Estamos en año de comicios regionales, escoger autónoma y responsablemente es nuestro deber ciudadano. A lo largo y ancho del país tenemos ejemplos de personas en cargos públicos que, por lo menos, desconciertan por su aberrante desempeño. Cómo evitar que tengamos situaciones similares es una de las grandes preguntas que debemos hacernos como electores. Con esto en mente, traigo a ustedes una síntesis comentada de un ensayo que considero de gran utilidad para abordar esta y otras situaciones.
En 1976 Carlo Cipolla escribió “las leyes básicas de la estupidez humana”. Cipolla, un reconocido historiador económico educado en la Universidad de Pavía, la Sorbona y el London School of Economics, y quien posteriormente sería profesor en la Universidad de California - Berkeley; produjo este pequeño ensayo con una mezcla de absoluta seriedad e hilaridad. Las cinco leyes son, a la vez, una guía y una advertencia para lo que el autor considera el mayor peligro que afronta la especie: la estupidez humana. Procedamos a describir estas leyes.
La primera ley es que “siempre e inevitablemente, todo el mundo subestima la cantidad de individuos estúpidos en circulación”. Esta ley se basa en un dicho milenario que, incluso, tiene espacio en la Biblia y fue latinizada como stultorum infinitus est numerus; pero como la cantidad de individuos no es infinita, tampoco puede serla la de estúpidos.
La segunda ley es que “la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona”. Esta nos aclara que la estupidez no depende de credo, género, sexualidad, edad, color de piel, nacionalidad, o cualquier otra característica humana. Es una característica independiente.
La tercera ley, también referida como la ley básica dorada es que “una persona estúpida es alguien que causa pérdidas a otra persona o a un grupo de personas, mientras que ella misma no deriva ninguna ganancia y, probablemente, incurra en pérdidas”. En la descripción de esta ley, Cipolla, categoriza a las personas en 4 grupos ubicados en cuadrantes de un plano cartesiano, definidos por la forma como se distribuyen las acciones humanas y sus consecuencias en dos ejes uno X en el que se mide la ganancia personal y uno Y en el que se mide la ganancia de otro u otros. En la esquina superior izquierda está el Indefenso: que no genera ganancia personal, pero si a otros. En la superior derecha el Inteligente: que genera ganancia personal y también a otros. En la inferior derecha el Bandido: que genera ganancia personal y pérdida a otros. Por último, en la inferior izquierda el Estúpido, que define esta ley. La mayoría de las personas pueden actuar en algunas ocasiones como inteligentes y en otras como indefensos, incluso como bandidos. Sin embargo, de acuerdo con Cipolla, los estúpidos son asombrosamente consistentes.
La cuarta ley nos dice que “las personas no estúpidas siempre subestiman el poder destructivo de los individuos estúpidos. En particular, las personas no estúpidas olvidan constantemente que siempre, en todas partes y en todas las circunstancias, lidiar y/o asociarse con personas estúpidas infaliblemente resulta ser un error costoso”.
La quinta ley reza “una persona estúpida es el tipo más peligroso de persona. Una persona estúpida es más peligrosa que un bandido”. Estas dos últimas leyes son de gran importancia para las próximas elecciones, pues muchas veces elegimos a quien pensamos que es inofensivo porque no es un bandido, pero resulta ser un peligro inconmensurable en el poder. Esto se debe a que es posible predecir lo que buscan los indefensos, inteligentes y bandidos; pero es imposible predecir lo que hará una persona estúpida. No tienen planes, estrategias, tiempos ni lugares. Esto hace que regularmente nos tome por sorpresa lo que hacen y que, cuando nos damos cuenta del ataque, no podamos crear una defensa racional, porque el ataque carece de racionalidad. La capacidad destructiva de una persona estúpida en el poder es absoluta, eso debe alertarnos en nuestra decisión.
Estas sesudas y graciosas reflexiones deben servirnos de alerta para nuestras decisiones en los próximos comicios. Debemos ser responsables y autónomos en nuestro ejercicio democrático. Y debemos evitar que estas peligrosas personas lleguen al poder. Oigamos esta plegaria que se le atribuye a Einstein, “solo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, pero de la primera no estoy seguro”.