El derecho a un parto digno, es decir respetado y humano, es un derecho que concierne no sólo a la mujer que gesta un nuevo ser humano, sino también a la familia de la que hará parte esta nueva persona, y a la sociedad en general. Si bien, inicialmente es un derecho que concierne a las mujeres, pues nosotras somos quienes brindamos nuestra vida en todos sus ámbitos a disposición del embarazo, en tanto nosotras también procuremos que se comprenda que el parto digno es un asunto de la familia, de los padres, hijos y nuestro entorno familiar y social, tendremos mayor oportunidad de transformar las prácticas hospitalarias que conducen a: parir acostadas, administración de fármacos injustificados, la episiotomía (incisión hecha entre la vagina y el ano), inducciones del parto, cesáreas innecesarias, apartar al bebé de la madre, iniciar horas después el amamantamiento, parir frente a desconocidos, etc.
Es vital generar condiciones diferentes para parir. En la actualidad, se desarrollan las cesáreas como forma generalizada de traer nuevas vidas; a este paso la humanidad olvidará parir, vendrán al mundo seres traídos por máquinas, en quirófanos fríos y desolados, se impondrá de forma masiva el nacimiento como cosificación del sistema capitalista, donde los médicos más que responder a su juramento hipocrático, responderán al afán del sistema económico de encontrar nuevos nichos para la mercantilización.
La Organización Mundial de la Salud desde mediados de la década de los años ochenta, ha venido consolidando orientaciones específicas para el parto. En la actualidad se aglutinan en las Recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el parto respetado, que contiene 16 consideraciones, que se resumen en la atención del parto como un derecho en el que debe primar el respeto a la dignidad de la madre y el hijo, a través de prácticas médicas que reduzcan la ejecución de la cesárea solo en caso de ser absolutamente necesaria, la OMS afirma que no existe justificación en ninguna región geográfica que más de un 10 al 15% de los nacimientos sean por cesáreas. Sin embargo, Colombia ha sido evaluado como el tercer país en el mundo en este tipo de procedimiento quirúrgico (Hernando A. Villamizar Gómez, MD Presidente Asociación Latinoamericana de Pediatría-ALAPE ). Aún, así no ha sido posible que prospere en el Congreso un proyecto de ley que garantice el parto respetado como un derecho.
Curiosamente los mismos obstetras, suelen afirmar que la polución de cesáreas tiene que ver con la sensación de mayor seguridad de las mujeres al momento de asumir el parto, empero lo claro es que si esos mismos médicos se responsabilizaran de su labor, informarían cabalmente sobre los diferentes procedimientos que constituyen la atención del parto, como de la gestación y el período de postparto, teniendo que evidenciar que la cesárea conlleva en todos los aspectos mayores riesgos tanto para la madre como pare el hijo, eso en tanto médicamente no existan condiciones que en verdad obliguen a ese procedimiento quirúrgico.
Colombia a diferencia de otros países latinoamericanos, como Uruguay, Argentina, México, Bolivia, y Chile, por ejemplo, no cuenta con normatividad que viabilice el parto y nacimiento humanizado. Hacer del parto respetado un derecho efectivo conlleva diversas condiciones al momento de parir, que redundarán en el bienestar social: aseguraría mayor información a disposición de la sociedad en general, brindaría efectividad de nuestro marco constitucional en relación al derecho a la dignidad personal, derecho a la vida, a la seguridad e integridad de las personas, derecho a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles e inhumanos o degradantes, derecho a la salud, derecho a la igualdad en la atención de la salud y que no haya discriminación por motivos de clase social, edad, raza o etnia; e incluso involucra el derecho del ejercicio de las culturas médicas tradicionales (el ejercicio de la partería), disminuiría los costos en el sistema de salud por cesáreas innecesareas, etc.
Ahora bien, un parto digno, no quiere decir parir en casa, sin embargo en la actualidad esta es la opción de muchas mujeres y familias (que en muchas ocasiones coincide con el poder económico), ante el poco consecuente actuar médico, pues “programan” partos, mejor cesáreas, bajo pobres argumentos médicos, a veces ninguno. Pues a las mujeres, haciendo omisión de las recomendaciones de la OMS, no se les permite estar acompañadas por una persona de su confianza, se les apura en su labor de parto, se les suministra medicamentos como la oxitocina, sin explicar siquiera sus efectos, se les reprocha su condición, son comunes expresiones irrespetuosas del personal médico hacia las mujeres parturientas, etc. En tanto las instituciones médicas desarrollen políticas de atención humanizada y digna para el parto, que sean un ejercicio práctico en las salas de maternidad, seguramente las mujeres y nuestras familias, querremos vivir nuestros partos en las entidades de salud.
En las mujeres, por ese poder que nos ha brindado la naturaleza, reposa la responsabilidad de promover el conocimiento de estas prácticas, y de generar consciencia ante este inhumano panorama. Si nuestro deseo es formar mujeres y hombres nuevos, para sociedades diferentes, este proceso inicia desde antes de la gestación, pasa por el parto y se nos lleva la vida. Traer a la vida mujeres y hombres nuevos, es querer y hacer por el parto digno, amoroso, libre, consiente y seguro.
Luz Deyanira León Hernández
Lic. Ciencias Sociales
Abogada
Candidata a Magister Investigación Social Interdisciplinaria
