Soy un apasionado coleccionista de camisetas de futbol. Hace más de treinta años, comencé a comprar casacas de futbol de todas partes del mundo que he visitado, así como las que me traen buenos recuerdos sobre momentos de mi vida. Recuerdo mi año de grado por la camiseta Umbro del Manchester United, con que le ganó al Bayern la Champions del 99 en el Camp Nou. Los recuerdos de mis años universitarios están plasmados en la percha azul y dorada de Boca Juniors con la que Chicho, Bermúdez y Córdoba conquistaron todo. Con la Selección, la cual adoro y sigo desde que tengo uso de memoria, he intentado tener en el closet una edición de cada etapa desde que la sigo, inclusive antes. El buzo Umbro de Córdoba del 94 y la Reebok de Tun Tun Preciado, en Francia 1998, son las que considero verdaderos tesoros y guardo en la bóveda secreta.
Con júbilo celebré el anuncio, en 2011, de que Adidas se encargaría de vestir al combinado nacional. Con la marca alemana, la Selección había clasificado a su primer mundial y guardaba un especial afecto de cómo la camiseta roja se le veía al Pibe, Rincón, Redín y compañía. El primer diseño la casaca, con el que disputamos la eliminatoria a Brasil, tenía un diseño sencillo pero solemne, que representaban con decoro lo que es un símbolo nacional para los habitantes de este país. Valía la pena pagar su alto precio y se usaba con mucho orgullo. Con Adidas confirmamos la cábala y clasificamos a un mundial luego de 16 años. Todos bailábamos en la calle con la camiseta amarilla de las tres rayas puesta. Una vez pasó el guayabo y se presentaron las prendas que vestirían a la Selección para el Mundial de Brasil 2014 empezaron las dudas…
Los últimos modelos de camisetas que hizo Adidas para la Selección Colombia de Fútbol dan pena. Tienen unos diseños que generan muy poca empatía, son visualmente repugnantes y hacen ver a los jugadores e hinchas ridículos. Los que coleccionamos camisetas y las comparamos con las del resto del mundo sabemos que pertenecer a un mismo patrón de diseño que Adidas tiene para todo el mundo, probablemente para ahorrarse dinero. Ese ahorro no se ve reflejado en el precio el cual sigue siendo altísimo. Adidas pretende hacer una prenda que es símbolo nacional, una de las muy pocas cosas con las que los colombianos nos podemos unir en torno a, de una manera monótona y vulgar. Los directivos del fútbol, los verdaderos dueños del balón y del negocio llenan sus bolsillos con los contratos que ofrece Adidas y miran para el otro lado mientras el combinado nacional va desfilando por todas las canchas del mundo vestidos como payasos.
Ahora que se ha despertado el país político, de pronto es hora de que se despierte el país futbolero y le exija a Adidas y a los directivos de fútbol colombiano un uniforme que represente al país con la dignidad y el decoro que merece. Rusia ya dio el ejemplo no aceptó la horrible camiseta que le presentó Adidas. ¿No es posible mirar hacia nuestra industria nacional y darle una oportunidad a marcas como Saeta, Attle o Totto? Cualquiera de estas marcas está a la altura de Nike, Adidas o Puma, y por lo menos hacen el intento por salirse de la monotonía de las multinacionales que dominan el mundo de las camisetas de fútbol.