Ni tampoco del presidente Santos que todo el tiempo dice que va a apoyar el deporte y –como viene siendo su costumbre– no le cumple a nadie. Si hay un directivo que se merece algún reconocimiento es Andrés Botero quien en sus 12 años en el Comité Olímpico Colombiano y en su cuatrienio al frente de Coldeportes cambió abruptamente los resultados del deporte nacional. Los números lo respaldan: en Atlanta 96, un año antes de que empezara su era, Colombia había clasificado 48 deportistas a las justas; 20 años después, en Río, la representación nacional llega a 147. Antes de la medalla de oro de Urrutia en Sídney, Colombia había ganado seis medallas. Con la que ganará el viernes Yuberjen Martínez en boxeo, en apenas 16 años, nuestros atletas han atesorado 16 medallas.
Fue idea de Botero crear el Centro de Alto Rendimiento de Bogotá y el Centro de Ciencias del Deporte lugares en donde no queda nada al azar en la preparación de nuestros deportistas. Botero fue el que convenció al siempre parco Juan Manuel Santos de invertir 1,8 billones de pesos anuales en deportes e incentivar, con 165 millones, al atleta colombiano que gane medalla de oro en las olimpiadas. Todo ese proceso lo acabó nuestro querido presidente al echar en el mes de abril a Botero por la pésima organización de los Juegos Nacionales celebrados en Ibagué. De nada valieron sus logros, Santos lo sacó por la puerta de atrás.
En su lugar puso a una reconocida politiquera que ha hecho su carrera a punta de lamboneria descarnada. El presidente ha encontrado en Clara Luz Roldán a la mandadera perfecta para manipular a los deportistas en su afán de ganar el plebiscito. La principal virtud de esta dirigente es su obediencia. Dilian Francisca Toro encontró en ella a su amanuense perfecta. Me cuentan que las llamadas de Presidencia son incesantes preguntándole de qué manera tiene que convencer a los atletas para que lleven, pintaditas en el cachete, la palomita de la paz. Es tan intensa con el teléfono que hasta al propio Santos, que es tan proclive a la sobada de chaqueta, le fastidia.
Desde ésta columna he alentado el proceso con las Farc. Mi apoyo incluso ha hecho que muchos de ustedes me tilden de insurgente. Pero no voy a aceptar, bajo ninguna circunstancia, que le vengan a meter política al deporte colombiano. Santos prefirió una lacaya que a un tipo tan competente como Botero que hasta el propio Comité Olímpico Internacional lo invitó a hacer parte de él.
Roldán no estuvo allí cuando Yuri Alvear tuvo que rifar un pollo
para comprarse un traje de judo, ni cuando Yuberjén
recogía plátanos en Urabá para comprarse unos guantes de boxeo
Nos toca tragarnos el sapo de ver a esta mujer con el pecho hinchado adjudicándose lo que no es de ella sino de los deportistas. Ni ella, ni Dilian Francisca Toro, estuvieron allí cuando Yuri Alvear tuvo que rifar un pollo para comprarse un traje de judo, no estuvieron allí cuando Yuberjén recogía plátanos en Urabá para comprarse unos guantes de boxeo, ni ella ni Santos, ni ningún otro político hizo nada cuando entre las Farc y la AUC acabaron Zaragoza, el pueblo de Óscar Figueroa, el pesista medalla de oro. Asco da que esta gente trate de apropiarse de los logros de los deportistas. Asco las declaraciones, las atribuciones, el abuso y la re-victimización que le dan esos políticos a nuestros héroes al quitarles los logros, al minimizarlos.
Disfrutemos de estas medallas porque, como vamos, las de Río de Janeiro serán nuestras grandes últimas olimpiadas. Con Roldán a la cabeza el deporte colombiano volverá a los amiguismos, a los despilfarros, al olvido y al escándalo. Los coliseos de pesas seguirán vetustos, como los gimnasios de boxeo, como las canchas de softbol. El proceso, que iba bien, se ha frenado abruptamente.
El costo político que trae la paz también va a afectar el deporte.
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