Las onduladas y polvorientas calles de La Junta nunca habían sentido las huellas de tantos carros rondando sobre ellas en un mismo día. Ni siquiera en los años de la bonanza marimbera en donde las F-100 soplaban con todo su furor en la región. El Jueves Santo, la hilera de vehículos repletos de gente tratando de ingresar a este pintoresco corregimiento, perteneciente a San Juan del Cesar Guajira, era de más de dos kilómetros. Todos los visitantes tenían el mismo propósito; tomarse una foto al lado de La Ventana Marroncita y conocer Carrizal, la finca donde nació Diomedes Díaz Maestre. Dos de los sitios emblemáticos en los amores y canciones del artista.
La vivienda de la ventana marroncita, situada en una de las esquinas de la plaza, tuvo que ser rodeada por policías y soldados para darle orden a los millares de visitantes, procedentes de diferentes partes del país, al igual que de Venezuela, Panamá y Ecuador, que llegaron para mirar de cerca las primeras huellas musicales de su ídolo. Mientras en la ventana que da para la calle-camino que conduce a Carrizal, bajo una canícula inclemente, los fanáticos del Cacique hacían filas para tomarse la foto del recuerdo o de las redes sociales, recitar versos de Tres canciones o simplemente tocar los hierros y los maderos marrones, dentro de la vivienda el cuñado de Diomedes, Hernán Acosta, explicaba a los visitantes una y otra vez particularidades de los amores entre su hermana Patricia y el fallecido artista.
No existió distinción por edad, raza, religión o estrato social entre los asistentes. Había visitantes en vehículos de alta gama, carros sencillos, taxis, motos y hasta en caballo. Quizás éstos últimos eran de la vecindad que no quisieron perderse la romería que había generado su paisano después de muerto. Entre los fans llamó mucho la atención la familia Carrascal que llegó procedente de Caracas Venezuela, conformada por tres adultos dos niños y Graciela, una octogenaria mujer de tez blanca a quien se le salieron las lágrimas cuando un grupo de jóvenes seguidores comenzó a entonar: entre la Junta y Patillal, sobre lomas y sabanas, hoy canto versos del alma cuando empiezo a recordar…
En una casa diagonal a la famosa Ventana Marroncita Rosa Elvira la hija mayor del Cacique y Bertha su madre tenían la paciencia de Job, esa que tantas veces invocó el canta-autor en sus versos, para posar y responder a los miles de visitantes que llegaban a tomarse una foto y a interrogarlas sobre su historia en la vida del artista. Con una sonrisa y algunas veces hasta mamando gallo atendían las solicitudes sin dar muestras de cansancio. “Esto para mí es de mucha satisfacción sentir como querían a mi padre y como amaban lo que él hacía, no me gustaría defraudar a nadie cuando hay gente que vienen de muy lejos solo a tomarse una foto”, apuntó Rosa Elvira quien ya está trabajando para montar el museo Diomedes Díaz.
Muchos junteros no desaprovecharon la oportunidad para sacarle provecho al momento histórico que está viviendo su pueblo. En las afueras de la casa montaron venta de toda clase de suvenires, comidas y bebidas alusivas al fallecido artista. Cada uno tenía su forma particular de atraer a los clientes. Los pasteles que le gustaban a Diomedes decía una, otra pregonaba que el arroz de fideo con tajadas de maduro y carne que expendía nunca faltaban en los almuerzos del Cacique. El Turco Pavajeau, un personaje de Valledupar, dijo haber conocido la historia de una dama procedente de Medellín que pagó trescientos mil pesos por una prenda interior que supuestamente perteneció al Cacique. Según el Turco esta locura sólo la ha podido generar un tsunami llamado Diomedes.
Tal como lo describió Diomedes, entre La Junta y Patillal sobre lomas y sabanas está Carrizal, la finca en donde el 26 de mayo del año 57 nació el cantor campesino. Hasta allá llegó la romería de los seguidores del artista luego de transitar por una troncha que serpentea las estribaciones de la Sierra. En toda esa zona se notan los estragos del sol y el intenso verano. En el patio de la finca, después de la muerte del Cacique construyeron una réplica de la casa en donde éste nació. Es una vivienda de una sola pieza, con caballete en dos aguas, techo de palma y paredes de barro y bareque. Adentro colocaron una cama de lienzo y tijeras en donde se supone que nació Diomedes.
En Carrizal también hay una casa grande de cemento y eternit que el canta-autor mandó a construir para sus padres, allí han colocado algunas de las camisas que usó en sus presentaciones, la cama y la hamaca en donde solía retozar cuando visitaba a sus viejos, cuadros, versos y utensilios. Los visitantes recorren paso a paso a paso cada rincón de la casa sin dejar de tomar fotos y hacer vídeos. El ingreso a este sitio vale tres mil pesos y dos mil el parqueadero.
Por la misma trocha escarpada, ávidos de más anécdotas sobre la vida del artista, los diomedistas siguen para Patillal y Valledupar porque en la región cada provinciano tiene una historia que contar. Algunas son inventadas, otras han pasado por tantas bocas que ya casi son leyenda, pues cada parlante le acomoda un pedazo para meterse como testigo del hecho. Por estos días se cuentan por decenas quienes dicen que conocieron a Diomedes siendo un campesino al que muchos ignoraban, cuentan que le dieron la mano y lo llevaron a grabar por primera vez. Sin desconocer los grandes méritos artísticos y el invaluable aporte que Diomedes hizo al folclor, hay también quienes creen que mucha de esa romería envuelta con fanatismo ha sido generada por la fiebre novelesca que hoy ha puesto a sudar a más de medio país.
Lo cierto es que quince meses después de la muerte del Cacique de La Junta su imagen, algunas veces rayando la idolatría, y su música sigue en los primeros lugares. En Valledupar hay quienes aseguran que por ahora son pocos los artista vallenato se atreve a sacar producción musical porque temen que el manto de Diomedes los arrope. Sostienen que a tres de los grandes, Poncho Zuleta, Martín Elías y Silvestre, que lanzaron sus nuevas producciones luego de la muerte de El Cacique no les ha ido muy bien. La música de Diomedes Díaz Maestre, desde la Herencia Vallenata grabada con Náfer Durán, pasando por sus canciones en parrada, hasta el último trabajo con Álvaro López, se vende como pan caliente y se escucha al unísono como si fuese un sinfín.