Colombia ha encontrado en sus abundantes recursos hídricos una fuente clave para la generación de energía limpia, fundamentando gran parte de su matriz energética en hidroeléctricas. Estas instalaciones aprovechan la fuerza del agua sin contaminarla ni agotarla, lo que las convierte en una opción sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Dentro de este contexto, es esencial entender la diferencia entre las grandes hidroeléctricas y las Pequeñas Centrales Hidroeléctricas (PCH). Mientras que las grandes hidroeléctricas pueden generar más de 500 megavatios (MW) de energía, las PCH, con una capacidad que varía entre 1 y 20 MW, se caracterizan por su menor tamaño y capacidad, adaptándose a regiones con menos demanda energética. La coexistencia de ambos tipos permite al país aprovechar de manera eficiente sus recursos hídricos, asegurando un suministro eléctrico estable, fiable y sostenible.
Por lo tanto, la energía hidroeléctrica juega un papel significativo en esta transición energética, ya que es una fuente de energía renovable que no emite gases de efecto invernadero durante su operación. Esto contribuye significativamente a la reducción de las emisiones de carbono del país, alineándose con los objetivos internacionales de mitigación del cambio climático. Según datos de ACOLGEN, el sector eléctrico colombiano emite 73 % menos emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por cada GWh generado, en comparación con el promedio mundial.
La energía hidroeléctrica en Colombia es una fuente confiable y constante de electricidad, fundamental para la seguridad energética del país. Al producirse localmente, disminuye la vulnerabilidad frente a las fluctuaciones de los precios internacionales y las interrupciones en el suministro. Su capacidad para ajustarse rápidamente a la demanda la convierte en un complemento ideal para otras fuentes renovables, como la solar y la eólica, garantizando así un suministro eléctrico estable y seguro, incluso en periodos de alta demanda o cuando otras fuentes no están disponibles.
En su reciente informe sobre Colombia, la Agencia Internacional de Energía (IEA) destaca al país por contar con una matriz de generación eléctrica predominantemente descarbonizada, en gran parte debido a que la hidroelectricidad representa más del 70 % de su capacidad. En este ámbito, Colombia goza de una ventaja competitiva frente a otros países, gracias a su hidrografía y topografía montañosa que hacen posibles estas condiciones favorables.
Por otro lado, los proyectos hidroeléctricos generan múltiples beneficios para las comunidades locales. Uno de los impactos más significativos es transferencia de recursos que se destinan a la protección de las cuencas hídricas, además de la creación de empleo, tanto durante la fase de construcción como en la operación y mantenimiento de las instalaciones. Estos empleos no solo mejoran la situación económica de las familias, sino que también generan una mayor actividad económica en la región, fomentando el crecimiento de la economía local.
Además, los proyectos hidroeléctricos suelen ir acompañados de inversiones en infraestructura, como la construcción de carreteras, puentes y servicios básicos como agua potable y electricidad. Estas mejoras, además de beneficiar a las comunidades cercanas al proyecto, tienen un impacto positivo en regiones más amplias, facilitando el acceso a mercados y servicios. Por ejemplo, San Bartolomé, compañía que opera dos pequeñas centrales hidroeléctricas en el departamento de Santander, ha impulsado el enriquecimiento de especies vegetales nativas y otras iniciativas para la reforestación en la cuenca del Río Oibita, con el objetivo de recuperar áreas clave para la preservación del agua y la construcción de pasos de fauna, promoviendo así un equilibrio ecológico sostenible en su área de influencia.
Según Julián Niño, Coordinador Social, Ambiental y de Comunicaciones de San Bartolomé, “la construcción y operación de estos proyectos fomenta el desarrollo de habilidades en la fuerza laboral local a través de programas de capacitación y educación técnica.
Durante la construcción de las pequeñas centrales hidroeléctricas que hoy opera San Bartolomé, se generó empleo y se invirtió significativamente en el mejoramiento de vías, para el desarrollo del proyecto y beneficio de las comunidades locales.
Además, se ha realizado inversión social voluntaria con el apoyo de alcaldías, presidentes de junta y miembros de la comunidad, mediante programas como el mejoramiento de baterías sanitarias en escuelas, construcción de placa huellas, donación de material para mantenimiento de vías, reparación de alcantarillas, estufas ecoeficientes y apoyo al deporte. Todo esto ha beneficiado notablemente el área de influencia de nuestras operaciones.”