El 26 de agosto puede ser uno de los días más importantes dentro de la historia colombiana, después del plebiscito de La Habana, donde por fin sabremos si el país que nosotros tenemos es el país que nos merecemos.
No quiero que me malinterpreten, amo a mi país y a su gente, pero lamentablemente nosotros como ciudadanía nunca hemos sido buenos tomando decisiones que afectan nuestro futuro y bienestar. Cuando digo nosotros no me refiero a que yo haya apoyado algunas malas decisiones, sino a que yo habito este territorio y me toca aceptar lo que nuestra democracia elige.
Uno de nuestros mayores flagelos, junto con nuestra eterna guerra —que algunos no quisieran terminar—, es la corrupción. Sin embargo, no es una corrupción oculta que trata de escondida para no ser vista y pasar desapercibida, sino muy por el contrario, la tenemos día a día frente a nosotros, viéndonos a la cara, sonriendo y haciendo promesas tan demagógicas como las que ellos mismos critican. Esta corrupción solo se carcome el 25% del presupuesto nacional, una cifra que solo creemos saber, pero que tiene tanto números que si los escribo no los leerían.
Por eso, nosotros los colombianos debemos tomar la iniciativa y demostrarle a los corruptos que nos cansamos de ellos. La historia nos ha demostrado que desde hoy hacia atrás los escándalos por corrupción han abarcado cada una de las esferas sociales y que la ambición parece no tener límite ni escrúpulos.
Y nos ha llegado la oportunidad, después de un aval por firmas se ha aprobado la consulta de siete puntos que puede combatir desde una esquina la corrupción y ponerle algún tipo de freno al desangramiento anual de recursos que al final son nuestros, porque el estado somos nosotros. Solo se nos piden doce millones de votos para que la consulta tenga validez y empezar nosotros desde la ciudadanía a hacerle frente a este flagelo interminable de unos pocos que se enriquecen a costa nuestra.
Sin embargo, debemos tener muchísimo cuidado, recordemos que por poco perdió el plebiscito por la paz. No obstante, lo que duele no fue el número de votos, sino que las personas hayan creído vastas mentiras que con un análisis menor se habrían descubierto.
Algo así ocurre en estos momentos, donde la consulta se rodea de mentiras. En consecuencia, quienes la apoyamos tenemos la tarea titánica de desmentir a quien apoya la mentira y la corrupción. Las redes sociales, al igual que el diálogo claro con ideas y argumentos, serán nuestro mejor aliado. Vamos a derrotar la corrupción y el 26 de agosto sentaremos un precedente.
Para cerrar, este mes que se viene puede llegar a ser igual de intenso que el de la campaña presidencial, por eso recomiendo no creer todo lo que se ve en redes sociales y consultar a personas que apoyan la consulta para aclarar cualquier duda. Hablemos con las personas allegadas a nosotros, expliquémosle e invitémoslas a seguir exponiendo la información veraz. De hecho, por redes sociales ya se ha venido rotando la información aclaratoria,