Selección Colombia femenina: así se veta a las jugadoras

De Yoreli Rincón a Daniela Montoya: así se veta a jugadoras de la Selección Colombia femenina

Federación se hizo la loca con los 10 millones de premio. Solo lo hicieron cuando Daniela Montoya salió a denunciar el incumplimiento. Entonces llegó el veto

Por: Claudia Yaneth Martinez Mina
junio 11, 2024
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De Yoreli Rincón a Daniela Montoya: así se veta a jugadoras de la Selección Colombia femenina

Los vetos impuestos a varias futbolistas de la selección Colombia son un claro ejemplo de las dinámicas de poder que prevalecen en el ámbito del fútbol y reflejan las relaciones de género en nuestra sociedad. Cuando las mujeres alzan la voz y cuestionan las decisiones tomadas por los hombres, quienes en este caso tienen el monopolio y el control sobre este deporte, estos hombres suelen sentirse ofendidos, desafiados y amenazados.

Esta reacción no es solo una cuestión de sentimientos heridos, sino una manifestación de la lucha por mantener el poder y el control; de demostrar quién manda y, por otro lado, quién debe solo acatar y guardar silencio.

Aunque actualmente el prejuicio, la discriminación y la desigualdad de género en el deporte no se manifiestan generalmente de forma explícita ni directa, es muy difícil que alguien salga a decir públicamente que el deporte, o algunos deportes, van contra la naturaleza de la mujer y que por eso no deben participar en X o Y campeonato, como lo hizo en su momento el barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos.

En estos tiempos, es más difícil atacar el prejuicio y la discriminación que sufren las mujeres en el deporte debido a que este tipo de situación está naturalizada y es implícita. Existen situaciones que consideramos normales, y pensamos que “ese es el orden de las cosas”, citando a Bourdieu, motivo por el cual se hace más difícil combatir la desigualdad de género.

En 2016 nos llamó la atención la ausencia de la jugadora Daniela Montoya en la selección Colombia que participó en los Juegos Olímpicos de Río. En la Copa Mundo del 2015, Daniela hizo el segundo mejor gol del mundial femenino de Canadá, gol que significó un punto y, por qué no decirlo, nos ayudó a clasificar a octavos de final. El hecho de que Daniela no estuviese en las 18 convocadas que fueron a los Olímpicos fue una clara muestra de que lo que podemos conquistar con esfuerzo, fácilmente puede ser quitado.

Daniela Montoya, en el año 2015, denunció que la FCF no les había dado unos premios prometidos por pasar a octavos de final, 10 millones de pesos. Poco dinero, pero era algo comparado con nada. ¿Qué eran 10 millones de pesos para nuestras futbolistas que lucharon, que lo dieron todo frente a México, frente a Francia, frente a Estados Unidos, por amor a su país?

Cuando llegaron a Colombia, pasaba el tiempo y nadie en la Federación les respondía, ni les decían qué había pasado con esos 10 millones. Solo lo hicieron cuando Daniela Montoya salió valientemente a denunciar el incumplimiento. Entonces sí le dedicaron tiempo al asunto y, por la presión de los medios de comunicación, les pagaron, incluso al técnico, quien no la convocó y dijo que era “caso cerrado”.

A partir de esa denuncia, Daniela se ganó un veto. Un veto que demostró que las conquistas se pierden nuevamente; que en este país lo normal es guardar silencio por miedo, y que pensar en justicia y luchar por ella implica hacer sacrificios. Un veto que también demostró que la solidaridad de género no existe entre las jugadoras, las cuales prefieren no hablar para no perder lo poco que han conquistado.

Un veto que reflejó la valentía de una jugadora que tomó la iniciativa de actuar ante la indiferencia de la federación, pero que también, evidenció la falta de apoyo que tenían las jugadoras, incluso de los medios de comunicación, porque hasta hubo una periodista que la atacó y la juzgó de indisciplinada.

Hoy, otra futbolista se encuentra pasando por una situación similar. El caso de Yorelis Rincón, quien fue excluida de futuras convocatorias por exigir lo que en su momento consideraba justo pone en evidencia esta realidad. Su exclusión y la de sus compañeras en el pasado, no solo refleja una decisión individual, sino un sistema social legitimado que castiga a las mujeres que se atreven a desafiar el statu quo, este mensaje es tan bien recibido por las jugadoras, que prefieren dedicarse exclusivamente a jugar para evitarse consecuencias.

A veces escuchamos decir que las mujeres muchas veces soportamos la desigualdad, no piensan en las consecuencias que enfrentamos por combatirla. El veto de Daniela en su momento, y el de Yorelis Rincón en la actualidad, es un ejemplo de lo que pasa cuando se resiste.

El poder y las decisiones en el fútbol no deben ser un privilegio exclusivo de unos pocos, pero son un privilegio masculino en la actualidad. El deporte debe ser una herramienta para construir espacios donde todas las personas, independientemente de su género, tengan la oportunidad de expresar sus demandas y ser escuchadas con respeto y equidad. Algo que cambiará en el ámbito futbolístico solamente cuando las mujeres conquisten espacios de poder en este deporte.

Finalmente, es preocupante que, al hablarse más sobre el veto, más se normalice. Parece ser que, a medida que se menciona con mayor frecuencia, va perdiendo su carácter de injusticia e inaceptabilidad. Nos centramos más en suplicarle al “poderoso” que deje regresar a la jugadora que en cuestionar todo lo negativo que el mismo veto tiene en su esencia, que en reprochar algo que en una sociedad que se hace llamar democrática nunca debió suceder.

Los dirigentes tienen hasta el poder de disfrazarlo, de cubrirlo, de hacer ver la no convocatoria de la jugadora como consecuencia de las dinámicas futbolísticas, de mostrarlo como aspectos con vida propia de los cuales no tienen el control, cuando es claro y evidente que fue un castigo.

Por otro lado, los medios están creando un espectáculo de rivalidad entre las jugadoras, desviando la atención y buscando culpables entre las mismas compañeras de estos vetos. Aunque se desconoce lo que sucede internamente en el grupo, (realmente hay muchas situaciones que desde afuera no podemos conocer), y considerando que el desacuerdo y las diferencias son normales en cualquier espacio de interacción, es importante que las jugadoras no caigan en este juego.

Si lo hacen, es probable que la imagen positiva del fútbol femenino en Colombia, establecida en los últimos años, retroceda. Además, el vínculo del equipo femenino con la identidad nacional podría verse afectado, al estar implicado en dinámicas individuales de rivalidad y competencia que refuerzan simbólicamente esa socialización de género hacia la feminidad, donde supuestamente el trabajo en equipo y la solidaridad no nos corresponde.

Los vetos impuestos a las jugadoras son un símbolo de que la lucha continúa y que todavía hay mucho por conseguir, no desviemos la atención de las verdaderas causas estructurales que provocan estas situaciones. Mientras continuamos en la lucha por la igualdad de género en el deporte, sigamos fingiendo, como lo han hecho los directores técnicos y algunas futbolistas, que esos vetos no existen.

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