Seamos sinceros en 2019
Opinión

Seamos sinceros en 2019

Abramos los ojos ante la crisis de liderazgo, de la política, de credibilidad del Estado; concentración del poder económico, la peor corrupción, más violencia, el agro empantanado

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enero 15, 2019
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Tal vez uno de los propósitos más importantes que los colombianos debemos tener en este 2019, es no decirnos mentiras, es decir, ser realmente sinceros sobre lo que pasa en este país. Varios puntos merecen destacarse a sabiendas de que no en todos coincidiremos y que seguramente faltarán otros igualmente importantes. Con todas estas advertencias, iniciemos este ejercicio.

 

Crisis de liderazgo. Esto puede aplicarse a todo nivel, en el sector público, en el privado y en la sociedad misma. Para empezar por el liderazgo político, es bueno recordar que no hace mucho podíamos contar con un buen número de hombres, pero también mujeres, que podían clasificar como aspirantes a la presidencia de la República. Repitamos ese ejercicio y así llegaremos a la conclusión que esa situación cambió. Muchos de esos aspirantes o se han quemado, como es el caso de Germán Vargas Lleras, o tienen otros planes, como probablemente Clara López, o simplemente se les enredó su futuro político, como puede ser el caso de Gustavo Petro o de Piedad Córdoba. ¿Pero dónde están los nuevos nombres? En el sector gremial ninguno se destaca claramente y a los líderes sociales los están aniquilando.

Sin novedades en la base productiva. La creación e impulso de sectores productivos que realmente dinamicen de manera permanente la economía colombiana, como el sector agropecuario y por consiguiente la agroindustria, se enfrentan al feudalismo de siempre que impide las grandes reformas para dinamizar estas actividades. La economía naranja es un discurso vago que está desviando la atención sobre otros temas que pueden realmente disminuir nuestra dependencia del petróleo.

Crisis en la política. La democracia no es tal si no existen partidos políticos fuertes que permitan interpretar las diferencias naturales en una sociedad y resolver pacíficamente sus conflictos. Nada de eso queda de los esqueletos de partidos actuales en Colombia a lo que se suma, líderes de esos cascarones que no reconocen su obsolescencia y sus terribles vicios que son cada día más visibles. Nuevos movimientos políticos es la gran necesidad sentida en el país y el surgimiento de grupos de ciudadanos que conformen otros liderazgos colectivos.

Recrudecimiento de la violencia. Ese diagnóstico que señala que en Colombia los pobres siempre ponen los muertos, se está repitiendo de una manera trágica en nuestro país. Pero es aún más grave, porque se trata de la eliminación de líderes sociales que se enfrentan a la incapacidad del gobierno de entender las verdaderas causas. Atribuir todos estos asesinatos a los grupos de mafias o al ELN, es desconocer que el 35% de los asesinatos de estas personas es realizado por particulares y no por grupos delincuenciales. La tierra, la política, el dominio territorial deben ocupar de nuevo prioridad en la agenda nacional para entender lo que sucede y actuar.

Crisis de credibilidad en el Estado. No solo se enfrenta el país a un gobierno con serios problemas de gobernabilidad, sino que el poder legislativo y el judicial atraviesan por una de sus peores crisis. Nadie le cree al Fiscal General de la Nación o a los jueces que están tomando decisiones claramente cuestionables. Como puede funcionar un Estado con semejantes limitaciones frente a los ciudadanos, es la pregunta de fondo.

Crisis por la concentración del poder económico. Hasta hace algunos años en Colombia se hablaba de los llamados cacaos, es decir, de esos 4 grupos empresariales que concentraban gran parte del poder económico del país. Ahora se menciona solamente al Grupo Aval y más concretamente a Luis Carlos Sarmiento Angulo, el hombre más rico de este país. Este grupo y este personaje tiene cerca del 25 % del sector bancario; con el grupo antioqueño es el dueño del 85 % de los fondos de pensiones, es propietario de grandes concesiones de obras públicas, carreteras, hoteles, etc.. Sus vínculos con el escándalo de Odebrecht lo tienen entre las cuerdas especialmente en Estados Unidos y con desprestigio en amplios sectores del país. Un golpe mayor puede generar una seria crisis en el país.

Corrupción su peor crisis. No se trata solamente de la histórica corrupción de los políticos sino del nuevo negocio del sector privado del país. Los grandes y medianos empresarios han encontrado el negocio de su vida: comprar poder político. Es la relación más perversa que se está dando en Colombia y en otros lugares del mundo, pero que en este país ha llegado a niveles tan altos que exigen un compromiso que no se ve aun entre quienes deben tomar las grandes decisiones para contrarrestarlo. La nueva clase social rica de Colombia ya no está compuesta solamente por los narcotraficantes sino por empresarios y funcionarios públicos que han saqueado los recursos del Estado.

¿Podemos cerrar los ojos ante semejante número de problemas? Esta es la pregunta que debemos plantearnos como ciudadanos de este país lleno de problemas, pero también de posibilidades.

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