Esa era la respuesta de un sabio vigilante de una unidad cerrada: según el rango de quien necesitara sus servicios, se podía o no acudir a los llamados, hacer favores, incluso transgredir el reglamento… Ese parece ser también el lema del periodismo y la llamada “opinión pública” para evaluar la gestión de una administración municipal.
Recorro una parte grande de la ciudad de Cali: las calles de los barrios, estratos 1 al 5, parecen bombardeadas. La red vial de la ciudad genera demoras, accidentes, estrés. El transporte masivo es otra fuente de estrés: demorado, lleno, la gente va triste y cansada, cuelgan como racimos, como no se veía desde hace años con el viejo sistema de transporte. De nuevo hay carteristas, raponeros y las mujeres son víctimas de intimidación y acoso sexual.
En muchas cuadras hay dos o tres personas indigentes durmiendo en los andenes. En muchas esquinas hay montones de basuras. A los indigentes y a las basuras los esconden únicamente cuando hay acontecimientos nacionales o internacionales: una visita presidencial, una cumbre de presidentes, unos juegos mundiales.
Cada encuentro futbolístico de los equipos de Cali es una fuente de angustia. Los jóvenes hinchas se matan y se hacen matar. Y esta alcaldía, en manos de un epidemiólogo y estudioso de la violencia, en vez de hacer prevención, responde acusando a los jóvenes de hacer parte de las bacrim.
Ha habido más de diez personas muertas de dengue, muertes prevenibles si se aplican juiciosamente los protocolos de atención. Hay problemas en la educación pública, sobre todo en la rural; está cerrado el hogar de acogida a las víctimas de violencias.
La gestión social del municipio está en manos de la Fundación Carvajal, organización de la empresa de la familia política del alcalde. Puede que no sea ilegal, pero es por lo menos indelicado, en un municipio con miles de organizaciones de trayectoria en el desarrollo social.
Desgobierno, mediocridad, cinismo. Hay unas pocas cosas con las que esta administración proyecta una imagen favorable de la ciudad: el túnel urbano más largo del país y otras de las 21 megaobras. Hay que decir que estas obras las recibió esta alcaldía del anterior gobierno local, ese sí atacado y vituperado por los medios y la “opinión pública”.
Sin entrar a evaluar exhaustivamente la administración anterior puedo afirmar que, al igual que el caso del alcalde Petro, gran parte de las evaluaciones y descalificaciones de su gestión han venido de las familias de grandes apellidos, las que han gobernado la región y el país a su amaño y que no descansan hasta recuperar su control, cuando este cae por períodos en manos de desclasados: hijo de guerrillero, escritor gay, locutor y otros que no comparten su linaje.
Varias familias de ilustres apellidos, que han gobernado durante siglos el Valle del Cauca, han estado envueltas en grandes desfalcos de dineros públicos y hasta son reos ausentes, de los que asisten a cocteles y salen en páginas del jet set internacional.
Y,¿los medios locales y regionales? En depende… Asombra ver cómo beligerantes críticos de la administración anterior, ahora, cuando está gobernando un representante del poder tradicional, callan, hablan en tono menor, suelen “pasar de agache” frente a los abusos y las negligencias. En vez de estar registrando las indignaciones de la gente y tal vez llamando a la primavera caleña, se dedican a sobar la chaqueta o mejor, la guayabera del gobernante.
La esperanza que queda es que se escucharán otras voces cuando la paciencia se agote y la magnífica gente caleña se decida a expresar su indignación.