Searca o Servicio Aéreo de Capurganá debe su nombre a ese municipio del Departamento del Chocó que sirvió como destino para el primer vuelo chárter de su historia en 1992, solo algunos años después de la desaparición de tres aerolíneas pequeñas como Aerocondor, AeroTal y Transportes Aéreos del Cesar y dos antes de que la sanandresana Isleña de Aviación corriera la misma suerte.
En medio de esta época complicada para las compañías aéreas en la que el dominio de Avianca era total, el piloto medellinense Jorge Campillo decidió convertirse en empresario, pero apuntándole a un mercado diferente. En lugar de crear una aerolínea comercial como las convencionales, optó por un operador privado que iba estar dedicado única y exclusivamente a los vuelos chárter. Y le funcionó.
Aunque en sus comienzos también quiso meterse al transporte de carga, rápidamente se dio cuenta de que su nicho debía ser el alquiler de aviones, por un lado, con fines empresariales, es decir, transportando empleados de diferentes compañías del país, principalmente petroleras como Ecopetrol, equipos de fútbol como el Deportivo Cali, hoteleras como Decameron o cerveceras como Bavaria y por el otro, con fines turísticos transportando a viajeros que querían conocer diferentes destinos de Colombia.
La empresa contaba con la ventaja de operar con aviones mucho más pequeños que los que utilizan Avianca, Latam y las demás compañías aéreas de Colombia, lo cual les permitía acceder a aeropuertos más pequeños y a destinos mucho más remotos del país, principalmente en el Pacífico y en zonas selváticas.
Searca, una empresa que supo crecer durante la pandemia
Veintiocho años después de su creación, el mundo vivió un acontecimiento que cambiaría por completo la historia, particularmente la de muchas compañías aéreas por la llegada de la pandemia de la COVID-19. El turismo fue uno de los sectores más afectados y las aerolíneas comerciales tuvieron que disminuir considerablemente sus operaciones, lo cual terminó llevándose por delante a muchas de ellas, mientras que otras, como es el caso de Clic Air (entonces EasyFly), tuvieron que entrar en proceso de reorganización empresarial.
Para Searca fue todo lo contrario. Al tener una operación diferente, conseguir permisos para realizar vuelos chárteres era mucho más fácil que realizar vuelos comerciales convencionales. Con solo dos días de anticipación, se podía programar el transporte tanto de pasajeros en general como personal médico y hasta vuelos humanitarios.
La pandemia, en lugar de afectarlos, les dio un impulso para seguir creciendo y cuatro años después, siguen volando y creciendo en Colombia desde las cuatro bases que tiene en los aeropuertos El Dorado de Bogotá, el Gustavo Rojas Pinilla de San Andrés, el Olaya Herrera de Medellín y el Ernesto Cortissoz de Barranquilla.
En septiembre de 2023, solo dos meses después de que la Aeronáutica Civil acudió a ellos para que aumentaran sus frecuencias hacia los Llanos Orientales con el fin de mitigar la crisis por el derrumbe que se presentó en esa vía, Searca recibió un duro golpe cuando uno de sus mayores socios, el Grupo San Germán Express, anunció su cese de operaciones. Con ellos tenían una alianza para volar hacia destinos del Pacífico como Nuquí o Bahía Solano, pero ni siquiera esto pudo detenerlos.
Actualmente, Searca cuenta con una flota de 30 aviones, entre los cuales aparecen un Gulfstream G200, cinco Hawker Beechjet 400A, diecinueve Beechcraft 1900D y cinco Let 410 UVP-Es, unos son aviones pequeños con turbohélices que sirven para hacer trayectos cortos y, evidentemente, nacionales y otros son jets más equipados con los que incluso se pueden hacer vuelos internacionales. Los primeros pueden tener capacidad de transportar a 8 pasajeros y los segundos hasta a 19, pero ninguno lleva más.
Si bien, este tipo de aviones tiene un costo menor a los que usan las aerolíneas comerciales, llama la atención el hecho de que Searca es la segunda flota más grande del país, solo superada por los más de 130 aviones de la gigante Avianca y muy por encima de los 20 de Clic Air, los 9 de Wingo, los 13 de Satena y los 17 de Latam. Sin embargo, para el caso de la chilena, solo se cuentan los de su filial en Colombia, puesto que en total llegan a más de 300 aeronaves.
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