Sobre la marcha que se tomó la calle quinta, la más importante de Cali, la tranquilidad duró muy poco. Eran las 10 de la mañana y ya las calles estaban llenas de vidrios rotos, estaciones y paraderos de buses públicos vandalizados, mientras los colectivos de personas con sus rostros cubiertos eran cada vez más en cantidad. Las explosiones de papas bombas resonaban en el fondo.
La adrenalina tocó el límite en el Boulevard del Río, paralelo al río de Cali, cuando eran apenas las 11 de la mañana. En la plaza de la alcaldía, la fuerza pública despejó todas las aglomeraciones. Los gases lacrimógenos provocaron estampidas de personas de todas las edades. Las masas de protestantes estaban cada vez más tensas.
Pronto empezaron los saqueos. En el centro de Cali, a los alrededores de la gobernación, los capuchos lideraban su primer ataque contra los bancos. Al frente del Banco de la República, una llanta ardiendo en la mitad de la calle llamaba a la confrontación. Cada vez más, las agresiones implicaban objetos más contundentes y las explosiones eran cada vez más frecuentes.
A unas cuadras de distancia, las oficinas de la DIAN estaban en franco asedio. Varias multitudes alrededor alentaban a quienes forcejeaban sus puertas y quebraban las ventanas. Todos los funcionarios de seguridad privada abandonaron el recinto en medio de abucheos e insultos de los agresores furiosos. Después de más de una hora de forcejeo, los vándalos rompieron la puerta principal de entrada y entraron a robar todo tras su paso. Muchos protestantes se veían caminando con computadores en las manos y una sonrisa que se podía ver detrás de las capuchas.
Los centros de comercio no resistieron tanto tiempo. El Justo y Bueno ubicado al frente de la gobernación se volvió un primer fortín de cientos de vándalos que buscaban animar la manifestación repartiendo el botín saqueado. Bultos de arroz fueron regados en la puerta del edificio mientras algunos empezaban a vender las botellas de alcohol y agua que recién acababan de robar.
La gente, en plena plaza de Caicedo, aplaudía el avance de quienes intentaban romper los cajeros de Bancolombia. Eran muy pocos los que clamaban por la no violencia y aquellos que se interpusieron físicamente a esta, se atuvieron a agresiones de los ahí presentes.
Desde el techo de un edificio vecino al Bancolombia del centro de Cali, un funcionario decidió grabar con su celular el saqueo que se llevaba a cabo en uno de sus cajeros por una docena de manifestantes y al menos 50 personas reaccionaron tirándoles piedras y botellas de vidrio mientras lo insultaban en el proceso. La aglomeración era tan grande que ni el ESMAD podía hacer presencia en el lugar.
A la 1 de la tarde llegaron los escuadrones antidisturbios a la plaza de la gobernación, punto de encuentro de varias manifestaciones, para hacer cumplir el toque de queda decretado por la alcaldía de Cali. La multitud se despejó en medio de las explosiones, mientras muchos llamaban a la confrontación con la fuerza pública.
El escenario que quedó atrás de las movilizaciones demostraba un ambiente de desolación con olor a pólvora.
Siendo las dos de la tarde, miles de personas caminan las principales avenidas caleñas en su camino de vuelta a casa. La ciudad, altamente afectada por las manifestaciones del Paro Nacional, se mantendrá cerrada hasta el próximo lunes 2 de mayo, mientras los sectores apenas empiezan a calcular los daños y perjuicios que quedaron tras esta jornada de protesta, donde lastimosamente brilló la violencia y vandalismo.