Empezar el año despidiendo a Obama es algo triste, tan triste que ni él mismo pudo contener las lágrimas en su discurso desde Chicago. Barack Huseisn Obama gobernó la nación más poderosa de la tierra durante ocho años, sin que los numerosos problemas y conflictos que enfrentó hubieran menguado su prestigio. Por el contrario, con el paso del tiempo fue consolidando esa imagen de hombre bueno y presidente sensato.
Quedó claro que en los Estados Unidos el contrapeso de los poderes públicos e inclusive del sector privado funciona y controla. Su presidencia avanzó tanto cuanto la dejaron el Congreso Republicano y el lobby privado, pero aun así dio duras batallas por establecer condiciones más equitativas sin utilizar el garrote del imperio.
Sus luchas no mermaron su prestigio personal, aunque debilitaron la propuesta demócrata al punto de perder nuevamente las mayorías del Senado, no lograr mantener la supremacía en la Cámara y recibir la derrota de su candidata Hillary Clinton.
Sin embargo, su discurso de despedida no refleja un hombre frustrado sino nostálgico, pero no por el poder sino por no haber conseguido avanzar más para retribuirle a su pueblo todo el cariño que siente por él y por su familia.
Obama será sin duda un líder mundial que aparecerá en muchos escenarios para orientarnos, para acompañar procesos y para defender las ideas liberales como lo hizo en sus palabras de despedida. Un gran discurso, en el que por supuesto hubo algunos lugares comunes pero mucha inteligencia y claridad.
“La Uniformidad no es un requisito para la democracia”, dijo para mostrar un camino indispensable en la política liberal moderna. No son las grandes mayorías las que pueden imponer sus decisiones sobre las minorías, porque las sociedades no son, ni debe pretender ser, homogéneas. Que buena enseñanza para tantos déspotas que intentan imponer su pensamiento sobre otras personas. Qué ejemplo democrático para seguir en una Colombia que se abre a la participación de ideas nuevas y que debe garantizar el derecho de las minorías.
No son las grandes mayorías las que pueden imponer sus decisiones
sobre las minorías, porque las sociedades no son,
ni debe pretender ser, homogéneas
A continuación sostuvo que lo que sí es un requisito para la democracia es el sentido básico de solidaridad. Pero ¡cuidado!, solidaridad no significa conmiseración, ni caridad, conceptos que empobrecen aún más a quien la recibe. Solidaridad es la búsqueda de equilibrio por parte del Estado que tiene la enorme tarea de crear condiciones económicas más justas y más incluyentes.
Una sociedad diversa (No homogénea) y solidaria es una sociedad más democrática, así la democracia sea algo imperfecto y muy difícil de lograr. Es la utopía a buscar, el Estado deseable que Barack Obama procuró, nadando contra corriente de los poderes que a partir del domingo estarán asentados en la Casa Blanca.
Obama lloró nostálgico y a buena parte del mundo se nos encharcaron también los ojos por perder una oportunidad de cambio y por el miedo a enfrentarnos a la rudeza elemental de la derecha liderada por Trump.
Sin embargo, nos dejó una pista ideológica para resistir. Debemos creer en la capacidad de cambio, no en la de Obama, sino en la de nosotros mismos. Habrá que recordar esto cada día a partir de ahora.
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