Por estos días escuché en la radio una entrevista que le hicieron a Rafael Nieto, abogado y político del Centro Democrático, quien argumentó una propuesta de incluir en la política y administración de Iván Duque otros partidos como Cambio Radical y el Partido Liberal.
Se le preguntó por qué no incluir mejor algunos de los sectores sociales que actualmente manifiestan inconformidades desde el 21N y defendió su idea estadísticamente: quienes han salido a las calles representan aproximadamente el 1% de la población votante, mientras que a Duque lo eligió en las urnas el 54%. Esto significa, según él, que los grupos marchantes no representan lo suficiente para tenerlos en cuenta en las decisiones políticas de la Presidencia, porque “así es el juego de la democracia”.
Teniendo en cuenta el contexto de paros y movilizaciones que pronto cumplirá un mes, Duque también reduce las protestas a cuestiones de vándalos o a marginar a los grupos sociales diciendo que ellos están motivados a salir a la calles por premisas falsas o desconocimiento total de razones. Su gobierno y simpatizantes, han sido más que indiferentes a los miles de manifestantes, tanto, que en un ambiente de tensión social, propone iniciativas de quitar la carga del IVA tres veces al año; muchos nos sentimos de regreso al colegio con nuestros personeros.
El panorama en Colombia realmente es complejo y de suma gravedad, como lo es también en la mayoría de países de América Latina; vamos finalizando este 2019 con una epidemia de malestar social y situaciones lamentables a causa de las movilizaciones.
Sigamos con las cifras
El 21N salieron aproximadamente 207.000 marchantes según la Policía Nacional… Discrepo y corrijo, olvidé que fue un número calculado por la Policía; la cifra estimada de marchantes solo en Bogotá, Medellín y Bucaramanga, suma 446.549 personas, según la lógica de la herramienta MapChecking, (basada en Google Maps) inspirada en la teoría del periodista Herbert Jacobs, quien diseñó una manera sencilla de calcular cuántas personas asistieron a una manifestación contra la guerra de Vietnam en 1967.
En ese ejercicio no se calculó Leticia, Florencia, Valledupar, Cali, Barranquilla, Villavicencio, entre otras ciudades. Cuando hay intereses políticos, la importancia del cálculo multitudinario toma peso. Lo que ha hecho el gobierno, sus instituciones, simpatizantes como Nieto, etc., es asumir indisposiciones y contra-argumentar el sentido del paro, reduciéndolo a marchas sin importancia. No escuchan.
Estamos en la mira internacional como lo está casi toda América Latina. Particularmente el gobierno de Duque está desaprobado por un 69% según un estudio de Invamer; una cifra alta que contrasta con el 54% de votantes que orgullosamente ostenta el Centro Democrático.
Dicha desaprobación y el malestar de las personas que salen a las calles, no es una conspiración anarquista de la izquierda o del Foro de Sao Paulo, para intentar desestabilizar las democracias del continente como estúpidamente lo opina Álvaro Uribe Vélez. Es un gobierno creativo, (y no por la Economía Naranja) que busca a cualquier precio deslegitimar las protestas e ignoran los rostros que enfrentamos la crisis real que padece el país: campesinos, mujeres, indígenas, artistas, ambientalistas, estudiantes, profesores, animalistas, activistas, trabajadores, víctimas y por ahí sigue la lista.
Más allá de las 13 peticiones del Comité del Paro, existen razones esenciales para reclamar y exigir sobre el panorama colombiano: hay 2.5 millones de desempleados; a nivel nacional el 27% de las personas están en pobreza monetaria y el 7,2% de la población en pobreza extrema.
Los niveles de corrupción a la fecha, según Monitor Ciudadano, ha identificado 327 casos, lo que corresponde a 17,9 billones en pérdidas por este repugnante fenómeno; la violencia que históricamente hemos vivido, nos ha costado 300 mil muertes por el conflicto armado según el Centro de Memoria Histórica; y, 702 líderes sociales han asesinado desde la firma del Acuerdo, según Indepaz. Un vil escenario.
Quienes están en la administración actual del país y en el poder rechazan cualquier idea distinta a su corrupta conveniencia, por eso, les seduce un solo mecanismo: la represión. La Policía Nacional junto con su Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) y el Ejército Nacional, son la evidencia instrumentalizada de un Estado enfermo, abusivo y asesino.
A Dilan Cruz lo mató el Esmad con una munición de impacto, gozaba de libertad hasta que se la arrebataron. Brandon Cely no era libre; servía en el Ejército y apoyaba el paro, por esto fue intimidado y decidió acabar con su vida. Julián Orrego salió motivado a marchar por su educación y salud de su mamá, manipuló artefactos de explosión y murió cegado por el camino condenable del resentimiento y violencia; su madre desempleada 3 años y víctima del mal sistema de salud, también murió de cáncer.
¿Seguimos recordando con cifras de qué hablamos, viejo?
El Ejército reportó 12 “bajas” de la disidencia, pero tímidamente y con cobardía no reconocía el asesinato de 8 o 9 menores de edad bombardeados en Caquetá. ¿Más casos? Yuliana Samboní, de a poco se va quedando en el olvido, sus padres siguen con la herida abierta, haciendo parte de la estadística de pobreza y viviendo en uno de los departamentos más violentos: el Cauca.
¿Otra cifra? Medicina Legal y Ciencias Forenses practicó 26.065 valoraciones por presunto delito sexual de las cuales 22.794 corresponden a niños, niñas y adolescentes equivalente al 88%. Y para complementar, la violencia contra las mujeres aumentó de 20.072 casos a 22.304 (esto hasta principios de año). Hay que darle la trascendencia a “Un violador en tu camino”, performance de Las Tesis que denuncia la impunidad a los asesinos y violadores y recorre las plazas del mundo.
Como parece que no es suficiente para el gobierno, el paro no para en el día, continúa en la noche con los cacerolazos. El 21N y 22N en Cali y Bogotá hubo toque de queda y pánico colectivo por fake news y rumores en redes sociales de saqueos a los hogares. Sin embargo, hubo videos que ponen en evidencia a la misma Policía quienes bajaban de camiones a personas civiles y corrían con intenciones de hostigamiento. La dudosa explicación de esta institución fue que “acercaban esas personas hasta su lugar de residencia ya que había pasado la hora del inicio del toque de queda”. Espero haya sido un chiste.
Otros ejemplos de irregularidades y abusos del Esmad
Una mujer golpeada en la cara por una patada en Bogotá, el momento lo fotografió Héctor Zamora de El Tiempo. También en Bogotá, cuatro uniformados golpearon brutalmente con bolillos a Diana Rocío Pinzón hasta dejarla inconsciente. En Manizales un menor de 17 años fue golpeado en la cabeza por un policía. Y el más reciente: en la madrugada del 11D, en la Universidad Nacional, una mujer fue subida a la fuerza por el Esmad en un vehículo particular que al momento de los hechos no era identificado, era un carro fantasma, ¿a dónde la llevaban? ¿Por qué la raptaron y por presión ciudadana la sueltan? Argumentaron que por temor no siguieron con el procedimiento, pero no son justificaciones sólidas, pareció más un secuestro que un protocolo de detención.
No solo son casos, no solo son cifras. Somos personas violentadas, asesinadas, reprimidas y estigmatizadas por políticos y fuerzas militares. Tenemos una lucha con reglas de juego injustas: unos con pancartas, plantones, cacerolazos, performance, cantos por Colombia, vinagre para los gases y la fuerza de los sueños, contra los que tienen escudo, protector corporal y fuerza bruta.
Hay mucho peligro y miedo en las calles de Colombia. Cuidado con los delincuentes, el Estado y la Policía (discúlpenme la redundancia).