Ni siquiera la muerte de Andrés Escobar le dio tan duro. Un día después de haber protagonizado el escándalo frente al bar el Bembé, en el sector de La Macarena de Bogotá, Hernán Darío Gómez, entonces director técnico de la Selección Colombia, se quería morir. De esa noche fatídica de julio del 2011 es poco lo que recuerda. Venía de estar largamente concentrado con la Selección Colombia en la Copa América de Argentina. Andaba estresado y le habían recomendado una pastilla para que se relajara. Según él no le avisaron que no podía revolverla con alcohol. Se tomó media de aguardiente y después no recordó nunca lo que sucedió.
Según Isabel Fernanda del Río Maya, la mujer que lo acompañó esa noche y con la que llevaba una relación clandestina de más de diez años, con la que incluso había tenido un hijo, esa noche tomaron en el Bembé pero nunca hasta la borrachera. La agredió en la calle mientras Bolillo le repetía una y otra vez “Me tiré la vida Isabel, me tiré la vida”
Al otro día el director técnico estaba en las portadas de todos los diarios del país. Su esposa, Luz Adriana Ortiz, le pidió el divorcio, sus hijos no lo querían ni ver y hasta el propio presidente de la República le pedía su renuncia de la Selección. No le quedó de otra que dar un paso al costado. Las llamadas de los periodistas no paraban. En las redes sociales se hicieron virales los memes de él como protagonista. Bolillo el golpeador implacable, Bolillo el monstruo aborrecido por las mujeres. El centro de su vida se había formado un inmenso hueco negro
Seis meses después, en diciembre, vivió la primera navidad solo. Quería retirarse. Nunca se sintió tan miserable. En febrero del 2012 el Deportivo Independiente Medellín, el club donde empezó su carrera futbolística en 1975. Los malos resultados y las peleas con sus rivales en la pista atlética hicieron que un año después, en abril del 2013, lo despidieran de su cargo. Otra vez los fantasmas empezaban a aparecer. Su esposa, aunque lo había perdonado, seguía distante. Lo único que quería era volver con su familia. Que el tiempo pasara. Entonces, el 15 de febrero del 2014, cuando ya nadie creía en él, lo llamó la Confederación Panameña de fútbol para ofrecerle la Selección.
Al principio la prensa tomó el nombramiento con poco entusiasmo. Gómez venía de fracasar con Medellín, la Selección de Guatemala y el Medellín. Sin embargo Bolillo, insuflado por su reconciliación con su esposa, volvió al optimismo. “Acá me van a hacer una estatua porque voy a ser el técnico que los va a clasificar a un Mundial”. Los resultados empezaron a llegar. Ya no le importaba recorrer el continente en un avión –su peor miedo es volar- llamar a gritos a las azafatas que le consolaban su pánico con ternura: Hernán Darío Gómez es un héroe nacional.
De temperamento agresivo, particularidad que lo ha acompañado desde que era un niño, Hernán Darío no ha estado exento de polémicas en Panamá. Dos veces ha tenido encontronazos con la prensa quien cuestiona sus decisiones. Además, hace poco, mientras se encontraba con Honduras en el hexagonal final de la Concacaf casi se va a los golpes con Jorge Luis Pinto, el técnico santandereano de genio alevoso.
En Panamá igual lo adoran. Actualmente están parcialmente clasificados al Mundial de Rusia y Bolillo ha logrado lo impensable: renacer después del escándalo de julio del 2011 que casi le acaba la carrera.
