No sé cómo dirigirme a usted: si llamarlo Bill o señor Bill Gates. Sé que usted es un hombre admirable, no por sus millones de dólares, sino por lo que ha hecho por esta humanidad podrida, en la que muchos seres humanos solo conciben esta vida si llenan sus estómagos antes que los demás.
En cambio usted ha mostrado desde siempre un corazón inmenso por los que no tienen, y por este motivo le escribo esta carta abierta después de ver su documental en Netflix, Inside Bill's Brain, sobre sus trabajos de filantropía en medio mundo.
Me voy a soltar en esta carta Bill, disculpa la confianza y el atrevimiento, pero necesito que mis palabras te toquen las fibras para poder hablarte con absoluta sinceridad de un tema que desde niño siempre me ha perturbado, y que a mi edad, ya no soy un chico, sino más bien un "viejoven", todavía me quita el sueño.
Hace poco estuve en mi tierra Santa Marta, una ciudad turística al norte de Colombia de donde es Carlos Vives y Falcao (quizás hayas oído hablar de ellos), pero en un recorrido de Barranquilla a Ciénaga, volví a ver esa escena que, como te dije anteriormente, me hacía sentir miserable como ser humano. Y esa escena era ver cómo la miseria, la mierda y la pobreza, seguían consumiendo un pueblo de más de 20.000 habitantes llamado Pueblo Viejo.
Te hago una cronología Bill para que entiendas por donde va esta historia:
Pueblo Viejo está rodeada de agua, y muchos de los que allí habitan viven de la pesca y otros de la economía informal. No hay fuentes de trabajo, no hay agua potable y menos alcantarillado. Todos los desechos que producen, como su misma materia fecal, lo lanzan a la Ciénaga, y sus casas casi todas de madera, y destartaladas por el tiempo, viven rodeadas de mosquitos y ratas.
Es tanta la miseria en ese pueblo que ni los perros tienen con qué comer y muchos de ellos recorren las calles con sus carnes ceñidas a sus huesos como una prueba fehaciente de la hambruna que ahí se vive.
Sus habitantes se surten de agua a través de carro tanques y sus alimentos no cuentan con las mínimas normas de higiene, además los olores en Pueblo Viejo son insoportables. Te lo describo: es una mezcla de mierda con olor a pescado podrido.
Los niños no tienen a veces con qué comer y muchos están barrigones por la cantidad de lombrices que cargan en su interior. Te voy a contar algo Bill que te va a indignar. En un viaje que hacíamos mi esposa y yo, años atrás, en ese mismo trayecto que te conté en el primer párrafo, vimos dos niños completamente desnudos, llenos de moscas, sin zapatos y con una mirada de desesperanza que nos partió el alma.
Poco o nada pudimos hacer por ellos, solo darles un par de billetes para remediar de una u otra forma su hambruna. Esa imagen me marcó para siempre y no entendí nunca cómo al lado de ese pueblo de casas viejas, con aguas podridas por todos lados, seres como tú y yo podían vivir en esas condiciones extremas.
Bill, por eso te escribo, para que me ayudes a salvar a esas personas que los políticos de mi país olvidaron; viendo tu documental me llamó la atención cómo a través de tu departamento de investigación has desarrollado proyectos de sanidad ambiental siempre enfocado a países de África. Sé que quizás te sorprenda que cómo es posible que en Colombia aún haya pueblos en esas condiciones. Sí, Bill, todavía hay poblaciones donde la pobreza es extrema y la mano del Estado no llega porque todo se lo roban los políticos, y se olvidan de la gente pobre, de esa que ya no tiene ni futuro.
Si investigas un poco sobre lo que te describo entenderás que nada de lo que narro es una quimera, todo lo contrario, es una hecho tan real como el que quizás has vivido cuando has visitado pueblos de Nigeria o Angola, países azotados por la guerra y la hambruna.
Uno no comprende cómo en pleno siglo XXI todavía existan poblaciones viviendo en el más puro abandono, y más en un país tan rico en biodiversidad como Colombia, pero es que la poca ayuda social alimentan esta situación. Muchos confunden el desarrollo con el construir vías y puentes y se olvidan de que un pueblo sin saneamiento ambiental difícilmente puede salir adelante.
Bill busco con esta carta abierta tocar tu corazón para que ayudes a los niños de ese pueblo abandonado por lo menos con letrinas donde hacer sus necesidades, ya que su hábitat es un hervidero de enfermedades como la diarrea que mata a muchos de ellos anualmente. Sí, Bill, diarrea, un mal que como tú bien sabes puede llevarte a la muerte y que debería estar erradicado en estos tiempos de avance tecnológico, pero de apatía y rechazo por el sufrimiento de los demás.
Gracias Bill por tu tiempo. Espero, no sé cómo, que esta carta la leas.