El 25 de noviembre del 2007 Álvaro Uribe dio por terminada la colaboración de Hugo Chávez Frías, entonces presidente de Venezuela y de Piedad Córdoba, senadora liberal, como intermediario entre el gobierno colombiano y las FARC quienes poseían, entre otras 45 personajes influyentes de la política colombiana, a la excandidata presidencial Ingrid Betancourt. Inmediatamente se enteró de lo sucedido Yolanda Pulecio, la mamá de la política colombiana viajó a Caracas y desde allá hizo lo que acostumbró a hacer desde que su hija fue secuestrada por las FARC el 23 de febrero del 2002, tres días después de que las FARC se parara de la mesa de negociaciones que sostenía con el gobierno Pastrana desde hacía tres años atrás.
Desde el momento de su secuestro Yolanda Pulecio intentó, primero con el gobierno Pastrana y después con el de Uribe, encontrar el vehículo para que las FARC pudieran escuchar la propuesta del gobierno y llegar a un acuerdo bilateral para obtener la liberación de su hija. Pero Uribe, a rajatabla, se mantenía en sus trece: no negociaría con la guerrilla ningún acuerdo. Los secuestrados deberían ser rescatados a sangre y fuego. La única puerta que se le abría a Yolanda Pulecio fue la de Chávez.
Desde el 2004 sus visitas a Miraflores fueron constantes. La luz parecía verse al final del túnel cuando en mayo del 2007 Uribe aceptó al máximo jefe de la autoproclamada Revolución Bolivariana como intermediario. Pero cinco meses después todo se rompió. La ruptura se dio durante la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile en donde Uribe le pidió a Chávez “No le distrajera a los generales del trabajo frente a los bandidos de las Farc” Este regaño se dio luego de confirmarse que el presidente venezolano había llamado al General Mario Montoya, entonces comandante del Ejército Nacional. “Lo que tengamos que hablar de los secuestrados, lo hablamos tú y yo" le espetó el presidente de Colombia a Chávez. Pocos días después se da por concluida la intervención.
En ese momento Uribe contaba con 75% de aprobación. Si quería ganarse buena parte del rechazo nacional la fórmula, en ese momento, era básica: irse lanza en ristre contra el presidente. Por eso buena parte del país, a pesar de la situación familiar en la que estaba sumida, le reprochó a Yolanda Pulecio las críticas a Uribe y frases de Pulecio como esta que calaron hondo entre los colombianos "Chávez se estaba comportando como un aliado y no como un rival de Uribe". La intervención del gobernante venezolano se había dado también por presión de Nicolás Sarkozy, quien era presidente de Francia y se metió de lleno en el proceso de liberación de Ingrid quien se casó con el diplomático francés Fabrice Delloye en 1983 y de quien se separaría en 1990. Esto le permitió acceder a la nacionalidad francesa.
Pero Pulecio, desde Miraflores, no paró en descalificar a Uribe ya que dijo en ese noviembre del 2007, sobre los escombros de la relación rota entre Uribe y Chávez afirmó lo siguiente: “Uribe fue descomedido con un jefe de Estado de un país tan importante para Colombia como es Venezuela".
Siete meses después, el 8 de junio del 2008, la Operación Jaque se desencadenó produciendo la liberación de Ingrid y los secuestrados que la acompañaban. Uribe, quien había viajado a Cúcuta para esa fecha, no estuvo en la foto. El que si aprovechó el momento fue Juan Manuel Santos, quien en ese momento era el ministro de Defensa de la Seguridad Democrática, y apareció junto a Ingrid y los liberados. Aunque Ingrid Betancourt le agradeció en su momento a Uribe, para el grueso de la población colombiana este agradecimiento fue demasiado frío. Además hubo dos hechos que marcaron la ruptura de Ingrid con el uribismo. Lo primero fue que el 8 de diciembre del 2008 viajara a Miraflores a agradecerle con un abrazo a Hugo Chávez el compromiso por liberar a los secuestrados de las FARC.
Lo otro fue los 7 millones de dólares con los que Ingrid demandó al Estado colombiano por su secuestro. Una década después Ingrid vuelve a ser candidata presidencial y, dejando atrás todos los inconvenientes del pasado, y está listo para concretar una alianza, a pesar de que ha dicho, en repetidas ocasiones, su desprecio por cualquier tipo de maquinaria.
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