Hertz, que comenzó con una flota de una docena de Ford Modelo T hace un siglo y se convirtió en una de las compañías de alquiler de automóviles más grandes del mundo, se declaró en quiebra al final de la semana después de sumar una deuda de aproximadamente USD 19.000 millones, compuesta por 4.300 millones en bonos y préstamos corporativos y USD 14.400 en deuda respaldada por vehículos. La declaración de quiebra excluye las operaciones en Australia, Europa y Nueva Zelanda, así como las ubicaciones de franquiciados de la compañía.
La empresa, indicó que tomó la decisión ante el impacto de Covid-19 en la demanda de viajes aéreos, casi dos tercios de sus ingresos provienen de alquileres en ubicaciones de aeropuertos, desde principios de abril, el número de personas que pasan por los puntos de control de la TSA en los aeropuertos de EE. UU. se ha desplomado un 94% en comparación con el año anterior. Además, persiste la incertidumbre sobre cuándo volverán los ingresos y cuándo el mercado de autos usados se reabrirá por completo para las ventas de sus vehículos.
La marcha de la compañía hacia la bancarrota comenzó a fines de abril cuando no fue capaz de cumplir con el pago de los arrendamientos de parte de su flota, que incluye alrededor de 667,000 automóviles, vehículos utilitarios deportivos y otros vehículos en todo el mundo. Intentó acordar una nueva extensión de plazos con los prestamistas, pero no le fue posible llegar a un acuerdo, también junto con otras compañías de la industria aliados en la American Car Rental Association, buscó ayuda del gobierno federal, pero no fue posible persuadir al Departamento del Tesoro de EEUU de entregar ayuda.
A finales de marzo, Hertz despidió a 12,000 trabajadores y puso otros 4,000 en licencia, redujo las adquisiciones de vehículos en un 90% y detuvo todos los gastos no esenciales. La compañía dijo que los movimientos ahorrarían USD$ 2.5 mil millones por año.
Su CEO desde principios de 2017, Kathryn V. Marinello, renunció la semana pasada, no solo enfrentó la pandemia, sino que heredó una compañía en dificultades desde 2012, cuando bajo el el liderazgo de Mark Frissora, compró Dollar Thrifty en un acuerdo valorado en $ 2.3 mil millones, un precio que para algunos inversores y analistas fue muy algo. Hertz era por lo tanto particularmente vulnerable con demasiada deuda y poco efectivo de respaldo.
Las acciones de la compañía cerraron el viernes a $ 2.84, por debajo de alrededor de $ 20 a fines de febrero. Sin embargo, Carl Icahn, un inversionista multimillonario, quién poseía alrededor del 8,5 % de la empresa desde 2014, compró en marzo alrededor de 11.5 millones de acciones a USD $ 7 u $ 8 cada una, para ser desde entonces el dueño de facto de la compañía con un 38,9 % de las acciones.
Icahn, de 79 años, es uno de los 10 gurús del mercado bursátil de Wall Street cuya estrategia de inversión particular le han ganado miles de millones de dólares. Muy diferente a otros grandes inversionistas como Buffet y Soros, quienes compran acciones de empresas cuyo valor es obvio, Icahn en cambio, invierte en empresas en las que normalmente nadie invertiría, mueve a los demás inversionistas y de este modo presiona a los consejos de administración para que hagan caso de los cambios que propone para modificar el rumbo de un negocio, tal como ocurrió con la salida de Marinello. Habrá que esperar un tiempo para ver los efectos del Covid-19 sobre su estrategia en cuanto a Hertz.