El prestigioso periódico mensual francés de (extrema) izquierda Le monde diplomatique dedica en su número de mayo de 2022 dos páginas enteras a Colombia con un artículo crítico titulado “Medellín, ciudad cerrojo”, cuyos autores son los investigadores Alcides Gómez, Forrest Hylton y Aaron Tauss.
En el texto se afirma que Colombia es un “bastión conservador que podría inclinarse a la izquierda” en referencia clara a la posibilidad de que Gustavo Petro llegue al poder este año.
En dicho texto se hace un análisis crudo y profundo de las problemáticas actuales de Colombia a través de la realidad social, política, económica, ecológica y de seguridad de la ciudad “de la eterna primavera”.
En efecto, los autores le presentan al pueblo francés y al mundo una ciudad de Medellín donde reina el grupo empresarial antioqueño (GEA), la contaminación, la corrupción y las bandas criminales.
Aquí algunos extractos del artículo:
Este pequeño paraíso turístico ha sido arrasado recientemente por una gran movilización popular, que se está extendiendo poco a poco al resto del país. En términos de escala, duración y determinación, este movimiento no tiene precedentes en la historia de Colombia. Nacido en septiembre de 2018 en asambleas generales de estudiantes -en particular en la Universidad de Antioquia, la más importante de la región-, se topó rápidamente con la represión de la policía antidisturbios. A esto le siguió una huelga nacional que paralizó Medellín con una serie de manifestaciones masivas, unas 15 en pocos meses, para exigir el respeto del derecho constitucional a salir a la calle y una financiación adecuada para la educación pública. A pesar de los esfuerzos del gobierno y de los principales medios de comunicación por presentarlos como vándalos o terroristas, los estudiantes despertaron una amplia simpatía en los barrios obreros, de los que a menudo procedían, pero también en las oficinas, almacenes y talleres del centro de la ciudad.
Los huelguistas consiguieron sus principales reivindicaciones, en particular el presupuesto para la enseñanza superior, que se encontraba en una situación desesperada tras años de reformas neoliberales y endeudamiento de los estudiantes. Sin embargo, no es de extrañar que el gobierno no cumpliera sus promesas, lo que empujó a los manifestantes a reanudar el movimiento. A finales de 2019, la huelga general se extendió a todo el país, retransmitida por los sindicatos, asociaciones y partidos de la oposición.
Mientras que en 2018 el movimiento fue impulsado en gran medida por los estudiantes, en 2019 recorre toda la sociedad. En las marchas confluyen jóvenes no estudiantes de los suburbios, trabajadores de todo tipo, activistas por los derechos de las víctimas, comunidades indígenas y afrocolombianas, activistas queer, pacifistas y ecologistas. Al comenzar las vacaciones de Navidad, el gobierno se encontró contra las cuerdas, a pesar de -o a causa de- su desproporcionada represión de los manifestantes. La huelga se reanudó en marzo de 2020.
Un año más tarde, la crisis económica y social agravada por covid-19, unida a la corrupción y a la desatención gubernamental de la pandemia, alimentó el descontento de la calle. En mayo de 2021, la ira estalló en levantamientos en todo el país. Esta vez, fueron los pobres, los jóvenes precarios de las periferias urbanas y sus familias quienes tomaron la delantera. Nunca antes en la historia del país la movilización de los barrios obreros había alcanzado tal intensidad. A excepción de algunas figuras de la oposición, los representantes políticos parecen haber perdido toda autoridad y legitimidad. El ejercicio de la soberanía popular duró dos meses. Al final de una feroz represión estatal que dejó casi cincuenta muertos y tres mil heridos, el gobierno finalmente ganó.
Si la resistencia popular sorprendió por su audacia y tenacidad, y no solo entre los jóvenes, aún es demasiado pronto para establecer si se traducirá en una representación política formal o en una mayor participación en la planificación urbana y la acción pública. El candidato de izquierda Gustavo Petro obtuvo el 22% de los votos en Medellín en las elecciones presidenciales de 2018 y parece capaz de mejorar este resultado el 29 de mayo de 2022, aunque el candidato de derecha presentado por Uribe, el ex alcalde Federico Gutiérrez (2016-2019), sigue siendo fuerte aquí.
En el caso, considerado creíble por los encuestadores, de que la izquierda gane las elecciones presidenciales, la cuestión sería hasta qué punto el nuevo gobierno de Bogotá sería capaz de entenderse con el movimiento social de Medellín para enfrentarse a las élites económicas de la ciudad, por no hablar de las mafias locales y regionales. Como admite Petro, si la transformación de Colombia ha de ser algo más que retórica de campaña electoral, tendrá que empezar en Medellín.
Mientras que el GEA representa el núcleo duro del poder municipal y regional, actuando como un gobierno de facto no elegido e inamovible, es la Oficina de Envigado la que lleva el timón en cuanto a la recaudación de impuestos y tasas para los señores de la ciudad y los capitanes de la mafia. Es la Oficina de Envigado, y no la alcaldía, la que arbitra las incesantes disputas territoriales por la venta de drogas y la extorsión. Organiza el crimen, supervisa la vida cotidiana, monopoliza el uso de la tortura, el asesinato y el saqueo, y blanquea el dinero del tráfico a través de la economía oficial, desde las obras públicas hasta los hoteles, los inmuebles, el transporte, las campañas políticas y la seguridad privada.
El GEA proyecta la sombra dentro de la cual opera el cártel de la Oficina. El imperativo de ambos de maximizar los beneficios dicta la forma en que las autoridades locales diseñan y aplican sus planes de desarrollo. Así, el reparto de papeles es el siguiente: la agencia municipal de urbanismo designa las nuevas zonas verdes, el GEA las promueve, financia y explota, y la Oficina desaloja a los antiguos residentes para hacer sitio a los nuevos.
Sin embargo, hay una variable en esta disposición: la aparición de un nuevo campo progresista urbano dominado por jóvenes que sufren el desempleo y la precariedad laboral, que reclaman un cambio profundo en el orden político y económico. ¿Se desplazará el centro de gravedad del país hacia la izquierda y se romperá la fachada del "milagro" de Medellín? ¿Es posible una agenda más democrática para la ciudad y la región? A Colombia nunca le han faltado las sorpresas.
Le monde diplomatique se viene interesando en Colombia desde hace décadas ya que los presidentes de este país han tenido fuertes lazos de cooperación con Estados Unidos. Por esta razón, el periódico mensual francés no duda en tildar a los gobernantes colombianos de “conservadores”, entiéndase, de derecha.
A pesar de la crisis económica y deontológica que viene sufriendo la prensa en el mundo, la salud financiera de Le monde diplomatique sorprende y genera envidia en Francia y en Europa. Esa buena salud se debe sin duda a la singular calidad de sus análisis. La gente paga por información de calidad. En este sentido, su director, Serge Halimi, afirma que:
La revolución digital ha abierto un caos de autoservicio. Uno encuentra todos los artículos, revueltos y apilados en el mismo nivel. Pero ya se percibe una forma de cansancio, de fatiga ante la continua información superficial, el comentario inmediato y previsible de la más mínima (supuesta) noticia, la última frase provocadora, el ombliguismo, los exabruptos instantáneos, el desasosiego teatral y las pequeñas depresiones.
Y aquí es donde nuestra singularidad se convierte en una ventaja, porque nos permite evitar la velocidad, la saturación, la vehemencia y la simplificación. Sin embargo, sabemos que también debemos avanzar, informar sobre los debates y proyectos, e idear nuestras propias estrategias para reclamar nuestra posición. Parar y reflexionar, en definitiva, para avanzar con los ojos abiertos.