Hablaron las urnas y confirmaron la letra gruesa de lo que habían vaticinado las encuestas: Gustavo Petro ganó y el pueblo colombiano está a una vuelta de piñón de hacerse con el control del gobierno nacional.
Ese pueblo ha dicho no más corrupción, no más mafias en el poder, no más decisiones contrarias a su voluntad, no más uribismo ni varguismo, no más gavirismo y ojalá pronto pueda extender su rechazo a todos los clanes que se adueñaron del Estado, y hoy lo manejan contra de los intereses populares.
Con Rodolfo Hernández, también en segunda vuelta, a las fuerzas democráticas y alternativas que acompañan a Petro les quedó la responsabilidad de extremar esfuerzos para atraer al electorado que su líder requiere para superar el 50 por ciento de los votos necesarios para poder lucir el 7 de agosto la banda presidencial.
No es esta una tarea fácil, pero está dentro de los márgenes de lo alcanzable. Su contendor de hoy, si bien conquistó una importantísima posición en la política colombiana, obtuvo unos resultados que lo dejaron en el peor de los mundos: quedó a la espera de que los votos de Federico Gutiérrez se trasladen todos a su causa, lo cual será imposible dado que los énfasis contra la politiquería y la corrupción que le puso a sus discursos, que deberá seguir repitiendo y sin los cuales no quedaría nada en ellos, serán un espantapájaros para tantos corruptos y politiqueros como los que hay en las filas del antioqueño, los cuales, ante tal alianza, optarán por abandonar sus toldas, como lo harían también muchos de los seguidores de Rodolfo al verlo aliado con quienes tanto repudió en campaña.
Pero sin los votos de Fico los de Rodolfo difícilmente podrán incrementarse en una cantidad que le signifique rebasar a Petro y alcanzar ese 50 por ciento indispensable para satisfacer sus anhelos presidenciales.
Para Petro, eso tampoco es fácil, pero el camino lo tiene abonado por su ya larga experiencia electoral, su inteligencia a toda prueba, sus vínculos estrechos con el movimiento social y sus más destacados líderes y el reconocimiento que se ha ganado como persona proba y de grandes ejecutorias en el manejo de la cosa pública, todo lo cual se suma a la inagotable mística de sus entusiastas seguidores.
Pero no sobra repetirlo: no es fácil. Se necesita llegar a la base social con la frase esclarecedora, esa que, cimentada en el programa de gobierno, se precisa para superar los engaños politiqueros creados mediante tergiversaciones. Ojalá así se entienda, y a ello se destinen todos los esfuerzos que se puedan emplear en lo que resta de campaña.