Le escribo como un ciudadano de a pie que no se siente comandado; las calles, los campos y ciudades, carecen de liderazgo institucional, rebosan en caos, indisciplina, desorden y la inseguridad rampante, que el sutil estilo de su gesta atribuye a la herencia maldita del anterior gobierno.
Con entusiasmo democrático voté por usted, con la certeza que potenciaría la capacidad de la institucionalidad y que alejaría el fantasma del agujero negro que produciría, la inútil ingesta de la “lucha de clases”. Con el mismo derecho democrático hago parte del 50 % de colombianos que apoyamos el proceso de paz firmado con las Farc.
Sus metas en consonancia con los pilares de gobierno: Legalidad, Emprendimiento y Equidad, hasta hoy, son casi intangibles; la autoridad civil no ejerce el mando; hace mucha falta que cumplan con su deber constitucional; casi no se ven; y que no se vean, debería ser la tónica, pero cuando vivamos en un país más coherente, con menos distancia entre la planificación de la política y su ejecución, cuando confiemos plenamente en las autoridades, cuando se disponga de una mejor ciudadanía titular de derechos, pero responsable de sus deberes.
Sobre el camino que su gobierno ha recorrido, las tribunas de opinión hierven entre barricadas y trincheras, desbordan lenguajes cargados de odios y artillería pesada en irrespeto, producto de la dolorosa división nacional que dejó el acuerdo de paz con las Farc y de su incapacidad para unir lo dividido.
Las decenas de movilizaciones en alistamiento, para reactivarse con fuerza después del Domingo de Resurrección, así como las aspiraciones de quienes legítimamente no apoyan su gestión, harán ingobernable sus cuarenta meses de gobierno restantes. De no lograr establecer consensos con la oposición, reconstruir la confianza entre todos, romper el espejo retrovisor que usa para opacar incompetencias, si no logra avanzar en los diálogos improbables, el país seguirá entre el péndulo de la pasión y la muerte.
Usted sabía que el país estaba dividido en dos mitades: ¿por qué no ha hecho más para reducir tan profunda división?; pese a las entendibles razones políticas de su partido, un gesto de grandeza no se le niega a nadie; debe usted reconocer de cara al país, que el proceso de paz con las Farc, pese a todas sus imperfecciones, ha sido el hecho político más innovador y atrevido del último siglo en Colombia.
Al menos señor presidente, debió comenzar por el principio en cada espacio frente a los colombianos, en cada uno de sus aplaudidos talleres “Construyendo País”, para que la mezquindad con la que condenamos la política, cambiara en nuestras mentes, con un SÍ existen formas éticas de gobernar: reconocer lo bueno que hizo su antecesor, era un gesto necesario y noble, que no pelea con nadie.
A pesar que sus copartidarios intenten lapidarlo, no se llenará su cara de vergüenza, si tomara suficiente café, con quienes furiosamente lo embisten, por su cicatería para implementar lo acordado.
La confianza se construye con la puesta en marcha de los diálogos improbables; si en La Habana se superó un diálogo improbable; hoy en el país hay cientos por superar; debe servirse del mejor café del mundo en las mesas de negociación de todas las regiones de Colombia, y poner a volar la imaginación moral: “que mis nietos y los nietos de mis enemigos, vivan en completa paz”.
“Los diálogos improbables, son como los sueños imposibles: el rol de la imaginación moral es poner en marcha la materialización de posibilidades que no son imaginables en los términos actuales; nos llaman a estar más allá de las cosas que son aparentemente visibles; ayuda a trascender, mientras seguimos aun viviendo en ello”; eso lo escribió el profesor John Paul Lederach, en su obra: La imaginación moral.
En Colombia, “la guerra se debe a la carencia de palabras y a la dificultad que muchos tienen de expresarse para lograr acuerdos sobre las diferencias. La paz no puede ser vista como mera derrota de unos y victoria de otros. Toda transición implica una creación de nuevas realidades que requieren innovaciones”; eso lo ha reiterado el profesor Antanas Mockus.
Por tanto señor presidente, hay que hacer todo lo posible por unir el país; si bien es cierto, que la Justicia Especial para la Paz, no goza del afecto de la mayoría de quienes NO apoyan el proceso de paz con las Farc; ¿qué tal hacer lo que podría parecer políticamente incorrecto: promover nuevos magistrados de los sectores políticos que desconfían de la JEP, incluir en su gabinete funcionarios de la oposición, pactar con las notables fuerzas de centro izquierda y tender puentes de confianza con las fuerzas políticas que se le están oponiendo?
Los colombianos deseamos que a nuestro gobierno le vaya muy bien, para que a todos nos vaya bien; necesitamos un comandante para todos y no para una sola fanaticada; necesitamos un presidente que pueda avanzar en lo fundamental: unir el país, desarrollándolo para bienestar de todos, y que tome la distancia suficiente, de ese país que quiere vivir entre la pasión y la muerte.
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