Este nuevo año trae consigo dos cosas que lo marcarán como agitado: el inicio de la vacunación masiva y el gran descontento social contra un gobierno corrupto que sumió al pueblo en la peor crisis en más de 100 años. La extrema derecha terminó por destruir la poca prosperidad de una nación golpeada por la violencia y el narcotráfico. Nos encontramos en un punto decisivo en la historia de Colombia, con un presidente tinterillo que sigue las órdenes de un político que ya no quiere ni los grupos económicos ni las élites que viven del saqueo.
Nadie se había imaginado un escenario tan oscuro para la democracia, las instituciones están en las manos del uribismo y sus compinches de derecha rancia, las masacres son el pan de cada día en las regiones más afectadas por la violencia del narcotráfico, los grupos paramilitares están creciendo con un estado que se hace el de la vista gorda ante sus atrocidades, el proceso de paz está hecho trizas por los mismos poderosos que se lucran de la guerra, los medios de comunicación están rendidos ante los pies del gobierno más corrupto del continente, un presidente incompetente que ya no puede ocultar su baja popularidad, un Álvaro Uribe desprestigiado por sus mismos votantes, unas disidencias que están volviendo a repetir la historia de los años 80 y unos políticos de «centro» que quieren evitar a toda costa que Gustavo Petro llegue a la presidencia.
El que no conoce su historia está condenado a repetirla; esta frase resume a nuestro país cafetero, donde los más débiles cargan con todos los errores. El futuro es incierto para una nación tan lejos de la mano de Dios y tan cerca de la extrema derecha. Solo un milagro puede conducirnos por el buen camino, un milagro que nos haga reaccionar a tiempo ante toda la catástrofe que se presenta frente a nuestros ojos, que nos haga unirnos para exigir los derechos de las mayorías y acabar con los privilegios de una minoría.
Este año va a estar lleno de manifestaciones encabezadas por jóvenes que no ven un futuro digno, oportunidades de progreso, posibilidad de un trabajo estable y acceso a una pensión; una juventud que no tiene nada que perder. Solo hay dos opciones: la primera es que aprovechemos la actual coyuntura para mejorar nuestra patria y la segunda es sumergirnos en el autoritarismo de un estado que solo funciona para unas pocas familias de parásitos.