Arranca el mes de junio con una expectativa palpitante sobre la implementación de los acuerdos para la paz de Colombia. En efecto, la creación del Fondo de Tierras; el destino de las zonas veredales para la capacitación de los insurrectos y para los planes de desarrollo de las comunidades territoriales, con todas las medidas indispensables para la reincorporación de la guerrilleros a la vida civil; la creación de la Unidad especial de investigación de la Fiscalía, los planes piloto de seguridad de Buenaventura y Tumaco, la creación del Cuerpo élite para el desmonte del paramilitarismo; son medidas que si se concretan en la realidad pueden llevar a la apertura democrática que está necesitando este país para la construcción de la paz.
No obstante de este tremendo avance, tenemos que reconocer que aún no estamos con Alicia en el país de las maravillas. La última decisión de la Corte Constitucional constituye un serio obstáculo para la implementación de los acuerdos de paz.
Pero, además, el proceso está sentado en un volcán a punto de estallar: estancamiento productivo, crecimiento del desempleo y de la inflación, y de las consecuencias nefastas para el pueblo con el incremento del IVA en la reforma tributaria.
Los paros cívicos en el Chocó y Buenaventura, en el Magisterio y en otras entidades del Estado, son muestras elocuentes del olvido en el que el Estado centralista de la clase dominante ha mantenido a vastas regiones y sectores del país.
No podemos desconocer que el proceso navega en medio de las olas de una derecha recalcitrante y furibunda, que acude a métodos fascistas para defender sus privilegios, como está ocurriendo con el genocidio perpetrado por los grupos paramilitares contra decenas de líderes sociales y defensores de los Derechos Humanos, con la consigna clara, precisa y violenta, de “volver trizas los acuerdos de paz”
Su proyecto político no es otro que defender los privilegios de la clase dominante “a sangre y fuego”, como en los tiempos de la violencia Laureanista, mediante el despojo y la violencia terrorista que propicie la continuación de la guerra para ambientar el escenario de la más profunda corrupción.
Por eso el debate político de fondo es ahora sobre los caminos que conduzcan a la unidad de la izquierda y de los sectores democráticos para poder consolidar las más amplias alianzas que aseguren el poder en las elecciones presidenciales del 2018.
No podemos equivocarnos con la consigna de la ultraderecha: “Si llegamos al poder vamos a volver trizas el acuerdo de paz”
