Segarrita, Javier y Paul, los tres queridos reporteros a quienes se tragó la frontera caliente

Segarrita, Javier y Paul, los tres queridos reporteros a quienes se tragó la frontera caliente

Un conductor vuelto reportero, el experto en la corrupción de Oderbrecht y un fotógrafo que coleccionaba cámaras hicieron el último viaje de sus vidas: todo por su oficio

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abril 13, 2018
Segarrita, Javier y Paul, los tres queridos reporteros a quienes se tragó la frontera caliente

Segarrita no quería ir. Por primera vez, en los 16 años que llevaba trabajando en el periódico, le dio miedo cubrir un evento. En Esmeraldas y específicamente en Mataje, la frontera con Colombia, la situación era complicada desde enero de este año cuando el comando Oliver Sinisterra, al mano del ex guerrillero de las Farc alias Guacho, asesinó a tres soldados ecuatorianos. Sin cartón ni estudios,  Efraín Segarra era mucho más que un reportero. A sus 60 años, en cada misión que acompañaba, daba tips y consejos a los periodistas debutantes. Incluso casi siempre llegaba con chivas a los consejos de redacción del diario.

El querido . Segarrita les pagó los estudios a sus dos hijos  conduciendo, desde motos hasta blindados,  un oficio que había empezado en Quito, recién llegado de Pasaje, hace 30 años. A ellos les contagio sus pasiones: los ceviches fríos que él mismo les enseñó a preparar, y su pasión por el Deportivo Quito. Su sonrisa permanecerá como un recuerdo vivo entre las decenas de periodistas que han pasado por la redacción del Comercio a quienes Segarrita transportó a hacer con ellos reportería como si fuera uno mas. Con esta misión tuvo malos presentimientos. Y como siempre, tenía razón.

Javier Ortega ya había viajado tres veces a Mataje. Sabía que el ambiente estaba tenso. En Enero explotó una bomba que hirió a veintiocho personas y unas semanas después los que comandaba Guacho mataron a tres militares ecuatorianos. Igual tenía la sangre fría de los reporteros. Javier no iba a ir, tuvo que reemplazar a uno de sus compañeros que se enfermó. Un día antes de partir, el 25 de marzo del 2018, Javier llamó a su hermano Alexander y alcanzó a hablar con su mamá. Los familiares lo notaron nervioso. Sabía que cubriría una zona de guerra.

A sus papás nunca les gustó que fuera periodista. Vivía con ellos en España cuando en el 2005, a sus 18 años decidió regresar al Ecuador a cumplir su sueño. Se graduó en el 2010 de la Universidad Salesiana y de ahí ingresó como pasante en Últimas Noticias. Escribió sobre ligas barriales. El fútbol lo trasnochaba y sus amigos lo recuerdan como un hincha furibundo del Barcelona de España. Al Comercio entró dos años después ya no en la sección deportiva sino cubriendo judiciales. En su tesis de pregrado, un reportaje sobre el microtráfico en el complicado barrio de la Mariscal, lo descubrió como un hábil reportero. Era el periodista estrella del diario sobre el escándalo Odebrecht. En la última conversación con su familia expresó la preocupación que le generaba el viaje. No tenía miedo pero no le parecía buena señal tener que reemplazar a último momento a un compañero. Al final tuvo que cumplir con su destino. Tenía 32 años

aul Rivas quería tanto su oficio que coleccionaba cámaras fotográficas. Tenía cientos de ellas. La que más quería era la primera que tuvo, una Yashica de rollo que aún funcionaba. Sólo hablaba de fotos y de periodismo. Contagió con su fiebre a su única hija, Carolina, quien también es fotógrafa e hincha de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. La última vez que habló con su papa fue a través de una cámara de un periodista del canal Ecuador T.V. “Papi estoy fuerte por ti” lo dijo mientras se rompía en llanto.

A los 45 años Paul había hecho del Comercio su casa. Gomoso, además de las cuarenta cámaras tenía un montón de stickers pegados en la puerta de su armario de cada uno de sus cubrimientos periodísticos que había hecho con el diario. Era tan bueno que en el 2013 se ganó el Premio Nacional de Periodismo. Creía en la Virgen de la dolorosa y a ella le pedía que cuidaba sus pasos siempre que salía en una misión. Esta vez no lo escuchó. El domingo 25 de marzo, antes de salir a Mataje, almorzó con Carolina  y su novia Yadira Aguagallo, quien cumplío 40 años el 2 de abril. Le prometió que regresaría a la celebrarían juntos. Ella se quedó esperándolo.

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