La izquierda en América Latina va para atrás como el cangrejo. Después de 15 años de gobierno, poco más poco menos, tanto en Argentina como en Venezuela, Bolivia y Brasil, retroceden como si estuvieran sufriendo el efecto dominó.
Desde luego que el imperialismo tiene el proyecto de reconquistar su “patio trasero”, utilizando los famosos “golpes blandos” desde adentro, estilo Honduras y Paraguay, pero no obstante su poder arrollador, saltan a la vista las siguientes preguntas: ¿Cuáles son las causas para semejante retroceso? ¿Es el modelo económico neo desarrollista? ¿Es el papel que cumplen los monopolios de los medios de comunicación? ¿Es la corrupción de los partidos de “izquierda” en el poder? ¿Es la falta de educación política de las bases sociales? ¿Será que no trascendieron la fase neo liberal del capitalismo? ¿Faltó organización del movimiento democrático?
Hay muchas preguntas para responder. En todo caso, sea lo que fuere, parece que los indicios apuntan a que el “ciclo de los gobiernos progresistas” están llegando a su fin en América Latina, o por lo menos los modelos que nosotros conocemos. ¿Cuál será el nuevo ciclo una vez aprendida la lección? ¿Cuál será la respuesta de los partidos progresistas y de las masas populares a la crisis del neoliberalismo y de la izquierda en América Latina?
Estas reflexiones tienen lugar a raíz de los hechos recientes en Brasil, donde está siendo acusado el expresidente Lula da Silva, de ser partícipe en los escándalos de corrupción por los contratos de Petrobrás y al calor de la profunda crisis económica, política y social que sacude el país, crisis que se hace extensiva al gobierno de Dilma Rousseff y al Partido de los Trabajadores (PT). De tal manera que ya la presidenta está a un paso de que la saquen del gobierno con el juicio político en su contra, aprobado por la cámara de diputados el 17 de Abril, acusada de “ocultar préstamos a la banca privada para cubrir los gastos del déficit fiscal”.
El cáncer de la corrupción es un secreto a mil voces, y no solo de dirigentes del PT, sino también de dirigentes del Partido Movimiento Democrático Brasilero (PMDB) aliado del PT en el gobierno. Parece que muy pocos de los dirigentes del Estado pueden tirar la primera piedra.
Esta situación, así como la crisis económica, social y política, ha sido aprovechada por la ultraderecha neoliberal para desprestigiar a dirigentes tan populares y emblemáticos como Lula da Silva y la presidenta Rousseff, con el fin de volver a implantar su modelo de acumulación capitalista neoliberal, no solo en Brasil, sino en toda América Latina, como se está comprobando con los resultados electorales en Argentina, Venezuela, Bolivia y Brasil, que ahora está atravesando la peor crisis de su historia reciente.
Analistas políticos tan juiciosos como Leonardo Boff, Boaventura de Sousa Santos, Emir Sader y Atilio A. Barón, han estudiado el fenómeno a profundidad, y sobre todo, Atilio A. Barón, ha llamado la atención con franqueza sobre la ausencia de la autocrítica por parte de los movimientos democráticos y de izquierda en el análisis de las causas de la crisis de los gobiernos progresistas de América Latina.