La semana pasada, los medios estuvieron bastante ocupados, otra vez con los escándalos, excesos y delitos sexuales por parte de un nutrido y selecto abanico de personajes famosos, “adorados” apasionadamente por millones, en algo que en parte constituye una de las más grandes tonterías de la humanidad.
Aclaro que no veo problema en ser fan de nadie. Otra es ser fanático, y adorar ciegamente a alguien. Nada debe ser ciego; ni siquiera la fe. La fe ciega da como resultado seres humanos ciegos, sin pensamiento crítico y reflexivo. Solo se debe creer de manera inteligente, no miope.
Por culpa de las creencias atávicas, terminamos abrigando doctrinas desconocidas, o medianamente estudiadas, y practicando “cosas” porque sí. Si alguno nace en un hogar de ateos, la probabilidad de ser ateo es casi total; si se nace en un hogar musulmán, seguro no se será cristiano, si se nace en África, siendo mujer, la probabilidad de que sea “víctima” de una práctica a mi modo de ver, no solo violenta, sino excluyente y primitiva; la ablación del clítoris, es inmensa. ¿Por qué? Porque terminamos haciendo las que hicieron nuestros padres y ellos las que hicieron los abuelos y ellos… la misma pendejada.
Ahora, si siendo adultos, creemos después de pensar de manera crítica e independiente, que castrar el cuerpo y la mente tiene justa razón, pues bien. Pero, ¿por qué me lo enseñó mi papá? No seamos tan… La verdad es que no soy tan amigo del chisme; yo no estoy comenzando estas letras para agrandar o alimentar lo que considero insulso y banal.
Me refiero a si algún artista tuvo sexo con el otro y si fue así o asá. Otra son los delitos que encierra la noticia, y sobre esa si quisiera hacer un par de anotaciones. La responsabilidad del destino de la humanidad no es de unos o de otros; la responsabilidad es de todos. Por flojos, por andar de “creyentes”. Sí, flojos, porque pensar requiere esfuerzo, trabajo mental, rebeldía sana, valor… pero para ser creyente no se necesita nada; no más eso, creer ciegamente lo que nos dicen nuestros padres, nuestros profesores, nuestros mentirosos políticos.
El culto a la personalidad, es una de esas que tanto me extraña. Que si bien alguien quiere creer, y adorar, pues que al menos tenga un poco de prudencia y detenimiento al entregar su sistema de fe y creencias. No entiendo, el porqué de plantarse a llorar, y con sus ojos apuntando a la chimenea de la Capilla Sixtina, esperando la fumata blanca que indique la llegada de la nueva “santidad”.
Casi me corren las lágrimas cuando pienso en el más grande que esta tierra ha visto nacer, y me refiero por supuesto a Jesús de Nazareth. En su infinita bondad y humildad increpó a quien le llamaba buen hombre, contestándole que el único bueno era Dios. Claro que he leído con detenimiento las explicaciones de los exegetas intentando decir lo que, según ellos, Jesús quiso o no quiso decir; tal cual.
Yo solo creo que mientras Él con humildad vestía sandalias y túnica, quien se hace llamar “santidad” en esta tierra estéril, viste con exagerada pompa, y nutre afanosamente las cuantiosas arcas del IOR ( Llámese el Banco de Dios, o el instituto para la operación religiosa ) y no merece tanta atención, entre otras por los inmensos, infinitos y constantes escándalos.
Y rendirle culto antes de asomarse… que la historia ha visto unos que dan para mucho… pues es lo que se llama “Culto a la Personalidad”. Y con los artistas, y cantantes, ocurre igual. Hemos visto a varios de ellos, ya en crisis avanzadas, abusando de drogas, involucrados en asesinatos, acusaciones de violencia sexual, y un etcétera de mal comportamientos, y como nos gusta su vallenato o su melodía, pues pagamos la boleta bien cara, así sea para cantar lo que el artista ya no puede por su total idiotez; pero hay que llorarlo y “adorarlo.
Acaso ese dinero, ¿no quedaría mejor en las manos del caído en desgracia? Para terminar permítame el lector referirme finalmente a la que considero la reflexión de mayor importancia y que seguro tiene que ver con todo lo anterior y más.
Es la educación; la huérfana del paseo. Unos ni siquiera la miran, y los que lo hacen, lo hacen mal por creer en lo que les recitaron de siempre. Van los ingenuos al plantel donde van a “educar” a sus hijos, y la primera pregunta que hacen, lo primero que analizan es ¡¿Cómo está el colegio en el ICFES?! ¡Nunca pregunté eso! ¡Nunca me interesó! Siempre pregunté y me enfoqué en “entregar” a mi hija a quien la viera y tratara como un ser humano, no como uno más en la jaula; sí, no es error de ortografía; no quise escribir aula.
Nunca quise que supiera de todo. Quise siempre que fuera feliz, algo difícil en la sosa educación escolar. Quise que no tuviera miedo de “perder” una materia, algo en lo que muchos “docentes” se empeñan. Es su misión; sembrar el miedo, en un niño que de hecho, al salir de casa ya lo tiene en su mente y su corazón. Creo con una enorme humildad, que me he dedicado a analizar algunos, que el sistema educativo anda podrido, pero sus gerentes todos lo ignoran… porque creen sin pensar.
En la educación escolar pueden tener importancia las matemáticas y todas las del hemisferio izquierdo. Pero ellos, los “sabios”, con un enorme ego docente dejan al olvido el derecho y me refiero al hemisferio cerebral. Allí se encuentran la creatividad, la imaginación, las nuevas ideas, el pensamiento divergente, la conciencia plena, el ritmo, las letras, y no la religión que termina siendo causal de conflictos, pero sí la espiritualidad. Regáleme el lector permiso para las últimas líneas.
El plantel, en su infinita proyección de la culpa, nos dice que los buenos modales y muchas de las anteriores son responsabilidad de los padres. ¿Les hago las cuentas de las horas que están en casa y el colegio a ver si les quedan ganas de argumentar?
De las 24, quitando las del sueño y largos trayectos en sus idas y venidas, y la larga lista de trabajo extra “NO remunerado” que les dejan para casa a los chicos, restando todos los tiempos, a los padres nos queda un mínimo de tiempo. Para ñapa el poco que nos queda a los padres con nuestros hijos, es cuando su mente, ya cansada, no quiere nada; las horas receptivas las “quemaron” en el liceo.
A la próxima, preguntemos si el colegio se interesa real y mayoritariamente por ayudar a formar seres “humanos”, que aprendan a tratar a sus semejantes. Personas que aprendan a amar a sus congéneres, que se inculquen, no religiones, pero si espiritualidad, bondad, sexualidad sana, autocontrol, y sobre todo pensamiento crítico.
Que en el plantel “educativo” tomen conciencia de que la corrupción no es de políticos, sino que es inherente al ser “humano"; que es tarea de todos, incluidos ellos cambiar las cosas y que los docentes no deben lavarse las manos, sino enseñar valores, no a recitar de memoria que el ADN es el “Acido desoxirribonucleico”, no un pobre resultado en el ICFES. NO seamos tan así.