Alfonso era un prototipo extraño del militante del partido, en especial, de quienes ocupan responsabilidades en las máximas instancias de dirección. Desde que lo conocí en mi paso por las filas de la gloriosa JUCO —11 de abril de 2005 a 11 de diciembre de 2011— vi a una persona auténticamente comprometida con el proceso revolucionario, con la disposición plena de hacer giras por toda la geografía nacional desde Riohacha hasta Pasto, desde Medellín hasta los Santander es en función de las tareas organizativas, ideológicas y políticas de la organización, con su rostro bonachón y sin musitar queja alguna.
Su amor por la JUCO era inocultable, siempre presto a dar largas charlas sobre cualquier aspecto, sabía y manejaba con rigor los temas económicos, filosóficos, teóricos, históricos, sociológicos y lo que no sabía, pues, lo decía, sin pena, nunca se le vio posando de sabelotodo, sino todo lo contrario, la sencillez y el aplomo de su verbo, acompasado de su grave tono de voz y una facilidad única para hacer de temas complejos e ininteligibles, asuntos de fácil comprensión para toda la militancia.
Era un maestro en todo el sentido de la palabra. En las escuelas de formación política, te podía sorprender con una pregunta y si no sabías la respuesta, te animaba a estudiar, nunca hubo de su parte un maltrato o una ofensa hacia otro camarada o compañero. Nunca lo vi hablando mal de nadie, podía manejar las diferencias con una altura ejemplar.
El cigarrillo de marca Boston, según recuerdo, era su favorito. En un inicio le pedía y fumábamos juntos mientras le hacíamos preguntas que nunca rehuía a responder, luego me pasé a Marlboro rojo y dejé de esquirlarle sus reservas de nicotina que atesoraba en su maletín negro de cuero.
En un Congreso de la Juventud, por aquellas componendas que se hacían (o hacen, ya no sé) en mi regional me habían vetado para aspirar al Comité Central, a pesar de que 3 regionales importantes me habían postulado en sus respectivas conferencias (Bogotá, Boyacá y Cauca) y acudí a él buscando consejo. Me dijo sin vacilación y acompañado de su sonrisa socarrona que tenía derecho a aspirar, que si era preciso él hablaba con los miembros del regional para hacerles ver. Así lo hizo, incluso les recomendó que no votarán por mí, pero que no se le podía coartar el derecho a ser elegido a un camarada, máxime si fue postulado por otros regionales. Así sucedió, mi regional no me votó pero salí elegido al CC.
A Alfonso nunca se le vio relacionado con componendas o mangualas de ninguna índole, siempre estaba en función de educar, de organizar y de fortalecer al partido y a la juventud.
No recuerdo haberlo visto desmotivado, aún en las circunstancias más adversas de esos tiempos, que eran los tiempos de la Seguridad Democrática. Ni una pizca de duda o vacilación, qué temple la de ese señor.
Tenía el don de gentes que no muchas personas poseen y sabía cultivar en sus interlocutores el amor por la causa revolucionaria y por la lectura.
Con él se podía compartir con la misma febrilidad en una escuela, conferencia, asamblea o reunión de dirección que en una tienda o cantina tomándonos unas buenas cervezas.
Un tremendo ser humano era Alfonso, si alguien no tenía para comer, transportarse o lo que fuere ahí estaba su mano siempre tendida, su solidaridad innata hacía parte de su ADN.
Estuvo candidatizado a la rectoría de la UA a finales de los 90, pero no salió electo, quién sabe cuál habría sido el destino de nuestra alma mater si hubiese obtenido ese triunfo, la historia tal vez sería otra.
Al renunciar a la Juventud le hacía llamadas esporádicas, a saludarlo, a preguntar por su vida y su salud, quebrantada años después producto de un cáncer.
Tengo muchos recuerdos de Alfonso, como cada una de las personas que compartimos y tuvimos el privilegio de ser sus estudiantes y camaradas, escribir más al respecto sería emborronar este sentimiento de gratitud, admiración y dolor que significa para los revolucionarios de Colombia su partida.
Se nos fue uno de los imprescindibles.
Hasta siempre, maestro, camarada y amigo Alfonso Conde.
Hasta siempre.