Ni Lombana y Granados juntos logran sacar tanto el pecho por Álvaro Uribe como lo hace la revista Semana y su nuevo grupo de editores. Y es que el expresidente Uribe tiene siempre un as bajo la manga cuando las cosas se ponen duras en la corte: hablar con sus amigos de los medios para que le den una mano con la opinión pública. Y enhorabuena para él, al grupo de periodistas activistas del Centro Democrático entró ahora la famosa periodista Vicky Dávila, quien, después de una muy mediática pelea con Hassan Nassar, le dejó ver al país que estaban del mismo lado: él, desde Palacio y ella, desde Semana.
Y es que este sábado Semana se rasgó las vestiduras con la portada de la edición número 2030, en donde exhibió una foto de Juan Guillermo Monsalve sin camisa y bañado en lo que aparentemente es cocaína, dejando en evidencia su verdadera estrategia para defender a Uribe: deslegitimar a la parte acusadora, a los testigos y a la víctima aun si para hacerlo hay que recurrir a maniobras rastreras e inescrupulosas. El desvergonzado tinte amarillista y la edición perezosa de la portada son prueba de que la revista se convirtió finalmente en un pasquín de la ultraderecha hecha solo para (des)informar a sus copartidarios para dejar así de ser el medio informativo que alguna vez fue. Y aun así, a sabiendas de ello, no dejan de sorprender los esfuerzos desesperados que realizan desde el consejo editorial para proteger a capa y espada a su jefe político. Ninguna revista había caído jamás tan bajo para defender los intereses de un tercero.
En la parte superior de la portada se hace además una afirmación que compromete a Deyanira Gomez, actual pareja de Monsalve y reconocida como víctima del caso, con la hoy extinta guerrilla de las Farc. Y es que si hay algo más patético que la portada son los supuestos “artículos periodísticos” que sustentan y argumentan las acusaciones realizadas a Monsalve y a Deyanira. El artículo que secunda esta afirmación es un artículo ubicado en la sección de “opinión” y está escrito por Sofy Casas, una analista política que vive en Florida.
Un rápido recorrido por su Twitter nos deja ver su marcada línea política, pero, más allá de los retuits a la cuenta de Uribe y las constantes críticas la izquierda latinoamericana, su artículo en ningún momento habla de reales conexiones entre Deyanira y las Farc, además de la ya sabida relación con un exguerrillero del frente 21 que es además el padre de su hija. Este, en cambio, solo se limita a cuestionar su patrimonio, a vincular a Deyanira con José Luis Barceló y con el gobierno Santos. Literalmente, los supuestos “nexos” de Deyanira con las Farc que se leen en la portada solo responden a una opinión de una analista uribista y no a una investigación rigurosa realizada con argumentos, pruebas y fuentes.
Muy por la misma línea se presenta el artículo que habla de los “bacanales” de Monsalve, el cual además de ser repetitivo y de estar mal redactado (como la mayor parte del nuevo contenido de la revista), se limita a decir algo obvio: que Juan Guillermo Monsalve es un ser ordinario que busca hacerse una vida cómoda en una de las cárceles más importantes del país. Como miles de presos dentro del sistema carcelario, Monsalve también goza de tratos preferenciales y privilegios vinculados al consumo de drogas y al ingreso de prostitutas a su celda. Hasta aquí nada nuevo. Solo un preso pudiente que hace las cosas que los presos pudientes hacen en nuestro país. Que no se escape la obviedad: si Juan Guillermo Monsalve está en la cárcel no es por ser haber sido un angelito, sino justamente por lo contrario; por presuntamente haber colaborado con el paramilitarismo, asesinado y delinquido de muchas otras maneras (iniciando su carrera delincuencial, claro está, en la Hacienda Las Guacharacas, propiedad de la familia Uribe Vélez y, según se dice, cuna de frentes paramilitares que azotaron fuertemente a la región).
Semana, que alguna vez fue referente de veracidad, terminó por instrumentalizar la tan delicada credibilidad que durante tantos años construyó con rigurosidad y cautela ante los intereses de una clase política y económica que si no corrompe y miente se cae en pedazos, y esto es algo que para algunos no termina de dar tristeza. Pero una cosa debe quedar en claro, aunque duela aceptarlo: no importa lo que digan los jueces ni las fuentes, lo que dicten los fallos o lo que muestran las pruebas, la única prioridad de la revista y su nueva línea editorial es actuar como la defensa del expresidente frente a la opinión pública. A la larga ¿para qué informar si se puede difamar? ¿Para qué investigar si se puede opinar?
Esperemos solamente que las irresponsables declaraciones de Semana no pongan los nombres de Juan Guillermo Monsalve y Deyanira Gómez en las listas de “buenos muertos” del expresidente. Recordemos que en este país declaraciones menos comprometedoras que esas les han costado la vida a más de uno.