Mantener los contratos de sus empleados y pedirles a los gobiernos de turno que así lo hagan ha sido una de las banderas de varios concejales en el país, especialmente en Bogotá.
Concejales tanto de gobierno como de oposición han sido reiterativos con el llamado a la administración de mantener o renovar los contratos de sus empleados, que en su gran mayoría son por prestación de servicios. Esto con el fin de protegerlos a ellos y a sus familias en medio de la cuarentena que ha traído consigo un sinnúmero de desempleados de distintos sectores.
Por lo menos hasta el momento no se han escuchado rumores de despidos o no renovaciones de contratos por parte del distrito. Sin embargo, el panorama parece distinto en el Concejo de Bogotá, en donde se ha escuchado de despidos por parte de concejales, que incluso hacían la enérgica petición a la administración de no echar a la gente en medio de la emergencia.
Estos despidos estarían realizados a través de solicitudes de renuncia. La razón de este modelo no tendría que ver con el temor de despedir gente en momento de emergencia sanitaria, sino por el modelo de contrato de libre nombramiento y remoción, en donde es más sencillo para ambas partes una renuncia que un despido.
Es claro que cualquier empresa o entidad es absolutamente autónoma y libre de despedir o no renovar un contrato cuando lo desee, el punto aquí es la situación actual y la doble moral de nuestros “honorables gobernantes”, que como siempre dan ejemplo de predicar pero no de aplicar.
Estos son actos que dejan en entredicho la postura política de quienes han preferido en plena época de reflexión y humanismo continuar bebiendo de la copa de poder que sus puestos, dados por la misma ciudadanía, les otorga.
Aun no es claro hasta cuándo va la emergencia. Se supone que a partir del 11 de mayo todo empezará a andar de nuevo, pero la verdad es que todo aún es incierto. Lo anterior hace dudoso el momento de reactivación de muchas empresas, en donde el paisaje laboral es cada vez más complejo, aún más si a esto se suman los despidos no por crisis económica sino por motivaciones personales.
Esperemos que estos despidos no se conviertan en una epidemia, que resulte afectando a más entidades y familias, como ya lo ha venido haciendo el gravísimo brote de corrupción, que cada vez deja más contagiados a su paso y para el que no se contempla una vacuna pronta y efectiva.