Las recientes expresiones de María Fernanda, a propósito de la acción permanente de los estudiantes por defender la educación pública, son una muestra más de la gigantesca diferencia que hay entre su líder y los borregos. Hasta ahora su movimiento político nos ha estado revelando que en su interior no piensa más de una persona. Al percatarse de ello, con razón es que llegan a considerarlo un ser superior.
La expresión concisa de María Fernanda, con una asociación de nombres que Gabriel García Márquez alguna vez satirizara en Cien años de soledad, es ¡vayan a estudiar vagos!, de la cual ella no entiende qué es lo que está diciendo, como podría demostrarse.
Realizar una protesta social no es una labor de vagos, sino es un trabajo político tan elemental y valioso como obtener votos en una elección de cuerpos colegiados, pero todavía mucho más importante. La protesta social es una conquista de la humanidad y un producto de su evolución política. No hay forma de entender la modernidad sin este hecho por demás protuberante y esencialmente lírico de la humanidad. Que la gente se asocie multitudinalmente, desapareciendo como individuo, no es un acto casual y anecdótico. Además de lírico, es dramático, aunque María Fernanda al empujarlo, y negarlo voluptuosamente, quiera convertirlo además en trágico. Alta dosis de altruismo y de conocimiento científico social se deriva de la ambición cognitiva que una manifestación social callejera representa.
La calle misma es una construcción social y tal como está hoy día diseñada sirve más para la movilización del capital, que para la construcción social de capital humano. Y eso es lo que le duele aunque no creo que sea consciente de ello en tanto significa el olvido de su estirpe. El otro tema es que María Fernanda sería tan terca y obnubilada creyendo que solamente se estudia yendo a clases. Esto es tan absurdo que no merecería comentarse, sin embargo, demuestra que María Fernanda jamás ha estado en ninguna escaramuza social en donde aprender signifique incluso jugarse la vida. Ella ignora el riesgo estudiantil, pero cree que puede propiciar el terror gritando tonterías. Además, se pudo ser una vaga fingiendo haber ido a clases.
Hoy el proceso cognitivo generado por la avanzada capitalista obliga a que el ser humano promueva inteligencias múltiples, es decir, ejercite sus inteligencias emocionales. Ninguna trinchera es mejor para ello que la lucha social, que es donde se va a dar el combate decisivo cuando esos estudiantes intervengan en una producción social más activa. María Fernanda estaría intentando que los estudiantes sean más que tarados, ignorantes del beneficio de la calle. El estudiante yendo a clases no experimenta la calle, ni siquiera cuando la deambula, menos cuando hace uso del transporte urbano. El estudiante aprende la calle cuando la usa como instrumento de su libertad al solicitar una petición legítima, constitucionalmente avalada y protegida en todas las legislaciones del mundo.
En medio de esa escuela que es la calle, y de la puesta en escena de las inteligencias emocionales el estudiante capta que su aprendizaje mayor no ha estado jamás en el aula, cuando salga a vender su propia fuerza de trabajo o las mercancías que logre producir en cualquier fase de su desarrollo profesional.
Es un hecho real y concreto que la educación pública ha venido siendo atacada hasta el punto que sus propias instalaciones, cuando merecen ese nombre, se están cayendo a pedazos, de manera que estar en clases puede significar un peligro mayor que el que podría representar la protesta social donde una confrontación policial acarrearía la muerte. Y huir de la muerte no es un delito. O preferiría María Fernanda que los estudiantes dejaran que los edificios les cayeran encima, siendo que se percatan de ello cual peligro inminente. Pero también las instalaciones de la supraestructura pedagógica, curricular y administrativa que se cae a pedazos producirían la muerte por pérdida de la productividad del futuro egresado.
Todo eso parece pasar desapercibido para la nefasta consigna de María Fernanda. Y de dónde proviene su obcecación. No parece aventurado decir que tan inusitada maldad proviene de hacer parte del uvismo una componente política de nuestra realidad que intentamos clasificar según sus propiedades.
Se puede demostrar que el movimiento político del que hace parte ahora está en la uva, es decir, en una fase de la presupuestaria política en que pudieran devolverse y repartir los favores electorales según sea la capacidad de vociferación tal que la marmaja conlleve una determinada composición. A la fase clientelista política, básicamente electoralista, sucedería la política posesionaria que es asunción del poder; luego pasaría al uvismo una de cuyas fases importantes es la presupuestaria política concretada en sus metas en la política slbaricoque; donde el principal ingrediente es encontrar la fórmula lingüística para disfrazar la degustación de la mermelada.
Si a esa degustación se le niegan cinco billones de pesos hacia la educación superior es posible que eso gravitara contra otras partidas donde fuera más fácil disfrazar la mermelada con albaricoque.
Ningún ciudadano en Colombia es lo suficientemente bobo como María Fernanda pretende convertir a los estudiantes para no darse cuenta que ella no está velando por algún afán altruista, pues su consigna nada propugna a cambio. No ha dicho ¡estudiantes déjennos trabajar que en su momento proveeremos lo que necesitan!
María Fernanda no puede decir eso primero porque no le sale del corazón reconocer al pobre que estudia en la universidad pública y segundo porque ella no está trabajando, más bien está entrabando la mayor o menor inteligencia de su partido para manejar la situación.
María Fernanda, no sea vaga, póngase a trabajar y consiga la plata que las universidades necesitan para que los estudiantes regresen a clase sin el peligro de que los edificios les caigan encima y los pénsumes académicos terminen por matar la productividad que el mayor saber engendra en la evolución de ese capitalismo que tanto adora. María Fernanda, mire que su nombre es un personaje inmortalizado en la novela de Gabriel García Márquez.
Pero será que nada de esto sabe María Fernanda. No lo creo si es que proviene de vieja estirpe.
Recuerdo esta hazaña: “José María Cabal había salido derrotado de esa ciudad un año antes. Durante ese tiempo, caminó y cabalgó más de 1.400 kilómetros en el circuito Popayán - Cartago - Ibagué - Santafé - La Mesa - Neiva - La Plata, regresando de nuevo a la Ciudad Blanca, al comando de la vanguardia triunfante de las tropas republicanas, para clavar otra vez las banderas patrias en el territorio tantas veces por él disputado”.
Cito también: “Nariño y Cabal habían sido amigos y compañeros de prisión en el famoso proceso que les había instaurado la corona española, 19 años antes, en 1794, por haber publicado y traducido juntos los derechos del hombre, por lo cual habían sido enviados a las cárceles de España”.
Más adelante encuentro:
“Al gran grupo de combatientes que llevaba Nariño, lo acompañaba otro de mujeres conocidas como Las Voluntarias: un séquito conformado por novias, amantes, cocineras, madres y hermanas de los soldados, algunas encargadas de dar aliento emocional y soporte espiritual a sus hombres y otras para aliviar la libido de los combatientes, que parece exasperarse con el fragor de las batallas”.
José María Cabal recorrió en funciones revolucionarias miles de kilómetros de la patria colombiana, con libido a bordo, agregando que la soberbia travesía ideológica todavía fue más profunda, exquisita y peligrosa. Entonces, ¿de qué se horroriza María Fernanda si esa sangre corriera por sus venas?
En vez de intentar detener la protesta estudiantil, María Fernanda debería unirse a ella, pues los estudiantes son quienes portan ahora la bandera de Nariño y de José María Cabal y están andando la patria para ello. Irrefutablemente.
Notas: Las citas son tomadas de José María Cabal, ¿un patriota vallecaucano condenado al olvido?. Con descendientes así, sobran enemigos de su memoria.
Posdata. Cuando ya este artículo estaba escrito, el presidente, aupado por María Fernanda, ha propalado que para este año no hay más plata para la educación. Ella abrió la brecha para que el otro metiera la cabeza: lo dicho, en ese movimiento solo piensa una persona.