Las Farc como partido político acaba de anunciar la suspensión de su campaña política para el Congreso y la Presidencia de la República, por falta de seguridad en sus desplazamientos y por agresiones a sus candidatos. En los departamentos del Quindío, donde las Farc creyeron tener acogida y en el Valle del Cauca, no solo sintieron el rechazo de varios sectores de la población, sino que se dieron agresiones dirigidas al candidato presidencial y a otros dirigentes de este partido. Por estas razones, tanto Imelda Daza, candidata a la vicepresidencia de este sector político como Pablo Catatumbo, anunciaron su interrupción: "La Farc suspendió los actos de campaña debido a los hechos de protesta que ha tenido en su contra su candidato presidencial y jefe del partido Rodrigo Londoño, Timochenko. La decisión será a corto plazo para replantear las estrategias de campaña y para analizar la situación", afirmó Catatumbo.
Dos posibilidades merecen análisis. La primera, es si la Farc como partido político se precipitó en iniciar la campaña presidencial con Timochenko a la cabeza, cuando todavía no se ha logrado entender lo que significa el Acuerdo Final, firmado por el gobierno Santos y las Farc. Aquí vuelve y salta la pregunta de si este grupo se equivocó al haber dejado el nombre de este nuevo partido político como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc). La segunda, es que definitivamente en esta sociedad colombiana muchos de sus líderes en vez de buscar reconciliación siguen empeñados en ahondar las distintas diferencias. Y peor aún, esta sociedad busca incrementar los odios pasando a vías de hecho para impedir un paso fundamental para acabar el conflicto con este grupo guerrillero, de manera que dejen las armas y usen la palabra para presentar sus ideas. Como siempre sucede, la verdad debe combinar elementos de las dos posibilidades planteadas.
Farc como partido político no ha logrado convencer a sectores de derecha del país, que ya no es la guerrilla de las Farc. Este es el primer punto que deben aceptar y más aún, sobre el cual deben empezar a trabajar con hechos, con palabras, con actitudes. No será nada fácil, pero no es imposible si identifican esta realidad como un hecho y trabajan para lograr mostrar que ahora no son guerrilleros sino políticos. Obviamente, aún si lo logran, el momento no es el más adecuado porque nada tan desprestigiado en este país y en el mundo que este sector de la sociedad.
Farc como partido político no ha logrado convencer a sectores de derecha,
que ya no es la guerrilla de las Farc.
Es el primer punto que deben aceptar y trabajar con hechos, palabras, y actitudes
Pero lo que también es innegable, es que este país no ha entendido lo que es una negociación del Estado con sectores alzados en armas y la importancia de que se les ofrezca la alternativa obvia: hacer política sin armas. Muchos sectores de la derecha recalcitrante que además manejan el capital nacional, solo se calmarían si ven a los dirigentes de este grupo desaparecidos de la faz de la tierra y como alternativa, con cadena perpetua en una cárcel de máxima seguridad.
Qué grave que dirigentes nacionales no hayan logrado entender que aún su gran caudillo, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, tampoco los pudo derrotar, sino que simplemente los debilitó para que el presidente Santos lograra el Acuerdo Final entre su gobierno y las Farc. Esa es la realidad colombiana, y así les hubiese gustado a muchos la derrota total a la guerrilla, la verdad es que nadie pudo hacerlo y por ello la alternativa es lo que está sucediendo. Si no se les abre el espacio para que hagan política con las garantías que les da la Constitución del 91, lo que se hará es sembrar la semilla de un nuevo conflicto armado. Y ustedes serán los responsables, sin la menor duda.
Sería muy interesante que en medio de este profundo odio que reina en el país, se mirara la diferencia que actualmente existe entre el ELN y las Farc. Mientras el primero está dedicado al terrorismo llenando de miedo al país, y atacando obviamente a los dirigentes del partido Farc, por el contrario, los exguerrilleros que firmaron el Acuerdo Final, se retiran a sus cuarteles de invierno pidiéndole protección al Estado para ejercer su derecho a hacer política sin armas. La agresión claramente está en manos de los ciudadanos que se consideran seres de paz.
Como si el gobierno Santos no tuviera ya suficientes problemas nuevos como la creciente llegada de venezolanos huyendo de Maduro, ahora le toca evitar estas agresiones de "gente bien" que deja de lado de su condición de ciudadano. A estos últimos se les olvida un pequeño detalle: se elige al presidente y a los miembros del Congreso de la República por medio del voto y nadie los obliga a votar por el partido de las Farc. No hay rechazo más contundente que no votar por sus candidatos. Esa es la forma de objetarlos y no a gritos y con agresiones propias de personas no civilizadas.
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