Señor presidente:
Tuve la oportunidad de conocer su despacho presidencial cuando usted estaba de excursión en Roma —cual paseo de olla— con toda su familia.
Allí vi colgada la fotografía de mi padre encima de la del suyo. En aquel momento me emocioné, pues pensé que la reunión con su equipo jurídico significaba que, cumpliendo el precepto constitucional que lo obliga a hacer respetar la ley, iba a sujetarse a lo ordenado por la Constitución Nacional al eliminar el acto presidencial que, sin respetar las normas legales que rigen la expedición de decretos ejecutivos, fue suscrito en forma ilícita por su mentor, el señor Álvaro Uribe Vélez, suprimiendo así todas las leyes y decretos expedidos para proteger y divulgar el legado ideológico de mi padre.
También tiene usted varias imágenes en yeso de María Auxiliadora (Maria Auxilium Christianorum), figura que ofende la esencia misma del significado y vida de la madre de Jesús, que educó a su hijo para amar al prójimo, mientras que, traicionando ese mensaje, la nombraron patrona de los cristianos para defenderlos, a muerte, de los musulmanes y de los bárbaros. Basta que consulte en Wikipedia.
Pero después entendí que esa mezcolanza de imágenes que adorna su despacho y que, entre otras, pone a mi padre al lado de Mr. Lleras, es tan solo una exhibición de super stars, sin que medie ideología o pensamiento alguno. Tal vez pronto tendremos a Maluma, a James, o a cualquier figura connotada de la farándula.
No puede usted tener a mi padre, cual icono carente de significado, mientras evade el cumplimiento de la Constitución que le ordena hacer cumplir la ley, cuando la Universidad Nacional, que en la actualidad detenta discriminativamente mi casa natal, a nosotras, la familia directa de Gaitán, nos prohíben la entrada.
Además, mantienen en total abandono el complejo arquitectónico cultual, llamado El Exploratorio, que debía estar consagrado al desarrollo de una cultura participativa, mientras alegan que carecen de dinero para mantener abierta la Casa-Museo y en condiciones decentes su funcionamiento.
Se queja la universidad de falta de dinero, pero acapara monopólicamente el Monumento Cultual a las ideas de Gaitán, que no es “culto a la personalidad” sino instrumento dinámico para poner en práctica sus ideales.
¿Por qué, entonces, no quieren entregarle la dirección y el manejo a los gaitanistas, que no solo tenemos el derecho sino que tendríamos cómo financiar su funcionamiento y la terminación del monumento ideado para poner en práctica el papel del pueblo en la vida nacional?
Señor presidente, en aras de la coherencia, le ruego que descuelgue la fotografía de mi padre de su despacho y retire las imágenes de María Auxiliadora.
Mientras usted se reunió con los rectores, negándose a hablar directamente con los universitarios —estudiantes y profesores— mi padre, en cambio, el 26 de abril de 1947, cuando ya era el político más poderoso del país ad portas de ser elegido presidente de Colombia, respondió públicamente al pliego de peticiones presentado por los estudiantes de la Universidad Nacional, haciendo énfasis en aquello que los universitarios pedían: “vinculación de la Universidad a los problemas nacionales”, yéndose de frente contra las directivas, refiriéndose al rector como “un socialista de nómina, un tranquilo burócrata, un cazador de sueldos” y añadiendo que “bien pronto se rodeó de una “clique” de estudiantes y profesores, entre quienes se comparten los sueldos y las dignidades”. Y termina diciendo: “… Ahí están los propios estudiantes en huelga, que piden un retorno de la Universidad hacia su verdadera orientación. Hacia una orientación nacional, popular, actual, a la altura de su tiempo. Y ya es hora de que la Universidad abra sus ventanas, sus limpios cristales, sus bruñidas puertas, no hacia los prados verdes del parquecillo artificial: ¡hacia la tierra colombiana, hacia la arcilla amarga que está afuera, hacia la Colombia lacerada y oprimida que vive ahora el pródromo de una necesaria revolución democrática!”[1].
¿Firmaría usted estas palabras de mi padre? ¡Claro que no! Entonces descuelgue su fotografía que es mera ostentación de un prestigio ajeno que usted no tiene, ni merece. O bien, cambie de rumbo y demuéstrenos, como lo habría querido su padre, que su gobierno es mucho más que un show.
[1] Gaitán, Jorge Eliécer. Escritos políticos. Selección y prólogo de Gloria Gaitán. El Áncora Editores – Panamericana Editorial. Bogotá, 2002