Según Séneca, el hombre no muere, se mata. Y ello tiene mucho de verdad si tenemos en cuenta que el ser humano biológicamente podría vivir 120 años. La expectativa de vida se acorta por factores como enfermedades catastróficas, accidentes, hechos violentos y otras eventualidades. Pero es esencialmente debido a las malas prácticas humanas y a la falta de un adecuado autocuidado que se reduce la longevidad y la capacidad productiva.
Los índices de inactividad física en Colombia siguen siendo alarmantes, bordean el 70 por ciento. La misma fisiología del ser humano exige unos mínimos niveles de ejercitación física diaria, de lo contrario los riesgos de la degeneración temprana son elevados. De allí que por solo tres males crónicos mueran en el país unas 100 mil personas al año (!!más de 250 muertes prevenibles diarias!!. Pero por más investigaciones y demostraciones contundentes sobre el valor de moverse más, el estilo de vida evoluciona hacia esquemas poco saludables y de mayor “comodidad”. Del peor descuido humano.
No existe en Colombia una política pública y educativa seria que priorice el fomento de comportamientos saludables, apenas hay rellenos (especialmente en las EPS y afines). Son los mismos políticos y personas del poder quienes “deseducan” a la población. La mayoría son obesos, de orgullosa papada, coloraditos (cardenales), barrigones y alérgicos a aquello que implique emplear las propias energías. Pero más aun bebedores sociales, tal vez fumadores, con extrarordinario culto a su hermoso auto y que gustan tener gente a su servicio para sentirse importantes y obviamente para ahorrarse la fatiga. Con esos arquetipos de la sociedad, para qué más enemigos... de la vida.
De grandes cenas, están las sepulturas llenas, y no aprendemos. La historia reciente lo demuestra con la desaparición temprana de famosos políticos, personalidades o “chefs” apasionados que con evidente sobrepeso mueren en su ley. Seguimos promoviendo públicamente recetas gastronómicas cargadas de grasas saturadas (de origen animal), platos folclóricos con excesivas calorías y peligrosos ingredientes buscando sabores frívolos para complacer un supuesto buen gusto. Es la ignorancia crasa de algunos eruditos cuyo precepto fundamental es vivir para comer.
La principal política de salud pública debe ser educar para preservar y vigorizar la vida humana. Para ello se requieren estrategias que formen en las personas criterios sólidos de autocuidado que lleven a un estilo de vida equilibradamente sano. Es necesario intentar desterrar todo contenido de grasa animal y 'trans' en los alimentos y reducir la ingesta excesiva de calorías. La actividad física es esencial y el sedentarismo debe ser combatido en todas sus dimensiones. Todo movimiento y gasto de energía suma. Y si practicamos un deporte mejor. Pero no es suficiente con moverse, son necesarios buenos hábitos dietarios con énfasis en alimentos vegetales como verduras, leguminosas, cereales y frutas.
Recordemos que “lo que se come se cría”. No sigamos alimentando el fantasma de la muerte temprana con esos comportamientos displicentes, que por falta de buena educación han hecho carrera en nuestro medio. Entramos a una época de descuidos, fiestas y licencias en el autocuidado. El fin de año es temporada de riesgos, pero debemos tomar decisiones mesuradas con criterio de vida para gozarnos con creces las festividades. Así que no olvidemos poner en práctica este ineludible principio: por tranquilidad, en esta Navidad y en el fin de año, con sus consabidas celebraciones y frivolidades: “poca cama, poco plato y mucha de suela de zapato”.
Apostilla: Además de lo anterior, evitar al máximo el licor y no utilizar pólvora harán que los días del fin de año nos lleven a recibir con mayor alegría y expectativa el 2015. De allí que actuemos con serenidad y prudencia para que no nos pese la Navidad.