Arraigada en la ignorancia y en prácticas de consumo irresponsable, la intolerancia ambiental en Colombia está a flor de piel.
Uno ni siquiera tiene que ir a regiones apartadas del país asoladas por grupos armados ilegales. Está enquistada incluso en las grandes ciudades. Y para comprobarlo, basta el siguiente y muy sencillo ejercicio social:
En la sección de frutas y verduras de cualquier supermercado, al ver que alguien usa bolsas plásticas transparentes (que ya deberían prohibirse, como en otros países), si uno le pregunta por qué no usa más bien bolsas reutilizables (de malla, por ejemplo), la inmensa mayoría de los interpelados reacciona de forma intolerante.
No faltan obviamente las personas más educadas o medio conscientes que, como en otros países, dicen: “Ah, buena idea, no se me había ocurrido, lo voy a hacer”. Y también por fortuna cada vez hay más gente que ya no usa bolsas plásticas y lleva sus frutas y verduras al natural.
Pero estos son más la excepción que la regla: la mayoría no muestra la más mínima preocupación por hacer las cosas mejor, con respuestas como las siguientes (en algunos casos, con la respectiva réplica de quien los cuestiona):
—Yo las reutilizo para la caneca. —Pero no son biodegradables. A fin de cuentas, es basura que se genera. —Pero yo las reutilizo para la caneca.
—Gracias, no me interesa. —¿No le interesa cuidar un poco más el planeta? —No, gracias.
—Qué pena, pero yo puedo hacer con mi plata lo que quiera.
—Señor, usted no sabe quién soy yo ni cómo manejo mi basura.
—Gracias, muy amable (el interpelado coge más bolsas plásticas, sin la menor intención de al menos sopesar la sugerencia).
—Yo las reciclo. —Pero ese plástico no es reciclable. —Señor, si usted no trabaja aquí en la tienda, le voy a pedir el favor de que no me moleste.
—… (el interpelado hace como si nadie le hablara, simplemente ignora).
—… (las interpeladas simulan una sonrisa cortés, pero apenas uno se aleja, mal miran).
—Ah, sí, buena idea (pero siguió cogiendo bolsas plásticas).
Y así podría uno seguir con un largo recuento de excusas y justificaciones tontas.
Tiene mucho que ver que la gran mayoría de la gente, incluidas autoridades y empresas, aún desconocen (o pretenden ignorar) la llamada Jerarquía de Gestión de Residuos, que sabemos consiste en evitar, reducir y reutilizar antes que reciclar o desechar y es una poderosa herramienta para una producción y un consumo responsables.
Así que esta denuncia da cuenta de esa inmensa mayoría de irresponsables que aún no caen en cuenta de la gravedad de la contaminación plástica que aqueja al planeta y de la urgencia de cambiar los hábitos de consumo hacia unos ambientalmente más sostenibles.