Crecí leyendo literatura. Supe de la tragedia por mi padre con quien aprendí a leer en voz alta y alcancé a oler los lugares donde Hitler puso su mano infame. Conocí la obra de Andrés Caicedo y pensé que no había caso seguir después de los treinta. Un día cumplí cuarenta años y no había hecho nada. Como si fuera una maldición, estaba viva y debía seguir en medio del horror. Aquí estoy, tengo 63 años y en mi cuerpo está resumido mi país, porque me siento eso, mi país, porque me duele en cada respiración que me permite el día siguiente. Las cifras son alarmantes, asistimos desde antes de todas las cuaresmas de siglos perdidos, al asesinato de líderes sociales, a los ajusticiamientos extrajudiciales, a ver cómo son acribillados los excombatientes de las FARC con quienes se firmó un acuerdo de paz. Y ahora, un virus.
Soy una colombiana que le pide al señor Duque que reconsidere su permanencia en el cargo, que algunos equivocados le dieron. Soy una persona que vive con un salario mínimo y no tiene que pedir perdón, los que piden perdón son los católicos, quienes en el atrio de las iglesias le quitan la cabeza a los que les “caen gordo”. Le pido señor Duque, le suplico, por favor, sea decente, no queremos ineptos como gobernantes. Si se respeta un poco, o un poquito, hágase a un lado. Hágalo por consideración con las personas honestas, que somos muchos y que sentimos orgullo de esta tierra que nos alimenta.
No sé cuántos, pero algunos, como yo, estamos cansados, ni siquiera con una pandemia, usted ha tenido misericordia. Le sugiero: tome un curso donde le hablen de sentido humanitario, no mejor, un seminario donde le digan que es un ser humano y después haga lo que quiera, pero por favor, se lo suplico no más, renuncie. Usted simula ignorancia, pero siento que nos subestima, juega, como muchos gobernantes han jugado, manipula. Pero no tiene inteligencia, es fácil reconocer en usted al que escribe con la derecha el horror, sin saber que quien escribe las nuevas rutas en mi país, lee con los ojos abiertos y no tiene ni derechas ni izquierda, solo los sentidos en alerta.
Después de muchos años, cuando la pandemia haya terminado y en la boca de los muertos, su nombre, señor Duque, se haya olvidado, no habrá un lugar para su tiempo ni para el de nadie, porque todo será polvo y olvido.