Me da risa que la alcaldía de Peñalosa está sacando pecho porque la publicación World’s Best Festivals incluyó en su lista a Rock al Parque, como si esa mención tuviera algo que ver con la chambonada de conciertos que nos presentan este año. No contenta con anular el Festival de Jazz y fusionarlo con el de salsa como si fuera lo mismo, la actual administración rebajó de 1300 millones a 900 el presupuesto de este año para Rock al Parque. El resultado se ve en las bandas que van a traer.
Al parecer los metaleros están de fiesta porque viene Sepultura, la banda brasileña que hace rato dejó de ser importante y Suicidal Tendencies, en donde seguro se desahogarán golpeándose entre sí asustando, con su hiperkinesis, a las adolescentes madres solteras que gritarán hasta abortar las canciones de los azucarados Caramelos de Cianuro.
Desde ya se notan los efectos del reducido presupuesto y los prejuicios del conservador mandatario de turno. En una medida inexplicable decidió echar a los muchachos de Échele Cabeza, quienes desde hacía cinco años venían en una interesantísima campaña de asegurarle a los consumidores ocasionales que la coca que inhalen o la pepa que inevitablemente se van a meter antes de un show sean de la mejor calidad. Represor e hipócrita, Peñalosa está más cerca del medievalismo ordoñista que de las políticas que ahora rigen el mundo y que aceptan con toda naturalidad que un muchacho de 20 años que va a un concierto prefiera drogarse a emborracharse porque, además de que el subidón de la MDMA es de lo más agradable, sus efectos son menos nocivos que los que produce la media de aguardiente que se mete después de misa el católico buen hijo, buen padre y bruto que suele seguir las enseñanzas de monseñor Ordóñez.
El año pasado Los treintañeros nos divertimos con Café Tacuba y Los Pericos
mientras los patinetos disfrutaban de Sum 41.
Todo funcionó y se vivió una fiesta
El año pasado Rock al Parque, en pleno agosto, fue una explosión de alegría exacerbada por la música y por la bareta. Los treinteañeros nos divertimos con Café Tacuba y Los Pericos mientras los patinetos disfrutaban de Sum 41. Todo funcionó y se vivió una fiesta. Ahora me imagino a la policía, envalentonada por un alcalde represor y por el nuevo código, dando bolillo, vigilante, atentos a cazar drogadictos satánicos, provocando, por qué no, una estampida.
Por eso mejor este puente aprovecho para ir a Cúcuta a visitar a mi familia. Aunque igual, desde el punto de vista periodístico sería interesante estar ahí para ver el desastre. Me adhiero a lo que Julio Correal dijo en su cuenta de Twitter de que no solo se había reducido el presupuesto sino el tiempo de trabajo. Este año Rock al Parque se apresta para ser una chambonada en donde, ojalá no suceda, la policía cumplirá su trabajo y estrenará, gozosa, el nuevo código represor. Ellos serán la banda que más se hará escuchar en el Rock al Parque de Peñalosa.