La burbuja de twitter marcaba ayer una indignación absoluta por las declaraciones del ministro de Defensa justificando el asesinato en un bombardeo de varios menores de edad que estaban en el campamento de Gentil Duarte en las selvas colombianas. El que Diego Molano, exdirector del ICBF, afirme que esos niños son “máquinas de guerra”, crispó los nervios de los tuiteros más influyentes. Sin embargo, la Colombia real, esa que está afuera y de la que perdemos perspectiva, aplaudía y respaldaba la decisión del gobierno de acabar a sangre y fuego a las disidencias de las Farc. Para ellos, que al fin y al cabo son mayoría y eligen presidente, no hay otra forma de acabar con “los bandidos” que darle plomo y ventiado. Si unos niños estaban ahí con los hombres de Duarte, de malas, “¿quién los manda a ser pobres y reclutados?”.
Me critican por hacer generalizaciones pero sería desconocer la realidad negar que la gran mayoría de los 10 millones que votar por Duque lo hicieron porque querían que se les diera plomo a la insurgencia. Para muchos es una gran desilusión que el presidente no detuviera y ejecutara a Timochenko, Losada y compañía. No solo querían que se hiciera trizas el acuerdo de La Habana sino que se pusiera frente al pelotón de fusilamiento a los jefes de las Farc.
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Los 10 millones que votar por Duque lo hicieron porque querían que se les diera plomo a la insurgencia
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Para los uribistas más fieles Duque es un mal presidente porque fue un blandengue. Ellos querían guerra, guerra con Maduro, guerra con las disidencias, con Santrich y con Márquez, guerra con todos pero no con el Cartel de Sinaloa que domina el sur del país, los mafiosos para buena parte de ese sector de la población son respetables, al menos son anticomunistas y eso les basta para adorarlos. Por eso la bodega uribista, cuando posiciona “NiUnPasoAtrásMinistro” interpreta a los millones que no están en la burbuja de twitter y vieron con muy buenos ojos que los aviones de guerra volvieran a vomitar bombas. Para ellos gobernabilidad es un campo rociado con napalm. No los culpen, ellos solo son el resultado de un plan ejecutado desde hace siglos contra los colombianos más pobres. Al negarles cualquier tipo de instrucción dejan que sus corazones se pudran. Solo responden a estímulos. No hay mayor subidón de energía que tener un presidente recio, que parezca un capataz. Por eso la figura política más importante del siglo XXI en Colombia es Álvaro Uribe.
Uribe podrá estar muy desacreditado en redes sociales y en las universidades, pero para el país verdadero sigue siendo el patriarca que ordena y manda y se le obedece. Los bombardeos, los enfrentamientos, arreciarán de acá al 2022 porque en Colombia el populismo no se hace entregando casas o mercados a los más pobres sino dándoles muertos. No importa si son muchachos inocentes a los que disfrazan de guerrilleros, nada más votos en Colombia que la sangre, que la guerra. ¡Pobre de aquel candidato que hable de procesos de paz, de mesas de diálogo! Solo Santos pudo ganar una elección prometiendo la paz, lo hizo gracias a la ayuda inestimable de Ñoño y Musa. Solo con una pequeña ayuda de los amigos se le puede ganar una elección a Uribe.
Y lo van a ver en las próximas encuestas. Duque, el muchacho más de buenas del mundo, el que se encontró a los 44 años con una presidencia, el que estaba acorralado por la protesta social y por su propia incapacidad cuando estalló la pandemia y no solo quedó atornillado en el solio de Bolívar sino que tiene hasta un programa diario de una hora, tendrá la imagen en alza gracias a la muerte de doce menores de edad. Diego Molano será el Ministro estrella. El pueblo, mugroso, aplaudirá y tendrá un deseo más : “Señor presidente, denos más sangre, para eso votamos por usted”.
Los bombardeos, los enfrentamientos, arreciarán de acá al 2022 porque en Colombia el populismo no se hace entregando casas o mercados a los más pobres sino dándoles muertos
