"Señor presidente,
le he escrito una carta
que quizás leerá
si tiene tiempo".
El desertor, Boris Vian.
Presidencia de la República de Colombia
Señor presidente Iván Duque:
Hace unas semanas La Paz, el documental que hicimos con mucho esfuerzo, fue premiado por el público en la edición 59 del Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias. Mientras tanto, usted objetaba la ley estatutaria de la JEP dejándonos en un limbo. Mientras La Paz ganaba en Cartagena, perdía en toda Colombia. Ese mismo limbo lo pude observar en el 2016 cuando quise intentar comprender el vértigo que generaba la llegada de una paz incierta a los campamentos de las Farc. Es por esta profunda preocupación que me permito enviarle esta carta.
Me siento en la obligación de poner a su disposición y a la de todos aquellos que tienen el poder institucional y el deber cívico de tomar decisiones este documental. Tengo una deuda con los seres humanos que me contaron sus historias, algunas tan duras como cuestionables. Más allá de ser la encarnación del bien o del mal, fueron ellos quienes me permitieron crear este documental que se convirtió en guardián de sus confesiones íntimas. Yo esperaría que usted, en su condición de máximo jefe de la nación se interesara por estos colombianos. Estas personas siempre fueron víctimas de la propaganda oficial que nos obligó a odiarlas o víctimas de la propaganda subversiva que pretendió hacerlos ver como héroes idílicos. Pongo a su disposición mi documental La Paz que se escapa de estos dos esquemas para encontrar un lenguaje universal donde todos nos podemos reconocer e identificar: el lenguaje de la reconciliación.
Tanto usted como yo hicimos parte de la diáspora colombiana. Muchos colombianos dejaron o se vieron forzados a dejar el país debido al conflicto en busca de un mejor futuro. En su caso y en el mío el destierro fue voluntario gracias a nuestra posición social que nos permitió estudiar y trabajar en el exterior. Creo que en esto nos parecemos. Ambos vivimos muchos años fuera del país, alejados del conflicto. Desde ese balcón vio usted la oportunidad de volver para ser senador y luego presidente. Desde ese balcón, vi yo la oportunidad de documentar la transición de la guerra hacia la paz. Fue así como viajé por Colombia. En la Gabarra metí mis pies en el río Catatumbo cuyo color confundí por momentos por el de la sangre. Caminé por las fronteras invisibles del distrito de Aguablanca donde jóvenes de mi edad se enfrentan cotidianamente, sumidos en ese vórtice que es el micro tráfico. También caminé por Bojayá. ¡Qué sensación agridulce y vertiginosa da cuando uno baja del balcón para intentar sentir a pie todos los matices del conflicto! No digo que sea fácil ya que requiere desaprender y dejar a un lado los prejuicios. A mí me curó la claustrofobia y la amnesia. El conflicto no solo existe, sino que usted con sus decisiones lo está nuevamente acrecentando.
Las únicas armas que tenemos nosotros los artistas y cineastas son la desobediencia civil y la deserción, eso sí, poética y pacífica a través de nuestras obras. Mientras nosotros buscamos la unión, usted busca separarnos. En esa conversación desgastada y esquizofrénica de la polarización, con sus alcantarillas que día a día se cristalizan en las redes sociales, nosotros los artistas privilegiamos siempre el diálogo. Hace unos meses me dirigí a usted preguntándole por Twitter si había pasado la calle a ver la exposición El Testigo de Jesús Abad Colorado en el Claustro de San Agustín. De esa pregunta, solo quedó el silencio. Le pido, presidente, que baje de su balcón y, a pie, intente acercarse a todos los que sí vivieron el conflicto en carne propia. Lo invito a ver La Paz y a que sus historias le sirvan para ayudar a continuar reflexionando sobre la construcción de una sociedad pacífica. Para mí, la grandeza de un presidente consiste en ver primero a todos los colombianos como seres humanos sin importar su bandera política.
Señor presidente, no obedeceremos, no iremos a la guerra.
Cordial saludo,
Tomás Pinzón Lucena.