En un viejo cuento —ordinario, pero bastante realista— al poner un dentista a funcionar la fresa el paciente lo toma por la ingle y le advierte amablemente: “Nos vamos a hacer pasito, ¿no es cierto doctor?” Se trae a colación este gracejo para ilustrar la relación entre la China y Venezuela en dónde el único camino que les queda a los dos es hacerse pasito.
¿Qué es lo que está ocurriendo? Que Venezuela le debe a la China la friolera de 65.000 millones de dólares y en plata blanca posiblemente solo tiene con qué pagarle intereses. (Ecuador, que le debe a China unos 10.000 millones de dólares, está en mejores condiciones de pagar los intereses y atender el principal. Todavía no ha pedido oficialmente a los chinos renegociar la deuda.)
¿Y cómo dejó la China, un país medianamente serio, que se llegara a esta incómoda situación con Venezuela, un país que de serio tiene muy poco? Básicamente lo que ocurrió es que se juntó el hambre con las ganas de comer. China, con tasas de crecimiento anuales superiores al 10 por ciento, y un ahorro interno que la ha llevado a tener las mayores reservas monetarias del mundo, pensó que tenia que asegurar el suministro de materias primas, especialmente de petróleo, de donde pudiera, sin importarle mayor cosa la situación política y financiera del país que le aportara hacia el futuro sus necesidades de hidrocarburos y ciertos minerales. A Venezuela los chinos le dijeron que podían disponer de recursos de crédito prácticamente sin límites, siempre y cuando el repago fuera en barriles de petróleo atado al precio internacional del crudo. A Venezuela los mercados financieros le habían cerrado las puertas hacía varios lustros.
China parece no haberse dado cuenta que su irresponsable generosidad crediticia la estaba convirtiendo en el mayor y único acreedor de Venezuela. Durante muchos lustros la relación chino – venezolana iba viento en popa. Chávez y Maduro iban a Beijing donde eran recibidos con todos los honores. Al estar el precio del petróleo en franco ascenso y sobrepasando la barrera de los 100 dólares por barril, los préstamos se desembolsaban con enorme facilidad y el petróleo venezolano cogía rumbo al Asia.
Maduro y sus correveidiles corrían por el mundo
tratando de hacer subir el precio del petróleo por decreto,
pero las fuerzas del mercado resultaron ser más tenaces
Pero en parte debido al auge del petróleo a partir de esquisto, los precios del crudo se derrumbaron y empezaron a aparecer fisuras en el idilio entre China y Venezuela. Maduro y sus correveidiles, apoyados por Correa y otros payasos como Evo en Bolivia y Ortega en Nicaragua, corrían por el mundo entero tratando de hacer subir el precio del petróleo por decreto, pero las fuerzas del mercado resultaron ser más tenaces que los alaridos desesperados de los dictadorzuelos tropicales.
Hoy la única alternativa que le queda a los chinos y a los venezolanos (y eventualmente a los ecuatorianos) es hacerse pasito. Venezuela no tiene otra forma de repagar que con petróleo; y la China no tiene otra forma de cobrar sus créditos que recibiendo crudo. Como era de esperarse, los chinos están enormemente prevenidos con la caótica situación económica y social en Venezuela. No sólo se han entrevistado con la oposición, sino que han pedido al Congreso de Venezuela que apruebe toda renegociación. A su vez Maduro y sus correveidiles saben que absolutamente nadie en el mundo les va a prestar más dinero y que la única solución es persuadir a la China para que les permita tener algo de liquidez para atender los otros compromisos, entre otras importar comida.
Lo que el autor de esta nota no entiende es por qué la China, a sabiendas de que pagando precios de mercado podía conseguir todo el petróleo que llegase a necesitar, se puso a prestarle plata a rodos a un régimen tan corrupto como incompetente como el de Chávez y Maduro. ¡Hoy la China tiene que pagar el precio de semejante descache!