Sebastián de Belalcázar, un violador de mujeres indígenas según las Misak

Sebastián de Belalcázar, un violador de mujeres indígenas según las Misak

La líder indígena Misak, Elena Montano, contó por qué un grupo de indígenas en la madrugada del día del paro tumbó la emblemática estatua del conquistador que identifica a Cali

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abril 29, 2021
Sebastián de Belalcázar, un violador de mujeres indígenas según las Misak
Foto: Comunicaciones AISO

Como crónica de una muerte anunciada, la estatua de Sebastián de Belalcázar en Cali cayó siete meses después de la de Popayán. La escena fue prácticamente la misma de ese 16 de septiembre del 2020: con ayuda de cuerdas y a gritos de victoria, los indígenas Misak tumbaron una vez más la estatua del líder colonizador que reposaba sobre uno de los miradores desde donde se puede ver toda la ciudad; el lugar, casi igual al Morro de Tulcán donde estaba Belalcázar en Popayán y la indignación exactamente la misma.

Más allá de un acto vandálico, lo que pasó en Cali fue un acto de protesta inminente. La lucha es la que ha movido al pueblo Misak desde hace más de 500 años: lograr restablecer la memoria histórica del Cacique ‘Petecuy’ sobre el Valle y reivindicar los derechos de las mujeres indígenas, esas miles que según María Elena Montano, vicegobernadora del resguardo indígena guambiano Misak, fueron violadas por el mismo Sebastián de Belalcázar. Para ellos, tumbar la estatua era reivindicar la memoria de las mujeres indígenas, históricamente relegadas y sin voz.

“Reivindicación de la memoria de nuestras mujeres Misak, Shures y Shuras que la colonización española no pudo exterminar del todo -cuenta María Elena- seguimos reafirmando la supervivencia, la permanencia en el tiempo y en el espacio de todos los pueblos indígenas en Colombia”

 - Sebastián de Belalcázar, un violador de mujeres indígenas según las Misak

Foto: Comunicaciones AISO

Desde septiembre, en Popayán, ya le habían hecho un “juicio” a Sebastián de Belalcázar. Para ellos esa es la respuesta a lo que consideran el “exterminio masivo de indígenas, campesinos y afros” que vive el país. Desde el 2016, asegura María Elena, han asesinado más de 900 líderes indígenas, defensores de derechos humanos y firmantes del acuerdo de paz “por falta de voluntad política del gobierno para la implementación del acuerdo”.

La tumbada de la estatua también fue por hacerle “honor” a la memoria al cacique Petecuy, un indígena que luchó contra la colonia española y quien dominaba el territorio vallecaucano que ahora ocupa la ciudad de Cali antes de la llegada de los conquistadores españoles: “el gran valle de los Lilíes que estaba dominado por el cacique Petecuy y su hija Nanine” cuentan los historiadores.

Petecuy ordenó en su momento a diferentes grupos de aborígenes oponerse ferozmente a los conquistadores, hasta que fueron exterminados casi en su totalidad, dada la superioridad en armas de los invasores. La lucha, cuentan los Misak, es sentir que en la ciudad se le ha hecho homenaje a todos menos a los indígenas y sobre todo, mantener en pleno siglo XXI, iconos que le “hacen apología a la violencia” resaltar a lo que ellos llaman un genocida exterminador de los habitantes originarios de la ciudad es una falta de respeto a la memoria identitaria de los indígenas colombianos.

Los Misak, asegura María Elena, han vivido el desplazamiento forzado, despojo y acaparamiento de las tierras, despojo cultural y político. A pesar de esto, se mantienen en la fiel defensa de la paz. En el paro marcharon también por la defensa de los acuerdos de paz y al igual que el resto de marchantes, en contra de la reforma tributaria.

“Lo único que puedo decir es que se respeten los acuerdos de paz que han firmado con el gobierno y que se respete el derecho de las mujeres, porque desde la colonización las mujeres indígenas hemos sufrido mucho, no hemos tenido presencia, hemos sido desvalorizadas en los diferentes sectores de trabajo. Esperamos que después de este derrumbamiento, nuestros derechos, los derechos de las mujeres indígenas sean aceptados, sean priorizados” Finaliza Elena.

Los historiadores aseguran que, cuando las estatuas caen, es la prueba fehaciente de la lucha del pueblo contra el gobierno que históricamente lo ha oprimido. La pelea de los Misak es ahora poblar la ciudad de símbolos de los "otros relatos" que no han sido contados y que según ellos sí representan la historia del Valle de Pubenza.

 

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