Deplorable, además de torpe y vergonzosa es la salida del periodista Daniel Coronell de la revista Semana.
Coronell se va con la frente en alto después de anticiparse a su despido con una potente lección de dignidad y estatura ética para quienes ejercen el periodismo y para el propio medio al que prestaba sus servicios. La causa de su despido fue haberle exigido a sus jefes que explicaran su decisión de engavetar una investigación en la que se hacía evidente el propósito del gobierno de reeditar la tenebrosa época de los llamados falsos positivos, en la que más de cuatro mil civiles inocentes fueron asesinados a manos de miembros de las fuerzas armadas para hacerlos pasar como guerrilleros dados de baja en combate.
La decisión de Semana ratifica que, en Colombia, antes que periodismo, lo que existe es una caricatura de periodismo, sobre todo aquel que regentan las directivas de los grandes medios, abyectos al poder y temerosos a la hora de honrar la misión a la que deben su existencia.
Bien ido Coronell de una casa editorial que no merecía seguir alimentándose de los servicios de quien, al lado de uno o dos más de sus columnistas, le daba altura a su revista y le garantizaba un gran caudal de lectores y suscriptores; era su cara de mostrar, literalmente, su traje dominguero.
La decisión de Semana no merece sino el rechazo de quienes, más allá de sus posturas ideológicas, amigos o lectores o no de Coronell, defienden la libertad de expresión, el ejercicio del periodismo y el rol e imparcialidad de los medios como soporte inexorable de la democracia. Bien vale que cada ciudadano y ciudadana muestren su indignación y reaccionen frente a un hecho que reafirma la etapa de regresión en que actualmente se encuentra el país. No merece ser leído o escuchado un medio que banaliza su rol y deshonra a sus lectores cuando se autocensura y, peor aún, cuando con inusitada torpeza pone un cierre en la boca de uno de sus más afamados columnistas.
A Coronell —y al periodismo— lo enaltece su abrupta salida de Semana. Él reúne las virtudes que su profesión demanda, más cuando del periodismo investigativo y de opinión se trata, por eso encontrará siempre un espacio y mantendrá el respeto y la fidelidad de sus lectores, aún de quienes lo siguen para increparlo, pues es también de eso que se trata, son los gajes del oficio.
La investigación sobre las directrices emanadas de la cúpula militar ya habían sido publicadas por el New York Times y causado un revuelo internacional que puso en la mira al ya de por sí débil y cuestionado gobierno del presidente Duque. De manera que a estas alturas no había nada que no se supiera y la salida de Coronell solo sirvió para mostrar que, dolorosamente, Colombia sigue padeciendo de un fuerte déficit de democracia porque sus principales medios de comunicación se mantienen en manos de una suerte de gurús a los que les cuesta mucho deshacer sus miedos y ser capaces de actuar con independencia, en este caso de un gobierno que, con muy poco que decir si de aciertos se trata, mucho tiene sí de capacidad para comprar conciencias o para hacerse sin escrúpulos y por el medio que sea al silencio de sus críticos.