Seamos claros, no es con plantones simbólicos organizados en La Alpujarra, a cientos de kilómetros del problema, como vamos a solucionar la situación, sino con acciones concretas y un Estado fuerte que haga presencia permanente, para que sus habitantes recuperen la tranquilidad y vuelvan a sonreír.
El Bajo Cauca antioqueño no puede seguir siendo la Cenicienta del departamento y del país, aquella región a la que todos le hacen el feo y de la que solo se acuerdan cuando ven a un montón de desadaptados que atacan a la misión médica y luego se ponen a jugar con una camilla. La situación actual es grave, una caldera que explotó, pero sigue calentándose, y merece toda la atención del Estado, que los gobernantes se amarren los pantalones y le brinden a sus cerca de 300 mil habitantes (los buenos) seguridad y libertad.
Esta subregión no puede esperar más. Llegó la hora de que lleguen las soluciones reales y permanentes para sus habitantes. Es el momento de entender lo pasa allí y se los resumo en: el 28,5% vive por debajo de la línea de pobreza (la tasa más alta del departamento), grupos ilegales llenando el vacío que dejó el Estado y sus habitantes marginados por no ser representativos electoralmente.
El Bajo Cauca es un territorio minero. Allí se produce el 42% del oro que se comercia en el país, sin embargo, no hay acompañamiento técnico a los mineros tradicionales, que urgen iniciar procesos serios de formalización que les permitan mejores prácticas en la extracción del oro y que dejen de ser perseguidos por las autoridades.
Y para ello, la creación del Distrito minero es una opción viable que permite la formalización, minimiza el impacto ambiental y lleva bienestar. A esto hay que sumarle, como lo solicitan los mineros, un desarrollo planeado de la industria y una alta inversión en vías de la subregión.
El Bajo Cauca necesita una alta inversión social que le permita prosperar y una fuerte presencia del Estado. Hoy, el vacío que se dejó desde hace muchos años, lo llenan los grupos armados ilegales, quienes son los que tienen el control territorial y deciden lo que allí sucede. Antioquia y Colombia tienen una deuda histórica con esta subregión y no hay tiempo de esperar más para pagarla.
Es urgente poner en marcha planes que permitan recuperar la economía de esta subregión, brindar seguridad a sus habitantes y visitantes y opciones para los jóvenes, con el fin de que no sea la delincuencia la que se los robe a la sociedad.
Por otro lado, el turismo puede convertirse en la punta de lanza para romper los paradigmas que se tienen de esta subregión de Antioquia. Caucasia y su clima cálido, Cáceres y su historia, Zaragoza y sus panorámicas espectaculares, Tarazá y sus balnearios, son opciones para propios y visitantes que permiten vivir nuevas aventuras.
Así que todos a mirar hacia el Bajo Cauca. ¡Vamos a recuperarlo!
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