia, que habían mentido sistemáticamente para manipular a los electores, con crudeza, propia de villanos, dió ejemplos de cómo habían adelantado el fraude. La ilegitimidad es manifiesta, fue evidente a los ojos del país que el triunfo, no solo fue pírrico, fue fraudulento, fue asaltada la voluntad popular. Con escozor y tristeza presenciamos una vez más, como la frágil democracia colombiana, era violada impúdicamente. Sin que la vergüenza del fraude les importara, sin reparar en la ilegitimidad de su triunfo, con el taimado cálculo de una humildad fingida, como un trágico homenaje del vicio a la virtud, los variopintos liderazgos del NO presentaron propuestas maximalistas, que hacen pensar que buscan desestructurar los ejes esenciales del Acuerdo Final. El gobierno nacional ha manifestado su disposición de escuchar las propuestas, valorarlas y discutirlas con las Farc, quienes también han manifestado su disposición de considerarlas.

Escuchar las voces de los señores del NO, hacer el máximo esfuerzo por integrar lo que resulte posible al Acuerdo Final, es el mejor testimonio de cara al país y al mundo, del compromiso con la decisión de terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera. Los dirigentes de las campañas del NO, deben ser conscientes de la complejidad e integralidad de un acuerdo, construido para superar un conflicto de cinco décadas, que produjo ocho millones de víctimas, 265.000 muertes, 46.000 personas desaparecidas, el despojo de ocho millones de hectáreas y el desplazamiento de seis millones de personas.

Un eje esencial del Acuerdo Final es el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, una experiencia inédita en el mundo, cuya fuerza moral y ética deriva de su fundamentación en la justicia prospectiva en tanto reconoce derechos fundamentales esenciales para las nuevas y futuras generaciones, el derecho a la preservación de la especie humana, el derecho a conocer sus orígenes y su identidad, el carácter esencial y central del derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Dejar de lado la integralidad del sistema y el carácter inescindible de sus componentes sería contrario a la búsqueda de la paz y la reconciliación nacional.

Un segundo eje esencial del Acuerdo Final es la apertura democrática para la paz. Concebida para superar la tendencia a la exclusión que explica el surgimiento de todas las formas de resistencia armada desde mediados del siglo XX, el origen de las crisis de inestabilidad del régimen político y el ahogamiento de nuestra democracia. Busca abrir el país a la libertad de expresión y al disenso, al pluralismo político y la tolerancia, al reconocimiento pleno de la acción política o social a través de la protesta y la movilización, incentiva el surgimiento de una cultura política para la resolución pacífica de los conflictos. No es una apertura democrática para las Farc, es una apertura democrática para la paz estable y duradera, al abrir el régimen político. Por supuesto que implica la creación de condiciones para la transformación de las Farc, de ejército y partido a partido político enmarcado en la legalidad; transitar de expresión antisistema a expresión política y social al interior del sistema, estas consideraciones no pueden ser soslayadas, salvo que se pretenda perpetuar el conflicto.

El Desarrollo Rural Integral contenido en el Acuerdo Final, está orientado  a crear desarrollo y buen vivir en los campos colombianos, a superar un grave problema estructural de Colombia. Es muy inferior a las expectativas que tenemos los campesinos colombianos, pero muy superior a lo que estaban dispuestos los poderosos concentradores de la tierra rural en Colombia. Al asegurar unas mínimas condiciones constituye una oportunidad para sembrar paz estable y duradera. No es una reforma rural para las Farc, es una estructura de oportunidad para terminar la asfixiante tragedia que enfrentamos día a día los campesinos, indígenas y afrodescendientes. Señores del NO, es inconcebible la superación del conflicto sin esta reforma rural. No podemos reducir el más exitoso proceso de negociación política de la segunda mitad del siglo XX, a una inane caricatura que impediría el cierre definitivo del ciclo de violencia.

En conclusión, la delicada situación política que enfrenta Colombia les marca unos límites a los señores del NO: la victoria pírrica y fraudulenta, es aceptada por las grandes mayorías por generosa vocación democrática a pesar de la ilegitimidad que entraña. Señores del NO, ganaron el plebiscito, NO la potestad de conducirnos de retorno de la guerra.

Presidente Juan Manuel Santos, perdimos el plebiscito, pero no podemos perder la oportunidad histórica de la paz. El triunfo de los señores del NO, NO puede conducirnos de retorno a la guerra ni desconocer el trabajo de cuatro años para lograr el mejor acuerdo. El fallo de la Corte, no inhibe a las otras ramas del poder público. Una Cumbre de Poderes puede, en el marco de la Constitución y la Ley abrir la senda que impida el retorno a la guerra, reafirme la legitimidad del Acuerdo Final y responda al clamor de las grandes mayorías nacionales y de la comunidad internacional, no podemos ser inferiores a estas circunstancias históricas.

El resultado del plebiscito tampoco inhibe a la sociedad colombiana. El Acuerdo Final configura rutas programáticas que contribuyen a superar factores estructurales de la horrible tragedia del conflicto. Las movilizaciones desatadas por el anhelo de paz, ante la posibilidad del retorno de la guerra, anticipan las posibilidades para construir una democracia vibrante acorde con el desafío de la construcción la paz que soñamos, es también la hora del movimiento social colombiano, de la ciudadanía, de los jóvenes, de las comunidades indígenas, de los afrocolombianos, de las mujeres, es la hora de los colombianos para acallar los tambores de guerra. Comprometamos todas nuestras fuerzas en impedir el retorno de la guerra y adentrarnos en la construcción de la paz, el Acuerdo Final es una potente carta de navegación.

Señores de las FARC, Señor Presidente, hagan lo que resulte necesario, las grandes mayorías le acompañamos.

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